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Hace muchos años aquí también se platicaba eso de la carreta, del carro, de aquel carruaje de, de la muerte. Se platicaba mucho en aquellos | la gente, que se platicaba mucho de los | del carruaje de la muerte.
Entonces, esta plática ya se sabía aquí, pero yo la oí con más precisión y un poquito más con…, así más más detallada. Fue en este, en La Aldea. Fuimos al béisbol y nos sentamos allí en un, en un mezquites, allí en la sombra de un mezquites, viendo el campo allí, el béisbol. Había un carrito que taban vendiendo de estos… melones. Y había un grupo de hombres allí ya, ya macizos de edad. Y estábamos sentaos allí, hasta los señores esos, como ya taba cayendo el sol, les di- | los mismos señores que taban allí platicando, nos dijeron: “Miren, muchachos, arrimen la piedrita más acá, pa nos dé la sombrita”. Así es que ya mas cerquitas estábamos oyendo la plática, onde taba platicando uno que allí en la calle había un muchacho, un joven en aquellos entonces, decían que le platicaban que era muy, muy mal hablao, que le faltaba el respeto a la madre. No la respetaba. No solamente era flojo, sino hasta borracho. Y este muchacho tenía una amante, ahí mismo en La Aldea, pero más abajo, y que la mujer | la mamá le decía, porque el, el muchacho era, era huérfano de padre, y la madre pos luchaba por él pa sacarlo adelante. Y que la madre le decía:
—Mira, hijo, no te vayas, hijo —dijo—. Mira, esa mujer es casada —dijo—, el hombre te puede dar un golpe —dijo—. Es una mujer ajena, no te vayas—.
Y que le decía el muchacho: —No, madre. Ya toy grandecito y sé lo que hago y sé lo que quiero. No se meta en lo que no le importa, madre—.
Y la madre le decía: —Sí me importa, hijo, porque eres mi hijo. Y que no te vayas—.
Entons dicen que la madre, cuando ya iba pa juera, la des- | como que presentía algo que iba a pasar la mujer. Dicen que lo pepenó, que lo jalonó de la chamarra: —No, no te vayas, hijo—.
Y este hombre, este muchacho, lo que hizo que le aventó a la madre. Dijo: —Ay —dijo—, lo que me estás haciendo es perder el tiempo —dijo—. Déjeme, ya toy grandecito, yo ya sé lo que hago, madre. No se meta, déjeme. —Y salió y ganó hacia, hacia el mismo rumbito por la calle principal hacia abajo, ganó hacia abajo.
Entons, por cierto que ya era tarde, ya taba tardiendo, ya ca-, ya ca, ya cayendo la tarde. La oscuridad se fue. Este según estos dicen que tenía que verse con la mujer, la mujer esta, en unos barbechos. Que salía de su casa y se metía en unos barbechos por allá. Y a llegar por allá | ah, pero antes de irse, la mujer le dijo aquellas palabras que había oído, que había oído la mujer esa cuando él se fue y le faltó al respeto. Dijo:
—Ay, hijo —dijo—, mira, cuídate, cuídate del gua- | de, de, de, cuídate de el del carro, de, de, de, de aquel carruaje —dijo— de aquel carruaje —dijo—, que se | de la muerte —dijo—, que se lleva a tos los malcriaos como tú—.
Dijo: —Son puras imaginaciones, madre. Eso es lo que pasa—.
Y se fue. Cuando llegó a ver a la amante, resulta que ya no le encontró y culpaba a la madre. Uy, que llegó donde se habían quedao de ver y dijo: “Todo por mi madre”, dijo, “que, que mi madre”, dijo, “que me entretuvo y que no me dejaba salir y que todo esto”. Hablando insolencias de la madre. Cuando ya salió del barbecho, de aquellos por allá, dice que se encaminó así en el camino. Pero enfurecido. Cuando de repente vio, vio un carruaje jalao con caballos, un carruaje antiguo jalao con caballos, y que le dijo, le dijo el cochero, dijo: “Súbete. Súbete.” Dijo: “Yo sé onde ta tu, yo sé onde ta tu, tu amante”, dijo, “te anda buscando por allá, cercas a tu casa”. Dijo: “Súbete, yo te llevo”. Este se subió sin ningún | ni sin pensar lo que le había dicho su madre. Se subió, si onde se dio cuenta, se empezó a dar cuenta fue porque él se dio cuenta que, que el carruaje no iba rondando en el piso, que sintió que iba volando. Sintió que iba volando. Y al sentir aquello, dice que se asomó a ver a los caballos, a ver a | porque el, el, el chofer, el, el, el, el chofer que iba pues, el caba- | que iba, iba por fuera parao. Dice que vio los caballos, cuando vio que, que de una volteada, que unos caballos que aventaban hasta lumbre por el hocico. Y allí se dio cuenta de lo que le había dicho su madre y dice que fue cuando pegó un grito, y que le gritaba: “¡Madre, perdóname!”. Dicen que cuando decía “¡Madre, perdóname!”, el carruaje se paraba un poco al | así, más despacio, pero cuando men- | mencionaba a Dios…, dijo: “¡Ay, Dios, perdóname, que le falté a mi madre!”, decía que él se sentía estar parao en, en la calle, parao en la calle, pero sin poderse mover. Y cuando volvían, lo mismo. Se volvía a sentir arriba, arriba del carruaje. Y ya se dio cuenta de to lo que le pasaba. Y de allí pa delante, que el carruaje lo oía más despacio y que gritaba, pero gritos desesperaos que le gritaba: “¡Madre, perdóname!”, que le gritaba: “¡Ay, Dios mío, perdóname, que le falté a mi madre!”. Cuando en eso, dicen que la madre salió | de plática, taban platicando que la madre salió por agua a la fuente. Porque efectivamente allí en la calle existe una fuente en la calle, una media fuente, porque supongo que ahí ta la bomba adentro. Allí hay algún pozo y la gente la acarrea. Es muy bonito allí La Aldea, allí acarría el agua para sus casas en los cántaros, en aquellos entonces, allí. Y entons fue cuando la madre al escuchar los gritos, conoció los gritos de su madre y su madre también vio el carruaje que iba, y este se le atravesó, se le atravesó a- | el carruaje. Y en media calle, que le gritaba: “¡En nombre de Dios, no se lleven a mi hijo!”, dijo. Y el hijo por dentro gritaba, que gritaba que “¡Perdóname, mamá, perdóname, Dios mío!” y que to eso. Dicen que se vino un torbellino de polvaderón como un romolino y se perdió, aquello se perdió. Y aquel muchacho quedó como privao allí. Pero en el suelo, en el suelo. Y la madre le decía:
—Ay, ya ves, hijo, te lo advertí —dijo.
Y que le decía: —¡Perdóname, madre!—.
Dispués que era una persona tan vaga, tan mala… No fue muy bien educao. Pos más bien sí lo educaron, pero, pero no aprendía nada. Dicen que fue un ejemplo. Platicaban allí que fue un ejemplo de muchacho. A partir de allí ni una gota de vino, ni siquiera salir en las noches, y quería mucho a su mamá, todo amor a su mamá. Se convirtió en un hombre trabajador. Dicen que se fue a trabajar en una ladrillera, a carrear ladrillos donde los estaban haciendo. Aprendió a hacerlos y empezó a ahorrar centavitos de lo que le pagaban. Y a su madre no le faltaba nada. Su madre se sintió orgullosa de él. Y él se sintió orgulloso de su madre, al grado que tanto fue ahorrando el muchacho, se casó, sí. Se casó, pero con una vida normal, una vida bonita. Cuando él mismo puso una ladrillera y decía el hombre que, que hacía ladrillos de aquel lao de allá dijo, dice “comenzó desde abajo”, dijo. “Fue arrimando, trabajando allí”, dijo, “y yo era un ejemplo para todos”. Y que les decía: “A la madre no se le falta el respeto, siempre hay que respetarla”, dijo.