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Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
1116r
Categoría:
Colección:
Archivo oral de la provincia de Jaén
Informantes
Recopiladores
Notas
Títulos alternativos: "La suegra perversa", "Manuelita", "Doña Albela", "Doña Albora", "Doña Arbola".
Bibliografía
IGRH: 0153
Versión publicada en Checa Beltrán (2005: pp. 98-99)
Otras versiones de "La mala suegra"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Estudios
KIORIDIS, I. (2015). La suegra «mata» a la nuera: dos ejemplos del motivo en las baladas tradicionales griegas y en el romancero, Atalaya [En ligne], 15.
URL: <http://atalaya.revues.org/1683>
SORIANO LÁZARO, E. (1981). El romance de la mala suegra recogido en Mezquita de Loscos, Kalathos, I, 179-182.
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Transcripción
Carmela se paseaba por una sala hacia alante,
con los dolores de parto, que el corazón se le parte.
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Su suegra, que oye esto, con uído de escucharle:
—Coge, Carmela, la ropa y te vas casa’e tu madre.
(Y) a la noche viene Pedro, yo le daré de cenar,
la daré la ropa limpia para el domingo mudar—.
Y a la noche viene Pedro: —¿Mi Carmela dónde está?
—Tu Carmela ya se ha ido, que me ha tratado muy mal;
me ha tratado de embustera (y) hasta que no ha podío más.
—Madre, si es eso verdad, me la tiene que pagar—.
Monta Pedro en su caballo y su criado delante
y, a la entrá por la ciudad, se ha encontrao con la comadre:
—Buenos días tenga, don Pedro, ya tenemos otro infante,
buenos días tenga, don Pedro. —Vaya usted con Dios, comadre.
—Levántate de ahí, Carmela. —No me seas ignorante,
que con dos horas parida, no hay mujer que se levante.
Criados y más criados y estáis sirviendo a mi padre,
traedme una vela encendida para poder levantarme—.
Monta Pedro en su caballo y su Carmela delante.
Siete leguas lleva andadas, ni uno ni otro sin hablarse:
—Parece que no me hablas. —¿Cómo quieres que te hable,
si los pechos del caballo van bañaditos en sangre?
—Parece que no me hablas. —¿Cómo quieres que te hable,
si los pechos del caballo van bañaditos en sangre?
Pedro, remonta el cañón y déjame en este valle,
déjame en este valle con Jesús y con su madre—.
Y, a la entrá por la ciudad, las campanas redoblaban:
—¿Quién se ha muerto, quién se ha muerto? —La condesa de Olivara.
—No se ha muerto, no se ha muerto, que la ha matado mi padre,
por un falso testimonio que lo ha movido su madre.
—(Y) ¡Ay, Jesús, qué ángel este! Que un niño de dos horas hable.
—(Y) en el infierno hay dos sillas para mi abuela y mi padre
y, en la gloria hay otras dos, para mí y para mi madre.