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Notas léxicas
requisitoria: ‘adj. que se aplica al despacho de un Juez à otro, en el que le requiere execute algún mandamiento suyo, con el término y cortesía que se debe. Usase regularmente substantivado en la terminación femenina’ (Dic. Aut., T. V, 1737: p. 589).
(Nota léxica de Jerónimo Anaya Flores)
Bibliografía
Otras versiones de "El soldado de Tortosa"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
Esto ha sido fundación, en la ciudad de Tortosa,
con un tal José Romero y Dominga Carrascosa.
No era este matrimonio muy estimado en el pueblo
y, por desgracia o fortuna, solo una hija tuvieron.
Esta niña se criaba pero de lo más preciosa,
su cara se parecía como a la nieve y las rosas.
Llegó a dieciocho años esta muchacha inocente;
por desgracia o fortuna, la pretendió un estudiante.
Iba con la picardía, que el tirano la engañó;
y a eso de los nueve meses un niño desocupó.
La joven, avergonzada en ver lo que le pasó,
dejó a su hijo acostado y una noche se marchó.
A otro día de mañana, sus padres se levantaron;
fueron a ver a su hija y solo al niño se encontraron.
Echaron requisitoria* y, sin poderla encontrar,
los padres con tanta pena no dejaban de llorar.
Este niño se criaba sin dar en qué merecer;
en casa de sus abuelos, juntos vivían los tres.
Llegó a dieciocho años y este su suerte jugó
y, por desgracia o fortuna, para Melilla salió.
Lo llevaron a ese sitio, era una casa de campo;
por donde debajo’e tierra todo lo tienen minado.
Tenían a los soldados como Dios los trajo al mundo
y de cama les ponían ramas de los higos chumbos.
Tenían unas correas, pero muy bien arregladas,
hechas de pinchos y clavos, y con ellas los pegaban.
En aquella casa había tan solamente dos moras,
pues eran las dos mujeres de aquellos dos cabecillas.
A otro día de mañana, y ella atenta se fijaba
en las siglas de un soldado en las espaldas llevaba.
A otro día de mañana, oía con disimulo
cómo lloraba un soldado despidiéndose del mundo.
—Adiós, mi querida patria, adiós, aguas caudalosas,
cuando pasas por el río de Tortosa.
Adiós, para mis abuelos, para mis queridos padres,
el sitio les [¿rogaré?] en sitio donde se hallen.
Entonces aquella mora: ………………………
—¿Cómo te llamas muchacho?—. Respondió —Yo no lo sé,
porque ni a mi querida madre la he podido conocer.
Según decía mi abuela que mi madre se marchó;
de cuatro días nacido y una noche se marchó—.
Entonces aquella mora al soldado se acercó,
diciendo: —Yo soy tu madre, hijo de mi corazón.
¡Cuánto he sufrido por ti, y ahora llegarnos a encontrar
donde estos malditos moros ahora nos quieren matar!
¿Cómo puede ser que ahora pueda resistir mi alma?
Le den muerte a mi marido o al hijo de mis entrañas.