Inés Marcela

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Informantes

Notas

Atero Burgos (2003: n.º 192) titula a este romance "El crimen de Don Benito" y lo clasifica como romance de cordel o de ciego dentro del apartado E. 1) Crímenes pasionales.

En esta versión, se repiten los versos 26, 35, 37 y 47.

La informante neutraliza /l/ y /r/ en posición implosiva y final a favor de [r].

Anotaciones musicales

Partitura
Transcriptor de la partitura

Luis Moreno Moreno

Bibliografía

IGRH: 5131

Otras versiones de "Inés Marcela"

Alonso Fernández et alii (2017: n.º 29); Atero Burgos (2003: n.º 192); Barrios Manzano y Jiménez Rodrigo (2002-2003: n.º 108); Benítez Sánchez (1999: p. 281); Escribano Pueo, Fuentes Vázquez y Romero López (1995: n.º 26); Fraile Gil (2013: n.º 67); Majada Neila (1984: n.º 87); Manzano Alonso (2003: p. 550); Moreno Moreno (2016: n.º 162); Pimentel García (2020: n.º 157); Piñero Ramírez y Atero Burgos (1986: p. 134).

Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.

Estudios

FERNÁNDEZ BARJOLA, M.ª I. (2007). El crimen de Don Benito en la literatura regional. En F. Hermoso Ruiz (Coord.), VIII Congreso de Estudios Extremeños (pp. 2099-2115). Badajoz: Diputación Provincial.

Transcripción

Al salir de misa de once,     el malvado criminal
le dio un beso a Inés María,     y ella le dio una guantá.
El malvado le decía:     ―Me la tienes que pagar―.
Mira si se la pagó,     que la mató a puñalás.
El sereno fue el primero     que a la puerta se acercó;
 pedir un vaso de agua     don Carlos se presentó.
―A esto vengo, Catalina;     a esto vengo: que he pensado
que me entregue usted su hija,     y a esto es a lo que me he llegado.
Le contesta Catalina:               ―No lo querrá Dios del Cielo
que yo te entregue mi niña     por ambición del dinero―.
Le dio cuatro puñaladas,     cayó mortal en el suelo,
y toda envuelta en su sangre     hasta subir a los cielos.
¡Con qué pena moriría     Catalina Barragán,
en ver que su hija quedaba     en manos de un criminal!
―Entrégate, Inés María,     que tu madre ya murió.
Los desaires que me has hecho;     ahora te devoro yo.
―Don Carlos, fíeme usted     y será usted mi padrino,
porque me quiere matar     este negro asesino.
―Yo no te puedo fiar     ni puedo ser tu padrino
porque me ha dicho Paredes     que hará conmigo lo mismo―.
Los bolillos de la silla     hincados en la pared
por ver si la vecindad     lo podían favorecer.
―Entrégate, Inés María,     que tu madre ya murió.
Los desaires que me has hecho;     ahora te devoro yo.
―Don Carlos, máteme usted.     Con mucha pena y dolor
muero al pie de un criminal,     pero defiendo mi honor.
Le dio cuatro puñaladas,     cayó mortal en el suelo,
y toda envuelta en su sangre     hasta subir a los cielos.
Una mujer que la leche     todos los días le llevaba,
en vista que no salía,     (y) empujó un poco la puerta
y cómo se quedaría     de que vio la mujer muerta.
Dio parte a la autoridad,     acudió toda justicia
y vieron llena de sangre     la caja del oculista.
Dijeron: ―Este infame ha sido―.     Van por él a Villanueva
y lo traen prisionero     entre grillos y cadenas.
Por la calle del Polvillo     ya no se puede pasar
porque vive doña Alberta;     su hijo, un criminal.     
Por la calle de la Cruz,     cuando el entierro pasaba,
pasó [¿Ficia?] la de Julia;     salieron a coronarla:
unas le ponen coronas,     otras le ponen la palma
y Julia, como maestra,     del ataúd la llevaba.
La cinta era en amarillo,     bordada en oro fino,
era un regalo del pueblo     que le hicieron los vecinos.
Inés María iba delante     y su madre iba detrás
y el negro asesino     agarrao a la cinta va.
La cinta era en amarillo,     bordada en oro fino,
era un regalo del pueblo     que le hicieron los vecinos.
Por la calle Cementerio     ha nacido un arbolito
con un letrero que dice:     “Mueran tres de Don Benito”.
Tomás Alonso se llama     el que ha ido a declarar
la muerte de Inés María,     Catalina Barragán.
En la puerta de la cárcel     han puesto dos papeles
con un letrero que dice:     “Muera don Carlos Paredes”.

Resumen de "Inés Marcela"

Un individuo adinerado se enamora de una bella costurera. Él intenta ofrecerle dinero a cambio de su amor, pero ella lo rechaza. Un día al salir de misa, la besa. Ella le da una bofetada y él la amenaza. Esa misma noche, envía al sereno a casa de la muchacha con la excusa de pedir agua o una caja de herramientas. Cuando la madre de la joven abre la puerta, se encuentra con el pretendiente rechazado, que le ordena que le entregue a su hija. Como esta se niega, la asesina. Acto seguido, se acerca al cuarto de la joven y trata de deshonrarla a punta de navaja. Ella pide el favor del sereno, pero este asegura que no puede ayudarla porque está amenazado de muerte. Entonces, golpea las paredes de la casa con las sillas para llamar la atención de las vecinas, pero ninguna sale a socorrerla. Finalmente, muere apuñalada. Al día siguiente, una mujer que les llevaba la leche a diario descubre el crimen. Se celebra el entierro de madre e hija. Las compañeras y la maestra de la joven costurera adornan el ataúd. El criminal va en la comitiva. En algunas versiones, detienen al asesino.