Historias de don Odón

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Hace muchos años vivía aquí un señor que se llamaba Odón. Él venía | son hombres de, de | pos era un hombre cerrero, pues. Del, del monte, por allá, criado en el cerro, onde él platicaba que, que el que tenía muchos animales pos era el que le daba vida a la comunidad de allí, ocupaba mucha gente para cuidar a los animales, todo eso… Pero todas aquellas gentes recibían muy mal trato, por precisamente por cuestiones de… humillaciones. Cuando ellos eran, cuando ellos cuidaban los animales y taban chicos todavía, sin ningún estudio, sin ninguna nada, pues los trataban demasiado mal, siempre los trataban de pendejos porque se ponían a jugar y perdían los animales. No había un…, no había un alago para ellos, siempre había humillaciones. Y cuando ya se hacían viejos…, lo mismo. Que les decían los patrones: “Lo que pasa es que te quedates dormido”, dijo, “y ya tas, ya tas viejo”, dijo, “toda tu vida has sido muy pendejo”. Puras humillaciones. Cuando estos hombres morían, pues po lógico que no descansaban. A su… | su espíritu, su alma andaba, andaba navegando, en el monte, buscando cómo tratar de, de, de pues no sufrir tanto, buscando en el campo, aquellos animales, cosa que había pasado hace muchos años. Toda esta gente pos sufría demasiado, y eso no era nuevo, era desde muchos años, muchísimos años.

Nos platicaba don Odón que él conoció a esa persona, que sufrió también lo mismo. Decían tos para aquellos entonces ni para cuándo ponían el monumento de Cristo Rey. Su comunidad se llamaba en aquellos entonces, le nombraban Cabras. A hoy, se le llama san José de Pinos, en aquellos entonces. Y este hombre, del que te voy a contar la historia, dicen que este hombre sí mandó a sus hijos a estudiar, una niña y un niño, los mandó a estudiar hasta Silao. Dicen que la mujer pos lo humillaba porque era muy jo-, era muy joven para el señor. Lo humillaba mucho, desde joven la, la, la | al hombre. Entonces dice que la mujer bajaba con los niños hasta Silao y la mujer en Silao se dedicaba a vender un | en un carrito paletas, que andaba por todos los barrios en Silao vendiendo paletas la señora y los niños hacían su tarea en el jardín, allí en Silao. Cuando ella terminaba, terminaba de vender sus paletas, le daban su ganancia, compraba algo para comer y se iban a su comunidad. Había un ca-, un camión que lo llamaban guajolotero y se iban hasta allá. Y así fue una vida hasta que los niños fueron creciendo, se fueron preparando. Sino hasta que dispués, cuando ya crecieron ellos, les vino la idea porque la muchacha, la, la, la, la muchacha, la muchacha, que era más grande que el muchacho, se enamoró de un muchacho de Silao, que era hijo precisamente de un pollero que pasaba gente a los Estados Unidos. Se enamoró. Así es que se les vino a la loquera a los muchachos irse al norte. Les prometió | pos el muchacho les prometió que los iba a pasar para otro lado. Y así fue, les tocó suerte, se animaron y sí pasaron al otro lao. Entons, la mujer po lógico, como te decía era más joven que el hombre aquel, aquel que cuidaba animales, pues po lógico que ya cuando los muchachos se fueron, ya la mujer decidió no subir a su comunidad, a su rancho por allá a San José de Pinos, hoy a San José de Pinos. Ya no volvió a subir para allá. Buscó en Silao una parte onde quedarse y no solamente onde quedarse, sino si también son quién quedarse, razón por la cual, por la cual ya no subió. Ella tenía comunicaciones con sus hijos por medio de la peletería, que fue la dirección que se llevaron sus hijos. Tenía comunicación con sus hijos. Y el hombre, pos lógico que empezó a hacerse entre más, más viejo y solo allí en el campo, por allá solo sin que nadie le ayudara.

Entonces dicen que la… | cuando subió | dicen que a los dos años, ya iban a cumplir los muchachos dos años que se habían ido al norte, regresaron a su casa. A su comunidad, para allá, pero un hombre, pero un muchacho pedante, orgulloso, vanidoso y orgulloso porque no quería ni al padre si quiera porque nunca se había superado al padre. Quería a la madre, a sabidas de que tenía un amante la madre en Silao, él quería a su madre pero a su padre no lo quería. Así es que el hombre ya cuando no pudo, ya no pudo cuidar animales, ¿de qué iba a vivir? Po lógico que tenía un ahijao que también era inmigrante, era, era, era pariente de los de la tiendita allí, les dejó dicho que les iba a dejar dinero y les iba a mandar dinero pa que le dieran de comer a su padrino, lo que pudieran de darle de comer, mientras él estaba allí le daban bien de comer y cuando no, decían que le daban puro pan duro, bolsas de pan. Ese era lo que le daban como una despensa. Le daban pan duro, café, café, azúcar y sus mejorales pa si le dolía la cabecita. Pero el hombre…, a los dos años que vino, que vino su hijo, pa acabarlas, se empeoró toda la cosa. Dicen que le tumbó su casa porque se, se avergonzaba de | se avergonzaba de su casita que tenía de adobe, onde aquella casita cuando su juventud, su niñez, que, pues sencillamente se protegió del frío, del agua… eso no pensó en nada de eso. Él se sentía, se sentía… | pues le daba vergüenza de todo aquellos, aquellas co- | aquella casa tan humilde. Entons como allí en su rancho había unos albañiles, dicen que mandó tumbar la casa, mandó tumbar todo y les regaló todo sin la autorización de su padre. Les dijo: “Tumben todo, les regalo las ventanas y les regalo las puertas y el adobe si quieren”, dijo, “voy a hacer una casa muy moderna, con material nuevo”, dijo, “pa que sea una casa bonita y todo”. Pagándoles a los albañiles aquellos, ellos lo hicieron, lo tumbaron.

El hombre se quedó sin casa, se quedó sin nada, absolutamente sin nada. Lo único que logró sacar fueron sus cobijas, su cobija y un capote de palma que tenía allí y lo mismo le daba la noche ir a mo-, a mo-, a monarse allí fueras de… | en lo que era su terreno, que lo mismo le daba quedarse en el monte. Desde el monte miraba todo su pueblito allí, pero él allá, pa no sentir la humillación de la gente. Él se quedaba allí arriba, se quedaba cercas a un manantial, precisamente por eso se quedaba allí, porque allí cocía su cafecito para ablandar el pan duro aquel que le daban para alimentarse. A través del tiempo que tuvo allí, dice que empezó a ver bultos. Decía que era más tranquilo el día que la noche, que en la noche decía que oía murmullos, oía gritos, oía sencillamente quejidos y hasta silbidos allí oía en la noche. Y él miraba qué bultos se paseaban de un lado al otro, así en el monte, para allá. Pero él, desde una- | desde luego que sí se imaginaba qué era, pero no, no tenía otra, no tenía otra opción, no tenía otra salida para onde ganaba. Si se bajaba al pueblito allí, a, a acomodarse allí donde tenía su terreno, pues lo único que recibía humillaciones de la gente. Ese era la razón, por eso se quedaba el hombre allá en el campo, por allá en el monte. Entonces dice que este… que empezó a tener más valor, cada vez tenía más valor hasta que un día se decidió y que les dijo: “Ustedes son animas en pena”, dijo, dijo “¿por qué no descansan?”, dijo, “ustedes andan para allá y salen en la noche”. Dijo: “¿Qué puedo hacer por ustedes?” Entons dice que al decirle aquello de “qué puedo hacer por usteyes | por ustedes”, dice que una noche tuvo, pero ya dormido, una revelación que tuvo, la razón cómo podía ayudarlos a aquellos, que les dijo en aquel sueño, pos él decía que era un sueño dormido, que les dijo que solamente que necesitaban contratar un sacerdote, que llevaran un, un, un cirio, pero que este fuese a las 12 de la noche y que tenían que replicar las campanas del templo, para que todos aquellos, aquellas almas que andaban penando, se reunieran y que el, que el mismo padre los fuera a depositar en el panteón con la luz del, con la luz que los alumbrara la luz del cirio bendito. No, no, no, no, aquel hombre no, no daba fe de aquello que había soñado. Dice que la siguiente revelación dice que fue entre dormido y dispierto, porque él veía los bultos cerquitas a él, los miraba cerquitas a él y les decía: “¿Por qué esperan?, ¿por qué esperan que me duerma y no me dicen todo?”, dice “¿por qué no me dicen todo y que yo entienda bien todo?”. Dijo: “Ahorita les entendí la mitad dormido y la mitad despierto”, dijo, “y yo no puedo hacer nada por ustedes así”, dijo “así como yo tengo el valor para escucharos”, dijo, “para escucharos”, dijo, “así también ustedes”, dijo, “díganme, háblenme, háblenme”, dijo. “No les hace que sea la hora de la noche”, dijo, “pero háblenme, díganme cómo, ¿cómo puedo ayudarlos?”. Dice que a los cuantos días se reunieron todos, que se veía el grupo de bultos así, alrededor y ya fue cuando le narraron, pero y él entendió, le hablaron, le dijeron que ellos sufrían demasiado desde chicos… todos decían que desde chicos fueron humillados por sus patrones y de viejos humillados por su vejez que ya no, que ya no podían caminar y todo eso. Que todos decían siempre con estas palabras tan fuertes pero sí era la realidad, que les decían que de chicos eran pendejos porque se ponían a jugar, y de viejos eran pendejos porque ya taban viejos se po-, se quedaban dormidos, por eso se le extraviaban los, los animales y era la razón que ellos andaban en el campo, en el monte buscando los animales, cosa que había pasao hace mucho tiempo y el señor les decía, dijo: “eso es-, eso usted pertenece ya al mundo de los muertos”, dijo, “y ya Dios los juzgó. Ustedes deben de descansar”. Pero ellos andaban extraviados porque querían descansar, porque tenían un pendiente de algunos animales que nunca encontraron, y por eso era lo que ellos andaban sufriendo. Todos, de una manera o de otra, eran puros pastores los que andaban allí de hacía muchísimos años.

Entons dice que este le decía un sacerdote que iba en su carrito los domingos a dar la misa, le decía, le platicaba toda la historia, que cómo estaba, que quería que les ayudara a aquellos, aquellos espíritus que andaban allí vagando en el campo. Entonces el hombre, el padre este les, le decía el padrecito, el sacerdote le decía a la gente de allí mismo “a este hombre”, dijo, “ta mal de su cabecita, ¿verdad?”. Pues la gente decía que sí. Como siempre poca gente lo veían ya entonces porque siempre, la mayoría del tiempo se la pasaba en el monte. Dice que hasta cuando llegó, hasta cuando llegó un sacerdote muy joven, muy jovencito, pero no tenía, no tenía carro, él los domingos llegaba en el camión que le nombraban guajolotero, camioncillo que llevaba, que llevaba, lo llevaba a su comunidad, en ese iba el padrecito, les daba su misa y se salía pa juera a platicar con la gente mientras llegaba el camión para regresarse a Silao porque tenía más compromisos en Silao. Y allí tuvo la oportunidad de platicarle aquel hombre y le dijo:

—Todos me juzgan de a loco, padre —dijo— mire, ayúdeme y ayude a esas gentes y esas, mire, son almas que andan penando por el campo por esta razón y por la otra, mire, ayúdeme. ¿Cómo puedo deshacerme? —Ya le dijo la, la | cómo, que con un cirio bendito dijo: — y puedes que tener que sean las doce de la noche, para que las campanadas los reunieran —dijo— y unos rezos de usted —dijo—. Y si trata de llevarlos al, al, al panteón —dijo— porque ellos se han extraviado —dijo.

Entonces, este, este sí le dijo, le dio muchas esperanzas, le dijo:

—Mira, yo sí te creo. Todo lo que me contates —dijo—, se lo voy a platicar a mis superiores —dijo—. Todo lo que me contates y voy a tratar de convencerlo —dijo— que me den permiso una tarde a venir a darles un rosario aquí y reunirnos todos —dijo— para, para así —dijo— ir a hacer todo lo posible por así como tú dices, bajarlos al panteón pa que descansen esas almas que andan penando—.

Dicen que así fue y llegó un día en la tarde, llamaron el rosario, allí bajaron mujeres, niños y todo, como en lo costumbre, bajaron hombres y como te digo yo, bajaron también machos, lo que le nombran machos de esos empistolaos, muy machotes. Entons ya les habló y les dijo que | de qué se trataba. Y sí les advirtió que no querían muchachos, quería puros hombres, dijo: “No quiero muchachos”, dijo, “porque pueden asustarse, pueden correr o bien no quiero que nadien grite, porque to va ser una | va ser en silencio”, dijo,“más unas oraciones que vamos a darles”. Dijo: “¿quién de todos se apunta”, dijo, “para ir?” Dijo: “No vamos a subir hasta el monte hasta arriba, va a ser a la orilla del camino, al pie del monte, pa que los agarres cerquitas y no tengamos peligro de… | no vamos nosotros a peligrar tampoco”, dijo “vamos a tar en la orilla del camino”, dijo, “al fin que las campanadas, que los van a reunir”. Y así fue… se fueron pero no, nunca, nunca se aparecieron los machos, fueron todos los hombres que, que se habían apuntado. Entonces fueron y allí esperaron el momento cuando iban a dar las doce, que les dijeron, dijo el padre: “Es el momento de prender la | el cirio” y cuando empezaron a sonar las campanas, y con la luz del cirio, dicen que empezaron a ver, a ver los bultos, que salían de monte, por onde quieran salían del monte, pero ordenados. Todos ordenados formaditos, todos adelante. Ya les dijo el padre | le dijo a, al indicado pues que había hablao con ellos. Dijo: “tú eres el indicao pa llevar el cirio, adelante”. Porque sabía que él ya sí no les tenía miedo. Dijo: “Tú lleva el cirio adelante”, dijo, “y todos los hombres que nos acompañaron van a ir atrás de ti y yo voy a ir atrás de ustedes, que es mi lugar, voy atrás de ustedes”. Ya empezaron a rezar a hacer unas oraciones y empezaron a bajar. Y todas aquellas almas, aquellos es- | bultos iban todos formaditos, derechitos hacia, hacia abajo. Llegaron al panteón, los entregó en el panteón y allí fue donde les dijo el padre, les dijo: “No, todos no deben de salir, este es un lugar para ustedes pa | un lugar de descanso”, dijo, “porque no, no es un lugar pa, pa andar ustedes por el | por allá”, dijo. Y a esto, dijo: “miren, todo aquello, ya Dios los juzgó, aquellos que los trataron mal a ustedes, Dios los va a juzgar a ellos”, dice, “o ya los juzgó y acaso ya están muertos también”, dijo, “ya los juzgó, ustedes son inocentes”, dijo, “ya no tengan esa preocupación”, dijo, “este es su lugar”. Dijo “y yo”, porque ya también le habían revelado, le había revelado aquel hombre, aquel hombre de parte de | cuando platicaba con ellos. Que ellos salían a la noche, pero no, no, no los que andaban en el campo, sino los que estaban en el panteón, porque después se fue a vivir al panteón. Entons ya cuando taban allí les dijo: “Miren, les voy a dar permiso de que salgan”, dijo, “pero regresen”, dijo, “porque este son custodios de sus restos. Y cuando vengan sus familiares, ustedes los escuchen, ustedes como espíritus”, dijo, “lo escuchen”, dijo, “y esperen hasta la so-, se- | hasta la resurrección”, dijo, “este es su lugar”.

Y ya todo lo demás, cuando él ya se fa-, se familiarizó con ellos, dicen que aquel hombre | al ya no poder | que no tenía ya, ya no | sí que se le habían acabao todos | ya no tenía miedo, ya taba familiarizao, familiarizao con ellos. Dicen que este les dijo a un pariente que tenía mucho dinero también, migrante que le hizo una… pues una… | le arregló bien allí donde se había enterrao un familiar, le arregló tan bonito allí toda su, su | donde lo habían enterrado, lo, lo cubrió de mármol, le hizo como una, una capillita, le hizo hasta una puertita de fierro. Todo. Un Cristo de dentro de, del, del fondo de, de la capillita allí y dos, dos ángeles en, en, en la, la | porque era un techito de dos alas. Y este le dijo al pariente muy lejano, que si lo que- | que si podía cuidar al, al familiar allí y este le dijo que sí, pero hubo una confusión, porque al decirle que sí, pos este quería | que le entendió que, que le entendió que se iba a ir a vivir a | más bien entendió que sí le había dao permiso pa que se fuera a vivir allí. Fue cuando ya se bajó del, del monte y pos allí encontró casa, allí se metió pero con el permiso, con el permiso del pariente y con el permiso de to los espíritus y todas las almas que taban allí, allí en el panteón allí. Dice que algunas ocasiones llegó a platicar con algunos, eso decían que salían , que con una palmada de manos, eso era lo que duraban para ir a visitar a sus familiares hasta Silao, hasta San Pedro, hasta La Luz, dijo “todos salimos en la noche cuando nos visitan ellos o vamos a visitarlos hasta allá”. Entonces, cuando él salía en la noche, que a veces que tenía malo o un | que se sentía malo de la | pos le dolía la cabeza o algo, tenía hambre, salía e iba a la tienda, para arriba a pedir, a pedir que le dieran algo de comer. Lógico que encontraba gentes que taban tomando, tomando allá los muchachos, tomando allá cervezas y todo, y al verlo a él lo ponían como testigo, decían: “mira, ahí viene don Julano” porque sabían que él vivía en el panteón allí, que se quedaba en el panteón ¿eh? Dijo:

—Mira, ahí viene don Julano, y él va a ser testigo —dijo— que a las doce de la noche voy a pasar por allí por el panteón, por el camino pues del panteón, fuera del panteón —dijo—. Para que vean que yo no tengo miedo y que yo sí soy muy macho y que todo eso—. 

Y él les decía que pasaran a la hora que quieran. Dijo: —Pasen a la hora que quieran —dijo—, es camino —dijo—. Hay gente que pasa en la noche —dijo—. Pero ustedes lo que están haciendo es un reto, lo que están haciendo —dijo—. Es lo único, es un reto que tan haciendo —dijo— y no los reten a ellos. Pasen—.

Dice que una ocasión oyó cuando un caballo como que se desbocó, que pasó por fuera. Y hasta allí ¿vale? dice que oyó, que pasó el caballo y se oía el tro-, troteo, tro-, troteo del caballo y ya más no, no se dio cuenta más de nada, sino mucho muy adelante, al día siguiente lo andaban buscando y él salió y preguntó y dijo: “Sí, aquí pasó”, dijo “en la noche pasó ahí”, dijo, “el caballo desbocao”, dijo, “por [¿esa tarde?] para arriba”. Dicen que lo encontraron al caballo que se había abierto todo el pecho aquí porque se había estrellado, se había estrellado en un árbol. Pero él, él absolutamente no tenía más que unos rasguños el hombre, el muchacho aquel. Tenía unos rasguños en el cuerpo. No era para que, para que se | no se mató, sino dicen que tenía la, la, la cara desfigurada porque dicen que tenía los ojos que se le salían los ojos y la mirada así, pero así como, como si hubiera habido algo feo ¿eh? Se murió de puro miedo porque se le aparecían los, los espíritus, es lo que se cree. Porque cuando lo bajaron, lo recogieron, ese sí le hicieron la autopsia, le hicieron la autopsia para ver de qué había muerto, y no tenía golpes de muerte, sino este se murió de, de, de | se le paró el corazón de puro miedo, como se le aparecían... Por eso él decía que no había que retar a los espíritus. Dijo: “no, eso no se les reta”, dijo, “al contrario, por eso hay que dejarlos ir. Nunca había que detenerlos”. Y esta era la parte que platicaba aquel hombre.

Él siguió viviendo, siguió viviendo allí, pero había unos ricachones también que tenían problemas también con el hijo, con un hijo que no quería salir de la casa, que en la noche decían que le daba mucha, mucha | pues que hacía muchos ruidos, ruidos donde quiera, en toda la casa, cocina, donde quiera, el hombre aquel. Pero era de los machos, de los que se habían apuntao. Entonces, pues le volvió ese pues como quiso, quería que también su hijo pues saliera de su casa pa que descansara y también para que los dejara descansar a ellos, porque hacía un ruido de, de | en los cuartos, porque dicen que según este muchacho nunca lo dejaron crecer, tenía todo a la mano, nunca lo dejaron que hiciera nada y eso fue lo que la causa de su muerte, como no le dijeron nada, nunca se enseñó a trabajar. Todo le daban, como tenía todo. Y él murió de una enfermedad. Entonces, pues no tuvieron más remedio que bajar a ver al, a, a aquel hombre que ya era un ancianito por aquellos entonces. Era un ancianito y le dijo que pos que algo tenía que hacer. Trataron de buscar al padre porque ya no volvió el padre. Él bajó una temporadita para allá y ya después le buscaron un templo no se sabe pa donde lo habían mandao, porque era un padre muy joven. Entonces, él le prometió dijo que si hacían el intento, así como les habían dicho, como les habían dicho los espíritus aquellos y… y los rezos que le había rezao el padre, le dijo: “si quieres hacemos el intento”. Pero allí sin, sin compañía más que, más que los puro familiares. Siempre como diciendo “no, no acompañado de niños, sino ya jóvenes o…” pero diciendo de la familia. Este hombre se animó y le dijo: “bueno, vamos a hacer la misma operación. Un cirio bendito”, dijo, “y a las doce de la noche alguien que llame las campanas”, dijo, “y, y, y vamos a sacar al, al, al, al familiar”. Y que este hombre, pos sí que le decían | no lo veía, pero de todos modos se lo sentía, decía, que lo sentía su presencia y que decía “no, este no es tu lugar”, dijo, “tu lugar es en el panteón a descansar”, dijo, “acompáñanos, vámonos, vamos ándale, vas a descansar tú, a descansar eternamente”, dijo, “y vas a dejar descansar a tus familiares, ándale, camínale”. Decían, decían, decían los machos | porque para aquel hombre ya no era extraño ver aquel bulto o bultos, que decían los, los familiares de aquellos machotes, que decían que cuando llevaron | cuando ya prendieron la vela, dicen que ellos sí venían, venían atrás del hombre que traía el cirio y que sí veían aquel bulto que era su hijo, porque taba penando, por eso no descansaba, porque taba más tarragao en la casa y lo llevaron, lo depositaron en el panteón y lo mismo, aquel hombre con aque-, aquella facultad que tenía casi ya porque se la había tomado, por lo menos esa facultad, le dijo: “no te salgas, este es tu lugar para que descanses y deja descansar a tu familia aquí hasta el final del mundo, hasta cuando ya venga la resurrección”, dijo, “aquí”, también le dijo las mismas palabras “puedes salir, pero regresa”. Este es la historia, las pláticas que nos platicaba don Odón.