Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
1315r
Informantes
Recopiladores
Notas
En esta versión, se repite el verso 29.
La informante sesea y neutraliza /l/ y /r/ en posición implosiva y final a favor de [r].
Anotaciones musicales
Partitura
Transcriptor de la partitura
Luis Moreno Moreno
Bibliografía
Otras versiones de "El Pernales"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Estudios
CASAS-DELGADO, I. (2016). La pervivencia del bandido generoso. Del asesino nato a la víctima de las injusticias sociales. Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo, 22, 35-56.
PÉREZ KÖHLER, A. (2006). Consideraciones jurídicas sobre el Romance de El Pernales. Anuario de la Facultad de Derecho (Universidad de Alcalá), 2005-2006, vol. 2006, pp. 206-228.
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Transcripción
(Y) el pobretillo Pernales está loco de alegría
porque ha dado a luz su Concha una preciosa chiquilla.
Un día antes de su muerte (y) en sus brazos la tenía:
—Hija mía de mi alma —Pernales le decía—,
que por ser tu padre un bandolero, tú sin honra a este mundo venías.
No tengas miedo, hija mía, que este oficio dejaré
y, aunque sea fuera de España, trabajaré.
Soy joven todavía y puedo trabajar
para darle a mi nena un cacho de pan.
—¿Qué tal te parece? —le decía llorando—,
¿qué tal te parece lo que estoy pensando?
—Lo que piensas está bien, Francisquillo de mi vía,
pero, ¿no has pensado en irte?, mira que pronto es de día.
—Tienes razón, ya me voy, que es que yo no me acordaba
que soy aquel bandolero que andan buscando en toda España.
Quédate con Dios, alma mía; hasta otro día, Concha del alma—.
Y en un cortijo que existe cerca de Puente Genil,
llegó Pernales una noche para descansar allí.
Y sin llamar a la puerta, la ancianita fue y abrió.
—No se asuste usted, abuela, que soy Pernales,
yo lo que hago es robar, yo no mato a nadie.
—El robarme a mí, señores, eso no pue ser;
no tengo dinero, lo puede usted ver.
El amo de este cortijo un día nos echa
porque no tenemos para darle la renta.
—Y el amo de este cortijo dígame pronto quién es.
—Y es don Rafael Villares, que pronto lo voy a ver.
—La verdad, traigo apetito y yo quisiera cenar.
—Eso sí lo puedo hacer porque la tengo ya prepará—.
Terminaron de cenar aquel célebre bandido
y le dice a la ancianita: —Hasta después, me retiro,
y antes de que el día amanezca, vendré a hacerle un regalito—.
Metió espuelas al caballo y a Puente Genil marchaba.
—¡Este hombre es un criminal! —asín la abuela gritaba.
Y en Puente Genil, en frente un hotel,
donde está la casa de don Rafael,
sin bajarse del caballo lo ha visto venir;
quinientas pesetas le ha robado allí.
Don Rafael asustado, y al momento se las dio;
y antes que rayara el día y antes que rayara el sol,
se las daba a la ancianita pa que salvara su situación.
La Guardia Civil, que estaba en el pajar escondido,
al ver salir a Pernales, le dispararon dos tiros.
Y el pobrecillo decía en su agonía transido:
—¡Adiós, Concha de mi alma!, que malo no he sío;
que a los ricos he robao y a los pobre he socorrío.
¡Adiós, Concha de mi alma!, reza por mí,
que esta maldita vieja nos traicionó.
Concha de mi alma, amor de mi vida,
lo que te pido es que mires por la niña. [Com.]
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[Com.: Una cosa asín decía. Ya’stá.]