Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
1338r
Informantes
Recopiladores
Notas
Debido a problemas técnicos, el final del verso 34 y parte del verso siguiente no han quedado registrados en el archivo sonoro.
La informante neutraliza /l/ y /r/ en posición implosiva y final a favor de [r].
Anotaciones musicales
Partitura
Transcriptor de la partitura
Luis Moreno Moreno
Bibliografía
IGRH: 5058
Otras versiones de "La devota de san Antonio"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Estudios
ATERO BURGOS, V. y VÁZQUEZ RECIO, N. (1997). Hacia una tipología del romancero milagroso en un corpus del sur. En José Manuel Lucía Megías (ed), Actas del VI Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval (Alcalá de Henares, 12-16 de septiembre de 1995), vol 1., 191-200. Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá.
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Transcripción
En Cádiz hay una mujer viuda y con una hija,
joven de buen parecer, quince años tenía Rita.
Devota del santo era aquella joven;
lo tenía en su pecho como corresponde.
Lo tenía en su dormitorio en una urna metido;
le rogaba a san Antonio: ―Concédeme lo que pido:
de que mi mamá mude el pensamiento,
quiere comerciar con mi vida y mi cuerpo―.
Al momento entró la madre: ―Dime qué has pensado, Rita.
Que estemos pasando hambre siendo tú tan rebonita.
(Y) hay un caballero que te quiere dar
cantidad dinero por tu honestidad―.
Rita contestó llorosa: ―Eres una mala madre;
en carne de tus entrañas, ¿cómo vendes a tu sangre?
Que quieres que yo por el vil dinero
que pierda mi honor―. Entró el caballero,
la madre cerró la puerta. Solo quedaron los dos.
El caballero se sienta: ―Yo no mancho vuestro honor.
Decirme el santo de tu devoción.
―Solo San Antonio es mi confesor.
―Me enteré de que tu madre quería vender tu honor.
Yo paseaba la calle, me hizo señas de amor.
Y yo entré en tu casa y, sobre seguro,
le entregué a tu madre cuatrocientos duros.
―Me vendió como a una esclava. Conmigo podéis contar,
pero sacarme de casa, de el lado de mi mamá.
Si sois soltero y os queréis casar,
solo san Antonio nos puede premiar.
―Y sí soy soltero; yo no me puedo casar.
Si a monja os queréis entrar, yo hablaré con la abadesa
y os pagaré el dote; será lo mejor.
―Monja seré siempre, (y) Antonio, en tu amor―.
Dice Rita: ―¿De qué forma iré con vos en compaña?―.
Volviéndola una paloma, la sacó […]
[…] Y entraron al huerto
y, al entrar en el huerto, el santo la ampara.
Le dice: ―Ole, ve, levanta, que ya estás en salvación,
que yo soy el de tu urna; san Antonio te salvó―.
Se hinca rodillas, le pide perdón:
―Monja seré siempre, (y) Antonio, en tu amor―.
Y la madre, de que ve que no sale el caballero,
llegó la noche y abrió la puerta del aposento.
Y, encima el bufete, había una carta;
la coge y ve un bicho que arrastra.
Le dice: ―Madre malvada, tu hija está en salvación.
Tu hija ya está salvada, ahora te devoro yo―.
Se le lio al cuerpo y la quebrantó.
Mirar el ejemplo que con ella obró.