Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
1138r
Categoría:
Informantes
Recopiladores
Notas
Registro sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00007A 05)
Título indicado en las anotaciones de campo: "San Antonio y los pajaritos".
Bibliografía
IGRH: 0194
Otras versiones de "San Antonio y los pájaros"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Estudios
RODRÍGUEZ PASTOR, J. (1996). Algunas manifestaciones folkloricas en torno a san Antonio de Padua. Revista de Folklore, 16 (186), 84-98.
TRAPERO, M. (1990). Los romances religiosos en la tradición oral de Canarias. Madrid: Nieva.
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Transcripción
Divino Antonio precioso, suplícale a Dios inmenso,
que por tu gracia divina alumbre mi entendimiento,
para que mi lengua refiera el milagro
que en el huerto obrastes edad de ocho años.
Desde niño fue criado con mucho temor de Dios,
de sus padres estimado y del mundo admiración.
Fue caritativo y perseguidor
de todo enemigo con mucho rigor.
Su padre era un caballero cristiano, honrado y prudente,
que mantenía su casa con el sudor de su frente.
Y tenía un huerto en donde cogía
cosechas y frutos que el tiempo traía.
Por la mañana, un domingo, como siempre acostumbraba,
se marchó su padre a misa, cosa que nunca olvidaba,
y le dice: —Antonio, ven acá, hijo amado;
escucha, que te tengo que dar un recado.
Mientras que yo estoy en misa, gran cuidado has de tener,
mira que los pajarillos todo lo echan a perder:
entran en el huerto, comen el sembrado,
y por eso te encargo que tengas cuidado—.
Cuando se ausentó su padre y a la iglesia se marchó,
(y) Antonio quedó cuidando y a los pájaros llamó:
—Venid, pajaritos, dejad el sembrado,
que mi padre ha dicho que tenga cuidado.
Para que mejor yo pueda cumplir con mi obligación,
voy a encerraros a todos dentro de esta habitación—.
Y a los pajarillos entrarles mandaba
y ellos, muy humildes, en el cuarto entraban.
Por aquellas cercanías ningún pájaro quedó,
porque todos acudieron como Antonio lo mandó.
Lleno de alegría san Antonio estaba
y los pajarillos alegres cantaban.
Y al ver venir a su padre, luego les mandó callar.
Llegó su padre a la puerta y comenzó a preguntar:
—¿Qué tal, hijo amado? ¿Qué tal, Antoñito?
¿Has cuidado bien de los pajaritos?—.
Y el hijo le contestó: —Padre, no tenga cuidado,
que, para que no hagan mal, todos les tengo encerrados—.
El padre que oyó milagro tan grande
al señor obispo trató de avisarle.
Acudió el señor obispo con grande acompañamiento,
quedando todos confusos al ver tan grande portento.
Abrieron ventanas, puertas a la par,
por ver si las aves se quieren marchar.
Antonio les dice a todos: —Señores, nadie se agravie.
Los pájaros no se marchan mientras que yo no lo mande—.
Se puso a la puerta y les dice así:
—Vaya, pajarillos, ya podéis salir.
Salgan cigüeñas con orden, águilas, grullas y garzas,
gavilanes y aveturdas, lechuzas, mochuelos, grajas.
Salgan las urracas, tórtolas, perdices,
palomas, gorriones y las codornices.
Salga el cuco y el milano, burlapastor y andarríos,
canarios y ruiseñores, tordos, gafarros y mirlos.
Salgan verderillas y las carderillas,
y las conjugadas y las golondrinas—.
Y, al instante que salieron, todas juntitas se ponen,
escuchando a san Antonio, para ver lo que dispone.
Antonio las dice: —No entréis por sembrados,
marcharos por montes, riscos y los prados—.
Y, al tiempo de alzar el vuelo, cantan con dulce alegría,
despidiéndose de Antonio y toda su compañía.
El señor obispo, al ver tal milagro,
por diversas partes mandó publicarlo.
Árbol de grandiosidades, fuente de la caridad,
depósito de bondades, padre de inmensa piedad.
Antonio divino, por tu intercesión,
merezcamos todos la eterna mansión.