Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
1307r
Informantes
Recopiladores
Notas
Debido a problemas técnicos, después de la línea 43 hay un fragmento que no ha quedado registrado en el archivo sonoro.
La informante neutraliza /l/ y /r/ en posición implosiva y final a favor de [r].
Anotaciones musicales
Partitura
Transcriptor de la partitura
Luis Moreno Moreno
Bibliografía
Otras versiones de "La suegra traidora"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Estudios
CEBALLOS VIRO, I. (2010). El romancero tradicional y las relaciones de parentesco: la suegra malvada [Tesis doctoral]. Universidad Complutense de Madrid.
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Transcripción
En el Caron, Santander, (y) un matrimonio vivía,
trabajaba honradamente con felicidad y alegría.
Se llamaba él Baltasar, Ilifonsa, su esposa querida,
con sus dos hermosos hijos, que eran su encanto y su vida.
La madre de Ilifonsa llamó a Baltasar un día
y, con palabras de amor, hacia ella lo atraía:
—Yo te adoro, Baltasar, sin ti no puedo vivir.
Dame un abrazo, por Dios, que si no voy a morir—.
Y Baltasar le responde (y) en términos de energía:
—Aparte usted, madre ingrata, que hasta horror de usted me daría.
Si esto supiera su hija, tenga usted seguridad
que le escupiría al rostro, no volviéndola a mirar.
Acuérdese que algún día tiene que llegar la hora
que Dios le pida su cuenta, infame suegra traidora—.
Baltasar llega a su casa y le dice a su mujer:
—Hay que marchar enseguida (y) a vivir a Santander—.
Y la mujer le responde: —¿Cómo quieres, Baltasar,
marchar de esta alegre casa y a mi madre abandonar,
cuando sabes que es tan buena y tanto mira por ti
y que todo lo abandona por no darte qué sufrir?
A los niños los adora, con nosotros cumple bien;
desecha esos pensamientos, no marches a Santander.
—Yo haré lo que tú me mandes; no marcharé de mi pueblo.
Yo sufriré lo que pueda sin contarte lo que siento.
—Cuéntame, Baltasar mío, el compromiso que tienes.
Muy grande tiene que ser cuando tú marcharte quieres—.
El marido nunca oculta a su mujer lo que siente,
pues una pena entre dos (y) es más llevadera siempre.
—Nunca te podré contar lo que mi corazón siente,
sería quitarte la vida o te pusieras demente—.
A otro día por la mañana, vino a visi- ………
……………………………………/……………………………………
[Com. 1: ¡Ay! ¿Cómo es eso? La madre vino a ver a la hija y le dice:]
—Mañana, muy tempranito, vendré a hacerte una visita
y te diré de la forma que le has de quitar a tu marido la vida.
—¡Por Dios, madre de mi vida, no me dé usted esos consejos,
que el corazón me parece que se me sale del pecho!
—Tú harás lo que yo te mande y, si no, te ha de pesar.
Cuando a tu marido mates, a tus hijos has de envenenar—.
A otro día por la mañana, la infiel cumplió su palabra;
a la hija de sus entrañas (y) estos consejos le daba:
—Toma este grande cuchillo, entra en el cuarto (y) a tu marido
(y) le das la puñalada. Luego, le das veneno a tus hijos.
Y si ese no ejecutas, mira este otro cuchillo;
te daré la puñalada que has de dar tú a tu marido—.
……………………………………/……………………………………
y esta criminal mujer se acercaba hacia su lecho.
¡Virgen Santa, qué horror da de contar este hecho:
de una grande puñalada le hizo pedazos el pecho!
Y el desgraciado, en su agonía, (y) a su pecho se abrazaba,
le hacía señas a su mujer que a su otro hijo llevara.
Y la criminal mujer le asiste otra puñalada,
quedando el marido muerto, bañando en sangre en la cama.
Y luego cogió al pequeño, se lo llevó a la otra cama,
donde el mayor de los hijos como un ángel descansaba,
Lo despertó con violencia, le dice en estas palabras:
—Vais a tomar un refresco, ritoños de mi alma—.
Primero, le dio al pequeño y luego, al mayor le daba.
A la hora, los dos niños muertos eran en la cama.
Tratando están las dos fieras cómo ocultar los cadáver,
cuando una misma vecina no dejaba de escucharles.
Se presenta el señor juez, dos guardias municipales,
dos veces llama a la puerta y sin querer contestarles.
La madre fue a abrir la puerta con mucha serenidad,
nunca pensando la infame a la justicia encontrar.
Pasó el señor juez al cuarto y admirarse quedó al ver
(y) al desgraciado Baltasar muerto de dos puñalás.
Se fijan en la otra cama donde las dos criaturas estaban,
donde las dos criaturas estaban, solitas, envenenadas.
El señor juez ordenó que ataran las criminales
y que enjudiciadas fueran a un calabozo a la cárcel.
La madre iba muy alegre y la hija, caribaja,
pensando en el criminal y en la ruina de su casa.
El jefe de la cárcel (…………………………………)
fue a abrazar a su hija y esta le volvió la espalda.
En voz alta y casi loca, decía en estas palabras:
—Quitadme pronto la vida; el remordimiento me mata.
He matado a mi marido, a mis hijos he envenenado
por consejos de mi madre; nunca los hubiera tomado. [Com. 2]
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[Com. 2: Este romance lo cantaba mi madre, que se ha muerto ha-, hace seis años va a hacer, y se ha muerto con noventa y nueve años cumplíos, y yo se lo escuchaba a ella de chica.]