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Bibliografía
Esta narración fue recogida en Martínez Reyes (2016: n.º 184).
Transcripción
Cuando hicimos la presa de, de, de, de Cañaverales, yo tenía un ayudante. Él era y él era mayor que mí, porque yo estaba jovencito, no tenía ni mujer ni nada. Viene y se va para el lago de Yojoa, que dijo que quería empactar, hacer un pacto con Satán, no sé cómo. Y se va a las doce de la noche y salió loco y mudo de allí. Y no lo detenía ni la Policía. Al siguiente día le amarraban lazos y los reventaba como que eran cáñamos, como nada. Y a… | mudo. Y dice la mujercita, que, que era una de Lempira, la mujercita de él se llamaba... Catalina. Le digo yo:
—Cati, ¿qué hace —le digo— Marcos en la noche?
—En la noche llega un perro negro —me dijo— así a lamberle la boca y se levanta furioso a quererme matar.
—Dejalo —le digo yo—. Te va a matar—.
Hasta que llegó | yo a esos señores que están así en esas casas así, [¿de catedral?], yo los respeto, los sacerdotes. Los respeto porque hasta que llevamos un sacerdote que llegó a una fiesta de Río Lindo. Llevamos a ese sacerdote nosotros para que nos agarrara a ese hombre. Solo se quitó un cordón blanco que andan, que tiene un montón de nudos y lo amarró. Y no sé qué hizo y lo hizo hablar. Hizo hablar a Marcos y lo detuvo con el cordón. Ni la Policía ni nadie lo pudo detener. Ese era ya el puro Satán ya.