Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
1284r
Categoría:
Informantes
Recopiladores
Notas
La informante neutraliza /l/ y /r/ en posición implosiva y final a favor de [r].
Anotaciones musicales
Partitura
Transcriptor de la partitura
Luis Moreno Moreno
Bibliografía
Otras versiones de "La boda frustrada"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
En un pueblo pintoresco que La Rábita le llaman,
habitaba un matrimonio con dos jóvenes muy guapas.
Josefa y Lola se llaman; sus padres, Manuel y Ana.
Con honradez y cariño el pueblo los apreciaba.
Eran pobres jornaleros que el sustento se ganaban
con el sudor de su frente, del trabajo que le daban.
Josefa, joven muy guapa, de rostro bello y gentil,
era una flor delicada, como las del mes de abril.
Sus ojos, negros y grandes, y sus labios, de jazmín;
su pelo, negro y rizado, y los dientes, de marfil.
Todos los mozos del pueblo admirados se quedaban
cuando pasaba Josefa con su cántaro a por agua.
Una tarde en el jardín, Josefina se encontraba
cortando ricos claveles que a su paso se hallaban.
Un mozo guapo y gentil a Josefina llamaba:
—Toma este ramo de flores, ángel mío de mi alma—.
La pobre se sorprendió, la infeliz se retiraba;
no quería aceptar las flores que el galán le presentaba.
—Señor, márchese de aquí —la joven le contestaba—.
Usted es rico para mí, yo soy pobre y no me iguala.
—Yo te juro, ángel de amor, por estas serias palabras,
este amor que yo te ofrezco es puro y limpio y sin mancha.
Quiero que mi esposa seas y que a mí vienes con falta.
Aunque se opongan mis padres, yo he de cumplir mi palabra—.
Dos años de relaciones, amándose con compasión,
a la inocente paloma el amor la traicionó.
Fue en busca de las riquezas y a otra señorita amó
y, despreciando a Josefa, con un niño la dejó.
Cuando Josefa ya supo aquella triste noticia:
—Infame, tienes la culpa de que te quite la vida—.
Coge el niño en sus brazos y en casa de Paco marchaba;
subiendo las escaleras, con su novio se encontraba.
—¡Mira qué hermoso está el niño, Paco de mi corazón!
Ten de nosotros clemencia, no me abandones, por Dios—.
Paco caso no le hizo, las escaleras bajó
y, despreciando a Josefa, a la calle se marchó—.
Josefa, con arrogancia, del suelo se levantó;
corriendo como una loca, a su casa se marchó.
Acuesta el niño en la cuna y esta súplica le echaba:
—Tú eres, hijo de mi vida, tú eres, hijo de mi alma,
la fe de mi corazón, en ti fijo mi esperanza.
Perdona a tu pobre madre de su culpa y su falta,
de haber perdido la honra que es el emblema del alma—.
El veinticinco de abril, y ya día señalado
que celebrarían la boda en la iglesia del Sagrario.
Al salir de la plazuela, que de Cánovas le llaman,
una joven con un niño a Paquito se acercaba:
—¡Mira qué hermoso está el niño, Paco de mi corazón!
Ten de nosotros clemencia; no nos abandones, por Dios—.
Y doña Consuelo López a todos ordenaba
que se marcharan pa su casa, que a casarse se negaba:
—Tú la honra le quitastes a esa infeliz desgraciada.
Yo contigo no me caso, eso sería una desgracia—.
Paquito, como una fiera, a Josefina insultaba:
—¡Levántate, so ramera, márchate pronto a tu casa!
Si tardas en levantarte, ¡márchate para tu casa!,
dos guardias en este sitio te pondrán una mordaza.
—¡Infame, cobarde, vil, hasta ramera me llamas!
Toma, paga lo que debes; Dios perdonará mi alma—.
Sacando un arma de fuego que en el bolsillo llevaba,
al pronto, dispara a Paco; el corazón le traspasa.
Dos médicos se acercaron, (……………………………)
reconociendo la herida, su muerte certificada.
Al año de pasar esto, Josefina se casaba
con el padrino de Paco, abogao de mucha fama.