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Notas
Aclaraciones léxicas:
semplante: por semblante.
Transcripción
Pongan atención, señores, que les vamos a explicar
este caso que ha ocurrido cerca de Ciudad Real
con una joven muy bella y un hombre sin corazón,
que fue a cometer un crimen, pero la cruz lo evitó.
En este citado pueblo vive una joven muy bella,
que es la admiración de todos y de oficio, costurera.
Llega la fiesta del pueblo y, en el baile de verbena,
un caballero muy rico le pidió bailar con ella.
Y ya que iban bailando y la vio que era tan bella,
la ofreció su corazón, su honor, vida y riqueza.
Y la joven, que ignoraba la falsedad del amor,
creía en su juramento; le entregó su corazón.
Este hombre libertino se reía del amor,
que a todas juraba amarlas y a todas abandonó.
A los ocho o nueve meses, dio a luz una hermosa niña,
que lo mismo que a su madre la pusieron Rosalía.
Esta joven la criaba pensando en su triste sino;
¿cómo decirle a su hija su padre quién había sido?
Llega la joven a cumplir dieciocho años de edad;
su madre le cae enferma de bastante gravedad.
Los vecinos la ayudaban en todo lo que podían,
pero también se cansaban de darle todos los días.
Al fin llegó un triste día que no tenía que darle.
Saliendo a pedir limosna con el fin de alimentarla,
se ha encontrado un caballero, le dice con mucha pena:
―Deme usted una limosnita, que tengo a mi madre enferma―.
El caballero, que ve aquella cara de cielo,
la dice: ―Vente conmigo, que aquí no llevo dinero―.
El traidor la lleva a un bosque. Ya que están en su interior,
junto a una cruz de piedra, quiso hacer su ejecución.
Ya que iba al instante aquel hecho acometer,
siente una voz que le dice: ―Criminal, ¿qué va a hacer?―.
Aquel hombre enloquecido tras de la cruz siente hablar:
―Mira que es tu misma hija la que vas a deshonrar―.
Aquel hombre enloquecido, con el semplante* de muerte,
coge a su hija en brazos, en un abrazo muy fuerte:
―Vamos donde está tu madre, hija de mi corazón,
a ver si puedo salvarla, para pedirla perdón―.
Al ver la enferma en la cama, se arrodilla junto a ella,
se arrodilló junto a ella diciéndole estas palabras:
―Perdona, mujer querida, lo que te he hecho sufrir;
y una mano del Señor me ha traído hacia ti.
Vengan médicos y curas, el juez y la autoridad,
que hoy en mi arrepentimiento contigo me voy a casar.
Y tú ya tienes riquezas, hija de mi corazón,
pero perdona a tu padre por ser un mal vividor.
Cuentan que viven felices los tres en gracia de Dios,
gracias a aquel gran milagro que la cruz de piedra obró.