Que había un, uno que era un pastor y fue unos | fue a casa de un médico. Se le entonaba la gaita, se le ponía derecha y no la podía bajar. Fue ya otro día y volvió y le di-, le dijo que lo metiera en un puchero y que estuviera bien fría el agua, que lo metiera allí. El hombre lo hizo y nada, con que volvió otro día y le dijo:

—Mire usted, eso que me ha dicho, pues nada, no, no es posible.

—Bueno, usted siga que a lo mejor sí vale—.

Bueno, pues ya volvió otro día y no estaba el médico, estaba la médica. Y esto, llegó la médica y le dijo:

—¿Qué quería usted?—.

Y dijo: —Es que he venido y me ha dicho su marido que meta la gaita en un puchero de agua fría porque se me está recta y no se me abaja—.

Y dijo: —Pos venga usted pa’cá—.

Lo agarró y lo metió en la cama con ella. Y descargó. Y quedó nuevo.

Bueno, pues después vino otros señores con el médico, el cura y las | y los amigos, que ya ve usted que nunca faltan amistades, y iban juntos, y el pastor estaba con las ovejas y le dice el médico:

—Veréis ahora, que risa vamos a pasar con ese pastor, verá usted —le dijo a los | al cura y a los otros que iban con él—.

Y este llegó y le dijo:

—¿Qué tal, pastor?, ¿qué tal?—.

Y dijo: —Muy bien, muy bien—.

Y dijo: —¿Qué tal?—.

Y dijo: —Usted no es médico ni es nada, usted no vale pa nada.

—Hombre, ¿por qué?—.

Y dijo: —La que es medica es la mujer de usted.

—¿Pos qué ha pasao?

—Que fui, fui el otro día y me metió en la cama con ella y descargué y quedé nuevo—.

Y dijo: —Anda, jódete. Con que nos íbamos a reír del pastor y ahora se ríe de ti, míralo. Se jodió la mujer y se jodió todo.