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Había un señor, un señor muy responsable, muy responsable de sus hijos, pero resulta que él taba enfermo, y enfermo el hombre ya, muy enfermo. Y ya un, un niño, niño de doce años que lo acompañaba. Sabía dónde dejaban | en qué mesones | por aquellos entonces, los mesones aún dejaban la alfalfa, la paja y también a veces traían sus viajes de… de este, de lechugas, de zanahorias, todo eso acarreaban ellos, por encargo. Entons, dice que le dijo a su hijo, el que | así, como estaba, venía ya pa’acá, lo que no sé precisamente que de ónde se vendrían, si de aquí la Hacienda de Burros o la…, o Aldama, no sé por ahí, que era por esos rumos por ahí el hombre este. Para esos tramos tan grandes, pues se trae refuerzos, aquí os traigo los, traigo a los burros solos, ahí, como dice uno, ahí no más al… pa que vengan descansaos, que vengan descansaos y sin nada. No… | Entonces este resulta que le, que el papá le dijo al niño, dijo:
—Mira —dijo— mira, hijo. Pase lo que pase, yo te voy a, yo te voy a estar siempre contigo, pase lo que pase, siempre voy a estar contigo, para que nunca, nunca te, tengas miedo —dijo y le dijo—. Mire —dijo— yo toy muy malo, más que pos me ando sin ánimos para estas cosas… —dijo—.
Entonces el mayor dijo, [¿…?] más chiquito, dijo:
—Nunca te voy a dejar —dijo— de la mano.
—Ándele, usted se va —dijo— y pega la, la alfalfa, la paja y que le paguen —dijo.
No, pues así lo hizo el chamaquito con tanto… | como un arrierito, le pusieron “el arrierito” | y se vino. Todo salió a la perfección. Todo. No había de, de otra cosa, sino sencillamente que… toda la gente que lo veía, no lo veía, no veía más al niño, que ahí andaba el… eso de su padre de él. Pedro creo que se llamaba el padre, el padre de este muchachito. Y allí iba con él, pero él decía | porque se refería porque los saludos que le daban al ho-, al hombre, que le saludaban, creo que sí se llamaba Pedro, decían: “Sí, don Pedro, sí, don Pedrito”, dijo, “que le vaya bien, ándele”. Dijo: “Pero si mi papá ya se murió” dice el chamaquito “y todos, y todos me le saludan y muchas ya…” | Dicen: “Buenos, buenos días, a los dos”, “buenas tardes a los dos”. O sea, a las dos personas que van ahí. Pero él iba el muchachito solo.
Tanto ir y venir, tanto ir y venir, un día se le apareció ahí una, una, unos, unos rateros. Pero que eran también eran, eran, eran d’estos…, eran arrieros, pero con mucha… cómo te digo, con mucha… mala, mala maldad que tenían. Ya cuando el chamaquito venía, pos le dijeron | que, que taba los centavos que había cobrao:
—No… —le decía—, no, yo no, yo no traigo nada —dijo—.
—Bájate, pues, eche los centavos y la canija—.
Y esas, pues no puedo precisar el sitio d’onde, onde pasó eso… Entonces, dice que… llegó la marita, la varita mágica, esa varita que… realmente los estaba golpeando, y él mirando, el niño, mirando que les estaba golpeando a los, a los otros a los estos, los arrieros aquellos malosos y cómo él lo miraba a su padre, el espíritu, su padre que lo estaba defendiendo, que la vara no más sonar y sonar y salieron corriendo. Dice que entonces le dijo: “Ay”, dijo, “perdóname, hijo”, dijo, “es que no andaba…”, dijo, “me distraje, andaba distraído”.
Bueno, así pasó el tiempo, p’arriba y p’abajo el chamaquito, porque era muy trabajador, pero viene… | Cuando él llegó ya a sus 18 años, fue cuando dicen que le dijo | y ahí volvió a hablar la voz de su padre. Cuando él ya, cuando él ya tenía sus dieciocho, le dijo, dijo | porque ya lo tenía pensao, dijo: “Mi padre, todo lo mío menos yo. Todos los que le saludan”, dijo, “y no, no conocemos | me saludan”. Y que llegó y le dijo, pero en el mismo sitio, el mismo sitio, más o menos calculando dónde, dónde, dónde falleció. Porque este falleció que le dijo que se iba a quedar allí un ratito, recargando en un mezquite, ahí, en un mezquitito, dijo, para descansar, dijo. Ya cuando él, cuando él llegó el chamaco, ya, ya, ya, ya lo… ya estaba muerto, ya estaba muerto, ¿eh?, porque hubo minutos o… o horas que se vino el chamaco hasta Guanajuato, pues la enfermedad lo mató. Pero, como él te digo, él quería que su papá también descansara, él quería que descansara. Cuando él cumplió sus dieciocho años, allí mismo onde murió su papá, allí le dijo:
—Papá —dijo— quiero que descanses —dijo—. Ya me siento un hombre —dijo— ahorita para seguir luchando por mi propia cuenta —dijo— pero, lo que sí quiero es que me, que me perdones por, por tan abusivo—.
Dijo: —No —que oyó la voz que le dijo— no, hijo —dijo— yo te lo dije de vivo y de muerto te iba a estar cuidando —dijo—. Na más que ahora, que tú ya me das la chanza de descansar —dijo—, cuando necesites un apuro, que estés en un apuro, me… me avisas —dijo—. Tú na más con que pienses en mí…—.
Todo pasó, todo pasó pero él ya esto así, no volvió a oír por momento, no volvió a oír por momentos la, pues la voz de su… de, de, de su padre, no la volvió a oír, pero resulta que, él echando viajes y | pues a él lo respetaban, lo respetaban entre estos, todos los, todos los arrieros. Pero dicen que este muchacho tuvo una… percance duro, por ahí que taban haciendo una balacera y todo eso, fue cuando dicen, pero no sé en qué parte, que se escondieron y que le dijo el papá | llego a entender por qué, porque si hay una balacera por todos rumbos, sería en la época de cuando entró la, la gra-, la gra- | todo eso, toda esa cosa que tiene el gobierno ahí. Y era muchacho, como te digo, con su felicidad era arriero.