Celebración de día de muertos y apariciones

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Referencia catalográfica: 1143n

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Bueno, sí, hay todo… a-, a-, aquí en Guanajuato, en general, todos, menos como los michoacanos, que hay muy diferente todo por allá, allá, hacen sus nochadas allá. Aquí sencillamente, pues sencillamente le | las ofrendas, que aún ya se terminaron. Todas ves, ves en Guanajuato, pero es raro que veas un platito de cajeta. Raro, raro es que lo veas. Pero anteriormente aquí, de esa manera te, te manifestabas tú. Ibas tú a ver a tus difuntos, no solamente le llorabas, sino platicabas con él, platicabas con él y le llevabas su cajeta, su cajetita allí con su muertito.

¿No te digo lo, lo que hacía don Lorenzo? Todavía estaba allí don Alfonso, Alfonso Flores el que eran dueños de la, de la hacienda de acá de, de acá de…, de cuevas, el marqués de Cuevas. Que era dueño don, don, este | ahí se, se | tenía un | familiares ahí entrando. Allí, mira, le traen su cazuelota, su cazuelota de, de cajeta con su pan y nosotros chicos, pues nosotros chicos y don Lorenzo, pues ya pues tenía un niño, también ya estaba viejito. Estabas ellos allí, allí paraos, rezándole ¿qué crees que hacía don Lorenzo? Dice: “Ay, con permisito, le vamos a ayudar al muertito”, bajaba la cazuela, la cazuela y luego le, con el, la cuchara le embarraba, le embarraba y lo, lo llevaba: “Órale, coman cajeta con el muertito” y él también y luego sí, se la ponen de vuelta allí. “Ándele” le decía a don Lorenzo, “con confianza, don Lorenzo”. Ya cuando se iba don Diego, cuando se fueron dijo, ya que si, se iba don Alfonso y su familia, dice: “Vamos a comérnoslas, de todas formas si el difunto no la quiere”, dijo, “no la quiere, definitivamente”, dijo, “o ya se enojó”, dijo, “ya nos lo estamos comiendo, vamos a comernos de una vez todas las estas”. Y nos la comemos así. Toda la cajeta ¿te imaginas tú?

Pero una otra, muy diferente… a otros tiempos. Tan solo ahora ya cambia todo, y lo están cambiando hasta las mismas autoridades. Ya no quieren flores naturales, que por el Dengue, que por la, el d’este…. Ya te tan rechazando las flores naturales por puras flores de, de papel. Puras flores de papel. Pero, anteriormente pues sí, te, te comunicabas tú con ellos. Te comunicabas tú de una manera con ellos. Quieran o no, hasta el más macho de todos o el que sea el, el incrédulo, se siente la vibra. Se siente. Cuando tú vas entrando, vas, vas recordando, porque vas recordando no solamente al, al familiar, al amigo, a aquel que conociste tú. Yo sencillamente no conocí a mis abuelos, pero a mí me decía mi mamá, dice: “Mira, mi papá quedó aquí pegadito a la pared, aquí quedó mi papá”. A mi abuelo, a mi abuelo también, lo sacaron, que creían que era muy fácil sacarlo y meterlo al templo. Se les puso difícil y tuvieron que regresarlo de vuelta al panteón, porque era un ruidazo que hacía de la canija en la cocina. Ahí lo tienen en un costalito y lo en una cajita, que hacía un ruido en la noche y… que le decía el señor cura que estaba para sacar el permiso. Hay un permiso hasta la diócesis, no solamente en, en el municipio sino a la diócesis pa poderlo enterrar en el del templo. Y mi abuela se desesperó, y lo llevaron de vuelta al panteón. Pero de que se siente, se siente. De que se siente, se siente. Y aún más en la noche, cuando ya cae la noche, es un, es un algo, algo especial para ellos, es un algo especial. El día es la luz, quizás el, el | la luz ellos, ellos están descansando, pero en la noche, en la noche es cuando se, se siente todo, cuando dices “¡ay, caray!” Onde tú ves, ves los | se han visto las cámaras, las cámaras, las cámaras que han visto en su casa caza fantasmas, incluso en el panteón de Guanajuato, aquí en Santa Paula, en la bajadita allí, allí en la bajadita pusieron cámaras especiales los caza fantasmas. Y allí se ve claramente, claramente se ven las figuras, donde salen, y para eso, como te digo, no hay trucos a veces porque hay trucos, se puede decir que solo los reflectores, el reflejo de alguna farola, algo. No, hay algo así.

Era lo que te di- | lo que me pasaba a mí. Acá, acá con el, con el Gene Byron, acá con el Gene Byron. Cuando yo entré, y lo tengo presente, ¿cómo se llamaba es-, este, este, este, este? Ramón Juárez. Ya terminaron, ellos tenían llave, cuando ponían la escenografía, allí yo platicando y yo a mí me daban ganas de bañar, dije: “yo no, que subo hasta arriba y bajo pa’bajo”. Yo me fui al baño abajo. Cuando | ya ellos tenían llave, ya cierran allá fuera y ya todo listo. Cuando yo bajé, te digo que yo lo vi parao, así parao, así parao en el, en el, en el, en el por-, en el porche, allí en el porche abajo, allí en el acebo allí, yo lo vi parao allí. ¡Ah, caray! Pero yo lo | yo me imaginé que era el reflejo de alguna farola. Entonces, yo caminé p’alante y, y, y el bulto fue caminando igual paralelo conmigo, íbamos paralelos, entonces yo entendí que era el reflejo de una farola, de alguna farola, pero se me quedó grabao a mí, dije: “No, ¿cómo puede ser?” Grabao…, dije, ¡ah…, bueno!, es el reflejo, sencillamente, mientras tu espíritu no se acobarde, le das solución y, sino pos te imaginas, sale uno corriendo”. Cuando yo regresé, ahí está la sorpresa, cuando yo regresé… ya fue todo al contrario. Yo ya venía ya pa fuera, cuando nos encontramos. Entons dije: “¿Cuál reflejo?”, ya cuando yo estaba de vuelta de mismo, parao, donde se había despegado, ahí fue cuando vi, cuando dije él va y yo viene. To el tiempo que lo tuve cuidando, nunca desapareció, y cuando no lo cuidaba, pero por debajo de las ramas me asomaba y dije: “Ahí ta”. Se me quitó la costumbre de, de andar fisgandome, ¿eh? Pero de que existe, existe.