El soldado de Tortosa

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Clasificación

Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 1178r

Informantes

Recopiladores

Pilar Muñoz

Responsable del grupo investigador: Jerónimo Anaya Flores

Notas

Notas léxicas

requisitoria: ‘adj. que se aplica al despacho de un Juez à otro, en el que le requiere execute algún mandamiento suyo, con el término y cortesía que se debe. Usase regularmente substantivado en la terminación femenina’ (Dic. Aut.,  T. V, 1737: p. 589).

(Nota léxica de Jerónimo Anaya Flores)

Bibliografía

Otras versiones de "El soldado de Tortosa"

Alonso Fernández et alii (2017: n.º 75); Esteve Faubel (1998: pp. 1143-1146); Hernández Fernández (2010: n.º 54); Moreno Moreno (2016: n.º 201); Pimentel García (2020: n.º 502).

Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.

Transcripción

Esto ha sido fundación,     en la ciudad de Tortosa,
con un tal José Romero     y Dominga Carrascosa.
No era este matrimonio     muy estimado en el pueblo
y, por desgracia o fortuna,     solo una hija tuvieron.
Esta niña se criaba     pero de lo más preciosa,
su cara se parecía     como a la nieve y las rosas.
Llegó a dieciocho años     esta muchacha inocente;
por desgracia o fortuna,     la pretendió un estudiante.
Iba con la picardía,     que el tirano la engañó;
y a eso de los nueve meses     un niño desocupó.
La joven, avergonzada     en ver lo que le pasó,
dejó a su hijo acostado     y una noche se marchó.
A otro día de mañana,     sus padres se levantaron;
fueron a ver a su hija     y solo al niño se encontraron.
Echaron requisitoria*     y, sin poderla encontrar,
los padres con tanta pena     no dejaban de llorar.
Este niño se criaba     sin dar en qué merecer;
en casa de sus abuelos,     juntos vivían los tres.
Llegó a dieciocho años     y este su suerte jugó
y, por desgracia o fortuna,     para Melilla salió.
Lo llevaron a ese sitio,     era una casa de campo;
por donde debajo’e tierra     todo lo tienen minado.
Tenían a los soldados     como Dios los trajo al mundo
y de cama les ponían     ramas de los higos chumbos.
Tenían unas correas,     pero muy bien arregladas,
hechas de pinchos y clavos,     y con ellas los pegaban.
En aquella casa había     tan solamente dos moras,
pues eran las dos mujeres     de aquellos dos cabecillas.
A otro día de mañana,     y ella atenta se fijaba
en las siglas de un soldado     en las espaldas llevaba.
A otro día de mañana,     oía con disimulo
cómo lloraba un soldado     despidiéndose del mundo.
—Adiós, mi querida patria,     adiós, aguas caudalosas,
cuando pasas por el río     de Tortosa.
Adiós, para mis abuelos,      para mis queridos padres,
el sitio les [¿rogaré?]      en sitio donde se hallen.
Entonces aquella mora:      ………………………
 —¿Cómo te llamas muchacho?—.     Respondió —Yo no lo sé,
porque ni a mi querida madre     la he podido conocer.
Según decía mi abuela     que mi madre se marchó;
de cuatro días nacido     y una noche se marchó—.
Entonces aquella mora     al soldado se acercó,
diciendo: —Yo soy tu madre,     hijo de mi corazón.
¡Cuánto he sufrido por ti,     y ahora llegarnos a encontrar
donde estos malditos moros     ahora nos quieren matar!
¿Cómo puede ser que ahora     pueda resistir mi alma?
Le den muerte a mi marido     o al hijo de mis entrañas.

Resumen de "El soldado de Tortosa"

Una muchacha se enamora de un estudiante que la deshonra. Queda embarazada y, al poco tiempo de dar a luz, abandona al niño al cuidado de sus padres. Cuando el niño crece, lo reclama la quinta para Melilla. Allí cae prisionero. Sin embargo, la mujer de uno de los cabecillas siente pasión por los prisioneros españoles. Un día, esta mora bondadosa escucha a uno de los prisioneros hablar de su tierra, Tortosa. Entonces, hace las averiguaciones pertinentes y descubre que es su hijo. Libera a los prisioneros cuando su marido duerme y escapan todos juntos a España.