Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
1403r
Categoría:
Informantes
Recopiladores
Notas
Registro sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00016B 03)
Título indicado en las anotaciones de campo: "Julia Rodrigo".
Bibliografía
Otras versiones de "Julia Rodrigo"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
(Y) A nuestro divino Dios y a la Virgen soberana
le pido me den valor para explicar esta plana.
Sagrada Virgen del Carmen dame alientos y valor
para explicar este crimen que en Tarragona pasó.
Un comerciante ya viudo vivía en dicha ciudad,
y este tenía una hija de veintiún años de edad.
Julia tenía por nombre esta joven desgraciada,
con un rostro tan alegre que a todos enamoraba.
La pretendió un barbero, gran mozo guapo y prudente.
Julia tenía por nombre esta joven desgraciada,
con un rostro tan alegre que a todos enamoraba.
La pretendió un barbero, gran mozo guapo y prudente.
Julia de él se enamoraba y el padre no lo consiente
porque quería casarla con un capitán muy viejo
que era bastante rico, mas Julia hacía desprecio.
Y su padre la decía: —Piensa lo que vas a hacer.
Si al capitán le desprecias, perdida te vas a ver.
Ya sabes que él te quiere y tiene mucho dinero,
por eso te digo ahora que desprecies al barbero—.
porque quería casarla con un capitán muy viejo
que era bastante rico, mas Julia hacía desprecio.
Y su padre la decía: —Piensa lo que vas a hacer.
Si al capitán le desprecias, perdida te vas a ver.
Ya sabes que él te quiere y tiene mucho dinero,
por eso te digo ahora que desprecies al barbero—.
Y su hija le contestaba, con el rostro muy sereno:
—Todo lo que hable, pierde, mas yo no olvido al barbero.
He puesto el amor en él y no le puedo olvidar,
por eso le desengaño, que no quiero al capitán—.
Entonces, aquel mal padre, por ver si la convencía,
enseñándola un revólver, estas palabras decía:
—Si no olvidas al barbero, con este te he de matar,
y tú verás lo que eliges: la muerte o al capitán.
—Haga de mí lo que quiera, yo no quiero al capitán;
he dado ya mi palabra y no me volveré atrás—.
Entonces, aquel mal padre en un cuarto la encerró,
atada de pies y manos, sin tenerla compasión.
Veinticuatro horas la tuvo (y) en aquel cuarto encerrada
Veinticuatro horas la tuvo (y) en aquel cuarto encerrada
por ver si la convencía, pero nada adelantaba.
A los tres días siguientes, aquel mal padre la encuentra
hablando con el barbero, mas ya subida la cuesta.
La coge de los cabellos aquel padre malhechor
y, arrastrada por el suelo, (y) en un cuarto la encerró.
Y allí estuvo veinte días hasta que fue descubierta,
mas, ya cuando la encontraron, la infeliz ya estaba muerta.
La muerte de aquella joven (y) el novio la descubrió,
y él mismo fue donde el juez y de este modo le habló:
—Le pongo en conocimiento que ha desaparecido
la hija de don Fernando, llamada Julia Rodrigo,
y yo creo que el mismo padre la haya quitado la vida;
porque trataba conmigo ya quiso matarla un día—.
El juez le dice al babero que cuánto tiempo hacía
que faltaba aquella joven. Le dijo que veinte días.
Coge y marcha el señor juez y una pareja de guardias;
fueron donde el comerciante a registrarle la casa.
y él mismo fue donde el juez y de este modo le habló:
—Le pongo en conocimiento que ha desaparecido
la hija de don Fernando, llamada Julia Rodrigo,
y yo creo que el mismo padre la haya quitado la vida;
porque trataba conmigo ya quiso matarla un día—.
El juez le dice al babero que cuánto tiempo hacía
que faltaba aquella joven. Le dijo que veinte días.
Coge y marcha el señor juez y una pareja de guardias;
fueron donde el comerciante a registrarle la casa.
El señor juez le pregunta a aquel padre criminal
que dónde estaba su hija, y él no pudo contestar.
Llamaron a la criada y muy pronto declaró
que hacía ya veinte días que en un cuarto la encerró:
—Y dijo mi señorito que yo no lo descubriera
porque, si lo descubría, me cortaba la cabeza—.
Llamaron a la criada y muy pronto declaró
que hacía ya veinte días que en un cuarto la encerró:
—Y dijo mi señorito que yo no lo descubriera
porque, si lo descubría, me cortaba la cabeza—.
En un cuarto muy oscuro donde guardan el carbón,
allí estaba aquella joven que causaba gran dolor.
Al lado tiene un papel escrito con lapicero,
que decía: “Muero mártir por no darme alimento.
Porque no quise casarme con quien mi padre quería,
me ha encerrado en este cuarto y por él pierdo la vida.
Sin embargo, le perdono, que yo me voy a gozar
con los ángeles y santos por toda la eternidad.
Al lado tiene un papel escrito con lapicero,
que decía: “Muero mártir por no darme alimento.
Porque no quise casarme con quien mi padre quería,
me ha encerrado en este cuarto y por él pierdo la vida.
Sin embargo, le perdono, que yo me voy a gozar
con los ángeles y santos por toda la eternidad.
Me despido de mi novio, de mis amigas y tíos,
y a todos pido perdón si alguno les he ofendido”.
Leyó el padre este papel y se cayó desmayado
y aún, apenas volvió en sí, a la cárcel le llevaron.
Lloraban con amargura todas las mozas del barrio
cuando la sacan de casa para llevarla al juzgado.
[Com .1: A hacerle la autopsia.]
Las familias de esta joven, llorando iban detrás,
diciendo: —Que ahorquen pronto a ese padre criminal—.
[Com. 2: Ahora viene la carta del padre:]
“A mis queridos hermanos, perdón a todos os pido,
para que me perdonéis la falta que he cometido.
Por amor al interés, yo mismo he martirizado
a una hija tan hermosa; más quiero morir ahorcado.
Y Dios quiera que mi hija gozando en la gloria esté,
que murió martirizada por ser yo un padre cruel.
Esta horrible crueldad es muy justo que la pague,
ya que he matado a mi hija, deseo que a mí me maten.
Y ¡por Dios!, quiero morir, que salir ya de la cárcel,
porque comprendo que he sido un hombre matador, infame.
Pero ahora me arrepiento y ¡por Dios!, quiero morir,
pues los castigos tan grandes, más grandes estoy dispuesto a sufrir.
Y con esto me despido y arrepentido me hallo,
con esto me despido de mis parientes y hermanos.
Los padres que crieis hijas bien os podéis enterar
para que no cometáis esta gran barbaridad”.
Los padres que crieis hijas bien os podéis enterar
para que no cometáis esta gran barbaridad”.