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Esta vienes de cuando se repartió las tierras, cuando el Ejido, cuando hubo mucha revuelta, muchas gentes querían tierras, buenas tierras, aunque no eran de aquí del terreno, ¿me entiendes? Andaban buscando tierras buenas que venían de distintas partes: “Allí hay muy buenas tierras, nos acomodamos”. Había hacendados en aquellos entonces que tenían, que tenían bastantes tierras que se defendían todavía con la misma gente que había matazón todavía. Dicen que ahí, se, se acomodaron ahí en Puentecillas se acomodó unas gentes extrañas, que no saben, la gente no sabe de dónde venían ni qué, ni qué creencias, ni qué…, que ellos venían, a veces alcanzaban partes del, de El Ejido que hicieron a repartir. Estos se acomodaron a las orillas del arroyo, por ahí se acomodaron a, a orillas del arroyo. Entonces, pues, pasó todo, repartieron las tierras y estos hombres no, no alcanzaron, no alcanzaron tierras por no ser de allí del terreno, que se iban a repartir pero de sus terrenos, por allí de donde eran, no sé de qué, de qué municipios serían o de que parte vendrían estos hombres que se habían acomodao allí con unas ideas muy, muy raras. Unas gentes raras que se protegían ellos de negro, decían que siempre andaban de negro, que se protegían ellos de negro, ¿eh?
Y entonces sí que este se | ya después con el tiempo, pos se acomodó un matrimonio allí a la orilla del camino, a la orilla del arroyo, pero siempre no estaba, no estaban juntos, pegaditos al arroyo. Dicen que por ahí pasaba hasta una | pasaban hasta las camionetas. Así que tenía su casa y taban | pasaban las camionetas y taban en el arroyo pa abajo. Y ese arroyo siempre fue un arroyo muy sombrío, muy sombrío, todo muy sombrío, y que en la noche, cuando él se casó, le dijo a su esposa, dijo: “Aquí se siente una vibra muy fea”, dijo, “en esta casa”, dijo, “y no tenemos ahorita para dónde movernos”, dijo, “vamos a ponernos a rezar”. Y que diariamente, se ponían a rezar y se encerraban, empezó a crecer la familia, tenía sus pequeños chi-, pequeños hijos, los protegían adentro de la casa. Se encerraban puerta y ventana y no abrían. Cuando ellos empezaban a rezar, que empezaban ellos a rezar, que les tocaban la puerta, les tocaban la ventana y se la sacudían como si quisieran abrirla para fuera.
Pero tamos hablando de estos últimos tiempos, cuando los sacerdotes ya no quieren hablar del demonio, ya no. Muchas veces ya no te protegen del demonio. Te protegen de otras cosas, pero ya no te quieren hablar del demonio. Y entonces ya en los nuevos tiempos, no estamos hablando de espinos, ya de los nuevos tiempos. Le decían a un padre que iba a dar misas ahí pa los ranchos, y le decía to lo que le pasaba. Lo único que se concretaba a decir dice: “No, mira, ponte a rezar y echa agua bendita”. Y ese era todo, “y enciérrate”. Pero nunca le decía “no salgas”, “no te asomes”, nada. “Enciérrate”, eso era lo que decía. En la noche se ponía a rezar con su, con su esposa y con su esposa y a- | y, y, y, con sus hijos los protegía a sus hijos para que no le fuera a pasar nada. Entonces aquellos ruidos que parecían que tumbaban la puerta, la ventana, entonces ese dice que se lo llevó José Vallejo a San Miguel Allende a trabajar allá. Le tocó suerte trabajar con un | que andaban haciendo unos enmiendos en un | en el templo con un sacerdote ya viejito y le | ete le platicó to lo que le taba pasando. Y aquel con tanta experiencia, porque digo hay sacerdotes que tienen mucha experiencia y que te hablan bien, dijo:
—Ay, hijo, lo bueno de todo es que nunca abrites la pu- —dijo—, nunca abrites la ventana ni la puerta, ni suspendites tus rezos.
—No —dijo—.
Dijo: —Mira, cuando pasen esas cosas, —dijo— no salgas, porque el demonio es capaz de muchas cosas, es muy poderoso—.
Dijo: —No—.
Dijo: —Sigue rezando, enciérrate y echa agua bendita —dijo— para que no se meta el demonio para dentro. Y protege a tus hijos. —Y le dio agua bendita y le dijo: —Mira, llévate esta agua bendita—.
Y se la trajo. Dijo: "Sí. Todo amenoró". Pero pa la parte del río, dice que se oyó unos ruidos tremendos allí. Gritos, maullidos, dijo, pero horribles, dijo que se oían, dijo. Pero ya taban fueras de su casa. Entons dice que… así fue, dice que se sentó la nube pal lao de la Bufa, que es el mismo río ahí de, de Yerbabuena. Dicen que bajó un riazo que se oía más no era, no era, no era así. La nube te- | tronaba ahí pa la Bufa, pero no era un riazo así como se oía. Que zumbaba del arroyo que decía la señora, dijo:
—Por poco sube el agua hasta acá arriba—.
Dijo: —No, ta muy alto, mujer —dijo—, no creo que suba hasta acá arriba—-.
Entonces dice que ya en la mañana, cuando ya pasó to aquel ruido, dice que ete se asomó. Se asomó a ver el río. Sí, bajó río, pero no era, no era, no era una cosa exagerada como se oía. Dice que al vi- | que al fijarse parao de abajo, se había caído de, de la parte de su, de su fuera | de fuera de su casa, una parte de barro del camino, pero una parte chiquita, chiquita, no fue un pedazo como [¿mucho?], no fue un pedacito chiquito, se | con la misma agua se reblandeció y se cayó. Su sorpresa dice que vio una cadena. No sabía exactamente si era una raíz que taba colgando o qué era. Dice que con un palo la jaló y se dio cuenta de que era una cadena. Pero que taba embarrada de puro cebo, todo, dijo que se miraba horrible. Embarrada así de cebo toda aquella cadena allí. Dice que con un palo la, la agarró y la atravesó en un mezquite, en una rama de un mezquite y allí la dejó ta-, atravesada. Y no más se, no más se | fue un secreto entre él y su mujer. Dijo: “Mira, no más qué horror, yo me creía que era una raíz y pues es una cadena, pero ta embarrada de, como de cebo”, dijo, “horrible, mira”. Entonces, ahí la dejó y tenía aquí, | volvió de vuelta con José Vallejo allí a San, a San Miguel y le contó al padre. Y le dijo: “Fíjese padre lo que pasó”, dijo. Le contó, ¿no?, le detalló que, que se había asentado la nube para acá y que pensaba que, que era un riazo tremendo, y era un riazo chiquito, dijo:
—No, no fue grande para el ruido —dijo—. Y se despengó una parte de, del río del camino —dijo— y quedó colgando una cadena. —Ya le dijo al padre que era una cadena— así, llena de cebo —dijo— y la dejé at-.
—¿No la agarrates?
Dijo: —No, la dejé —dijo— con un palo la atravesé en un mezquite—.
Y fue cuando le dijo. Dijo: —No, eso es peligrosísimo —dijo—, mira, había gentes que con esa cadena amarraban al demonio para tenerlo a su servicio día y noche, pa cuando a la hora que lo, que lo mencionaban, no era pa esperar, lo tenían allí en la casa, por eso lo tenían allí amarrao al demonio. Con esto se amarra el demonio, con una cadena y con cebo ¿eh? Con cebo —dijo—, con eso, con eso se hace llamar el demonio. —Y que él ya le dijo: —No te preocupes —dijo—, yo te voy a dar un jarro lleno de, lleno de agua bendita especial —dijo— para, para le, pare que le, pa que le, le eches allí. —Ya le dijo— Mira, te lo llevas y en un balde, en una cu-, en una cosa hecha le echas el agua y luego con un palo echas la cadena adentro, y ahí te vas a dar cuenta —dijo— si es maligno, si la cadena es maligna —dijo— o… y si si no pasa nada, es emaginación tuya o quizás hasta mía —dijo—.
No, pos dice que puso un, una cazuela, decía “[¿hata me ha quebrao?]” una cazuela de la parte de abajo, y luego con el palo, echó la cadena para abajo, la echó entre la, entre el agua bendita. Dice que dio u tremendo grito, un tremendo grito y no era una ninguna cadena mucho menos, que era una serpiente, que se descolgó abriendo un semejante hocicote así y que daba gritos la, la animal esa, que bajó al lao de | pa entre las ro- | el arroyo pa’bajo, el arroyo para abajo, y pero horrible, dijo, en términos de segundos, dijo, se tapó el, se tapó el arroyo. No más de la tierra, de ahí para abajo se tapó como, como si bieran, como si bieran estao quemando un d’este… unas llantas de, de, de humo, como si hubieran quemao unas llantas de hule. Se tapó así, dijo no más arriba ni más abajo, lo malo que se tapó todo, todo lo que es el río. Vaya, ya no se miró, no vieron absolutamente nada, se oyó el ruido, pero no miraban absolutamente nada. No, pos estos lo único que hicieron que se metieron para dentro. Dice que toda la noche, no se oyó ni un ruido. Dice “fue la primera noche que dormimos”. “Nos pusimos a rezar”, dijo, “nos quedamos dormidos”, dijo, “y ni un ruidito siquiera oímos en la noche”, dijo. “Durmimos tan tranquilos”, dijo, “esa noche”. “Le dimos solución a todo”. Al día siguiente, dijo, pos baja-, | se levantaron a ver qué había pasao. Dijo “¿sabes qué nos levantó?” dice que eran los sinson-, sinsoncle y un huitlacoche que taban a cante y cante, lo que nunca se oía. Dice “con decite que ni las gallinas querían bajar al arroyo, ¿cómo taría de maligno todo aquello?”, dice, mira, que estaba, dijo, que estaba el huitlacoche y un, y un, y un sinsón, que taba en el, en el mezquite dijo pero cante y cante a partir de allí, fue dijo, como dijo “un, un sueño eterno, un sueño hermoso”, dijo, “para mí y para mi señora”, dijo, “jamás volvimos a oír un mal ruido por allí”.
Y los vecinos, pues decían que ellos hacían el ruido en la noche. ¿Por qué? Él peleaba con la señora, porque él tenía que irse a trabajar, él tenía que irse a trabajar y la señora, pues, los zapatos, el zapato | hay zapatos pa trabajar y hay zapatos para, pa domingiar, y pos este, pos cuando menos se acordaba, ponía los zapatos debajo de la cama y a la hora que se levantaba, ya no estaba el zapato. El zapato estaba en la azotea. Y lo mismo, y lo mismo pasaba con la señora. La señora buscando sus zapatos y él también la culpaba:
—No —dice—, lo que pasa es que quieres es que te compre zapatos nuevos —dijo—, si, si todos los zapatos estos aguantan —dijo—.
—¿Cómo no?, que yo no los agarré, que aquí estaban, aquí estaban—.
Hasta cuando se va dando cuenta que el vecino, por medio de ellos mismos allí que por qué peleaban tanto, que por qué gritaban:
—Pos que esta, que me escondió el zapato y ahora mira, para ir a trabajar me voy a llevar los de dominguear —dijo— y ya ves que con tan | la mezcla se los acaba…—.
Y… lo mismo la señora: —Pues que mis zapatos…
—No, tú los escondites, con tal quieres que te compre—.
Hasta cuando el vecino se subió a su techo, no el de ellos, sino a su techo el de allá y va viendo que taban tos los zapatos arriba. Ahí taba toa la maldad, todos los zapatos arriba. Ya fue cuando les dijo:
—Miren, tanto pelear ustedes —dijo— y los zapatos están arriba del techo. Los de ustedes.
—¿Quién?—.
Y esto me llegó a entender que es el mismo demonio, ¿sabes por qué? Eso le pasaba a Petra. Cuando trabajaba aquí, en casa que es de Lupita, aquí luego que era del doctor en ese entonces. Petra trabajaba para el doctor. Y el doctor pues, claro, se iba a trabajar y la señora en el estudio y ella en la cocina. Así es que cuando menos se acordaba, ya el, el recogedor, el recogedor, la escoba, estaban en la azotea por la parte de, de arriba, estaba bajito, estaba bajito, se, se paraba uno, miraba el techo, se miraba las ventanas y el techo. Allí estaba entre panza arriba. Eso pasa. Pero cuando le ponían demasiado sal a la comida, o que le ponían demasiado sal a la comida. El doctor era po lógico que le decía:
—Ay, Petra, ¿qué pasó? La sal tiene demasiado comida, el, el | demasiado sal tiene la comida.
—Que yo no le puse, señor. Que yo no le puse—.
Y todo. Y que la escoba. Dijo:
—Si le traje escoba, que el recogedor, que el mechudo, si lo acabo de traer. Pues que no los encuentro—.
Todos están en la azotea. Todos estaban en la azotea. ¿Quién? Hasta la que vino, la que vino descubriendo todo, fue la misma señora allí. Porque la estuvo cuidando. Dicen que la estuvo cuidando porque ya eran mucho, demasiadas maldades que, que cometía o errores, más bien que, no eran maldades, eran errores que cometía en la, en la comida. Entonces esta la estuvo cuidando, la tuvo cuidando todos los movimientos. Todos los movimientos. Dicen que la señora lle- | dejó hasta la puerta abierta estratégicamente para estar viendo las comidas, dijo a ver qué es lo que estaba haciendo. La sorpresa…, la sorpresa que cuando ella se fue, le dijo que se fue la señora, le dijo: “Voy a lavar unas servilletas” o algo así al la-, allá al lavadero pa la parte de atrás, fue cuando la señora vio | dicen que la señora, la señora allí vio, cuando iban para fuera, el mechudo. Dicen que vio cuando iban el mechudo pa fuera y vio cuando salió como un pajarito volando a la parte de arriba del, del techo. Y eso, pos, pos lógico que a Brigi-, ¿cuá-, cuándo le iban a convencer? Ni lo iba a convencer Petra, ni lo iba, ni lo iba a convencer, ni lo iba a convencer tampoco la señora allí, porque allí ella nunca pudo convencer al doctor que ella vio cuando, cuando el mechudo salió volando para el techo. Dijo:
—Yo vi el mechudo cuando salió volando para el techo—.
Dijo: —Ya, ya tenía dos loquitas en la casa—.
Loca, loca Petra y loca la señora allí. Pero nunca le creyó. Pero era una realidad. Y hasta que este por fin, | Petra, pos tanto, tanto andó navegando… Todavía dicen que, hasta que vinieron, ella es-, escondidas pues de ellos, pa que le bendicieran la casa allí. Pos todavía, en la bajada, en la bajada allí del caracol, platicaba ella, había un cuadro, había un cuadro pintado en me-, me-, en puro lápiz. No era, no era de pinturas, no era la-, no era lá, lápiz, y me parece que era hasta del señor Fletch, no de Juan, no de Jan, sino del señor Fletch, con unos cuernotes allí. Pues dice que ella, cada vez que bajaba por allí, miraba que le pelaban los ojos, que los movía y, y ella, pos, pos lógico que… pos tenía que dar vuelta. Porque le decía, le decía el doctor:
—¿Por qué tienes que ir a dar vueltas? Si estando en la ca-, cor- ca-…
Dijo: —No, yo por ahí no subo —dijo—. El cuadro ese que tiene ahí —dijo— pela los ojos —dijo—, me pela los ojos.
—No, hombre, ¿cómo dices? Si eso es papel —dijo— Eso, eso es un cuadro, eso es una pintura —dijo—.
—No, cada vez que veo, me voltea a verme y me pela los ojos—.
Por eso daba vuelta. ¿Y cómo le echaba agua bendita? Pos echaba a perder el, el cuadro. Hasta que de por sí, un día el doctor dijo: “Este, este cuadro” | que le dijo la señora, dijo: “Siento que es este cuadro no se lleva aquí con los demás” dijo. Dijo: “Como que no, no, no, no me gusta, como que voy a poner otro cuadro”. Y de allí lo mandaron a la, lo mandaron a la bodega. A la bodega a, al, al cuadro ese. Hasta entonces pudo bajar Petra. Pudo bajar Petra. Pues digo que lo que existe, hay cosas que existen.