Difunta pleiteada

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Notas

Registro sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00009A 02)

Título indicado en las anotaciones de campo: "La difunta pleiteada".

En los fondos del Museo Joaquín Díaz podemos encontrar grabaciones en video del gaitero interpretando alguno de los temas de esta entrevista.

Bibliografía

IGRH: 0217

 

Otras versiones de "Difunta pleiteada"

Álvarez Cárcamo (2019: 9.2); Díaz (1980: n.º 4); Díaz (2007: E.10); Foxo (2011: p. 62); Manzano Alonso (2003: pp. 351-355); Marazuela Albornos (1981: pp. 392-393); Pimentel García (2020: n.º 124); Piñero Ramírez y Atero Burgos (1987: n.º 33); Salazar (1999: n.º 87); Schubarth y Santamarina (1987: n.º 26, 31); Trapero (2000b: n.º 15); Trapero, León Felipe y Monroy Caballero (2016: n.º 31); Valenciano López de Andújar (1994: n.º 114).

Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.

Estudios

GONZÁLEZ, A. (1994). Tradicionalización del romance de "La difunta pleiteada". En J. Villegas (Coord.), Actas Irvine-92: [Actas del XI Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas] (pp. 33-44). Asociación Internacional de Hispanistas.

GOYRI DE MENÉNDEZ PIDAL, M.ª (1909). La difunta pleiteada: Estudio de literatura comparativa. Madrid: Victoriano Suárez.

SALAZAR, F. (1992). La difunta pleiteada (IGER 0217): Romance tradicional y pliego suelto. En B. Garza Cuarón e Y. Jiménez de Báez, Estudios de folklore y literatura dedicados a Mercedes Díaz Roig, (pp. 271-313). México: Colegio de México.

Transcripción

Se casa (y) hoy su esposa,     doña Ángela de Medina,
y pa gusto de sus padres     y a disgusto de ella iba.
Íbanse para la iglesia     todos en su compañía
y, a la entrada de la iglesia,     (y) esta oración decía:
—Dios quiera que no me goces,     traidor, ni tampoco un día—.
Y, al coger agua bendita,     la misma oración decía:
—Dios quiera que no me goces,     traidor, ni una hora cumplida—.
Y, al hincar rodilla en tierra,     la misma oración decía.
Volviéranse para casa     todos en su compañía.
Todos comen, todos beben,     Ángela llora y suspira.
—¿Qué te pasa, tú, la Ángela?     ¿Qué te pasa, hija mía?—.
La sacan a un balcón;     le pregunta su madrina:
—¿Qué te pasa, tú, la Ángela?     ¿Qué te pasa, hija mía?—.
—Es que me han hecho casar     con el que yo no quería—.
Y, estando en estas razones,     muerta al suelo caía.
Llamando su padre: —¡Abrir!—,     por ver de qué mal moría.
Tenía el corazón vuelto     lo de abajo para arriba,
y en medio de el corazón,     tres letras de amor tenía:
(y) una decía: “tristeza”,     y otra decía: “alegría”,
y otra decía: “don Juan,     don Juan del almita mía”.
Y, al cabo de siete días,     don Juan por allí venía.
Llegara ya a la puerta,     donde nadie respondía;
y se acerca al balcón     una hermanita que tenía:
—Di, ¿por quién llevas tanto luto     y tan negra mantellina?
—(Y) el luto es por doña Ángela,     doña Ángela de Medina.
—Dímelo, muchachuela,     y dímelo por tu vida,
dime dónde está enterrada     doña Ángela de Medina.
—Alante el altar mayor,     donde la Virgen María—.
Y coge el bastón de la mano     y sube la iglesia arriba,
y con la punta del bastón,     lanzó la lápida arriba.
La cogiera de la mano,     la sentó en su rodilla
y, cosas de ver, pía cosas,     y como si estuviera viva:
—(Y) estoy capaz de matarme     y hacerme en tu compañía—.
Y, estando en estas palabras,     una voz del cielo oía:
—No te mates, tú, el don Juan,      no te mates, por tu vida,
que el que te la quitó muerta,     te la puede volver viva—.
Y formaron preito los dos     en toda tierra Castilla.
—La niña es para don Juan,     que la tiene merecida.
Vale más quien desentierra     que no quien entierra en vida. [Com.]
 
[Com.:
Joaquina: Eso lo cantábamos cuando andábamos a arar, y sudando como patos, que sudábamos.
Manuel: Este es el tono de las siega del pan. Este es el auténtico tono de la siega del pan.
Joaquina: Ahora, que eso ya no sé cantarlo yo porque usted comprenderá que ni tengo dentadura, ya no lo canto yo como cantaba.
Manuel: A lo mejor pa la parte de Sanabria le dan algo menos de..., de requiebro, con más requiebro, pero el tono viene a ser este.
Severiano: No, es que lo que pasa es que yo lo cantaba como así con voz sencilla, por no levantar la voz.
Recopilador: Claro, porque yo te he oído cantar muy, muy fuerte, claro. Y ahora también, ¿eh?
Manuel: ¿No sé si te acordarías cuando le hicieron el homenaje a Andrés Vázquez?
Recopilador: Tiene una voz muy bonita.
Joaquina: No, no, es que no..., es que no puedo ya. ¿No ve que no tengo dien-? Además, que ya soy mayor, no es como... Cuando era joven, no me cambiaba por nada, por lo menos pa cantar.
Manuel: Entonces, el locutor le preguntó, le dijo:
—Bueno, Andrés, tú, cuando eras niño, ¿qué hacías? —como él es de allí, de Villalcampo.
Y decía: —Bueno, pues, ¿yo qué iba a hacer? Segar; segar con mis padres, ir a los campos, recoger, tirar las trillas y todo eso.
Dijo: —Bueno, ¿y segabas? —dijo— ¡Hay que ver!—.
Como cualquiera, tenía que segar. Dijo:
—Bueno, entonces te vamos a poner algo..., algo referente a la siega—.
Y le pusieron el tono este de la siega del pan, claro, que debió de estar cantao por una de Ribadelago o una de Pedrazales, por la voz y el timbre y eso. Y, entonces, dice:
—Bien, bien, este es el tono de la siega del pan, pero esto es allá por Sanabria, en mi tierra no se usa esto.

Resumen de "Difunta pleiteada"

Dos amantes se prometen matrimonio. En algunas versiones, cuando el pretendiente se encamina a casa de los padres de la novia, estos le comunican que la van a prometer con un rico comerciante o general. Para olvidarla, marcha a las Indias o a la guerra. En otras versiones, el novio es un rico comerciante que se marcha a las Indias para hacer negocio y los padres de la muchacha, aprovechando su ausencia, la casan en contra de su voluntad. En ciertas versiones, se relata cómo, durante la boda, la muchacha le pide a Dios o a la Virgen que impida el casamiento. En el convite, la recién casada se muestra llorosa y apenada, y, en algunas versiones, muere súbitamente. Cuando el antiguo pretendiente vuelve de las Indias, se dirige a casa de su amada, donde encuentra a una muchacha enlutada, que en algunas ocasiones es la hermana de la fallecida o una criada, y se interesa por la identidad del difunto. Ella le responde que se trata de su antigua novia y le indica el lugar donde ha sido enterrada. El joven acude hasta allí y, con ayuda del sacristán, aparta la losa y saca a la difunta. Desesperado, agarra su puñal para darse muerte, pero en ese momento, la Virgen interviene y revive a la amada. Se realiza un pleito para determinar con cuál de los dos pretendientes debe casarse la joven y gana el antiguo amante.