Luz de la fe

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Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 1298c

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Aclaraciones léxicas:

campana: en el archivo sonoro parece decir campaya

Transcripción

Luz de la fe.
A nuestra querida Madre, la Virgen de la Encarnación
 
Te suplico que ilumines
a mi corto entendimiento,
para que pueda explicar
vuestra despedida en verso.
 
Ya se convirtió en tristeza
el triunfo de alegría
que reinaba en nuestro pueblo
hoy hace treinta y seis días.
 
Como aquel árbol cortado
estoy desde esta mañana,      
porque anunció el sentimiento
el eco de la campana*.
 
Preguntando que si había
alguna solemnidad,
me dijeron que salía
la procesión general.
 
Sale la Virgen María
despidiéndose del pueblo,
como una blanca paloma
herida el infante el vuelo.  
 
¿Para qué tan afligida,
cuando por la calle vas,
si llevas en tu resguardo
el clero y la autoridad?
 
Lanza la Virgen María
un suspiro tan perfecto
diciendo: —Viva quien lleva
mi escapulario en su pecho—.
 
Te vuelves en los altares
a darnos tu despedida,
y entonces los corazones
lloran a lágrimas vivas.
 
Permíteme que derrame
lágrimas de contrición,
para ablandar la dureza
que tiene un corazón.
 
Piadosa y querida Madre,
si te vas de mi presencia,
déjale a mi Dios las llaves   
para que guarde la iglesia.
 
Señora, ten compasión
de aquellos que van descalzos,
que en una tribulación
ofrecieron sus mortajas.
 
Ora por los angelitos
que perdieron su existencia,
sin conocer al Santísimo
para pedirle clemencia.
 
También ora por aquellos,
llamémosles desgraciados,  
que por una hora perdida
se encuentran encarcelados.
 
Ora por nuestros hermanos,
por nuestros padres y abuelos,
que separan sus cenizas
en el santo cementerio.
 
Si de nosotros te alejas
para ocupar tu morada,
ora por los que murieron
mártires en Calatrava.
 
Dejemos la indiferencia,
volvamos a la virtud,
que la Virgen con frecuencia
nos dará paz y salud.
 
Adiós una blanca paloma
que tiende su tierno vuelo,  
y nos dejas con tristeza
hasta el año venidero.
 
Paz a las autoridades
y bendición para el clero,
y allí desde tu morada
bendigas a nuestro pueblo.
 
Si preguntan por el autor,
que alguno lo ignorará,
respóndeles sin engaño:
—Soy la hija de un gañán.