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Archivo sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00058 19).
En las anotaciones de campo, se identifica con el título "Cuento".
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Era un padre y una madre, y tenían tres niñas. Entonces su padre trabajaba también en el campo, y muy lejos, muy lejos trabajaba. Y tenían que llevarle la comida. Y claro, pues se la llevó la, la hermanita mayor, que era la que más | mejor podría llevárselo. Según llevaba el taleguito de la comida, iba andando y se encontró con una señora por el camino, que iba con un niño. Y le dijo:
—Oye, niña, ¿no me darías un cachito de pan y un cachito de tortilla para este niño que tiene mucha hambre?—.
Dice: —Ay, no, que coma cantos—.
Entonces, dice: —¿Y dónde vas por aquí, niña?—.
Dice: —Voy a llevar la comida a mi padre —dice—, pero no sé dónde trabaja—.
Dice: —Pues mira, vete andando muy, muy adelante, muy adelante, y encontrarás unas puertas muy negras, muy negras, pues llama allí que allí trabaja tu padre—.
Entonces llegó la niña y justo encontró unas puertas negras grandotas, llamó y… y le dijeron: “Pasa, guapa, pasa”. Y le ofrecieron | “A ver ¿dónde te quieres sentar? En la silla de cuchillos, en la silla de navajas, en la silla de tenedores o en la silla de cucharas”. Y la niña se sentó en la silla de cucharas, que creería que era donde menos peligro tenía, pero claro, pues se cortó toda y allí se quedó muerta.
Entonces al ver que no llevaba la comida su padre, pues fue a casa sin comer, todo el día trabajando y…, y se encontró que no estaba tampoco su hija allí. Y claro, se asustaron muchísimo, pero al día siguiente pues mandaron a la otra, a la mediana. Y lo mismo, iba por el camino y se encontró a la señora. Le dijo:
—Oye, niña… ¿me querrías dar un cachito de tortilla y pedacito de pan para este niño que tiene mucha hambre?
—Ay, no, que coma cantos—.
Y dice: —Ay, ay, ay, qué pobrecito niño —dice—, si este tiene mucha hambre —dice—, ¿dónde vas por aquí, guapa?—.
Dice: —Voy a ver si, a ver si encuentro donde trabaja mi papá, que no lo sé tampoco—.
Y le dijo: —Mira, vete andando, andando lejos, lejos encontrarás unas puertas muy negras—.
Entonces, lo mismo. Llama a las puertas negras y allí encontró a su hermana y ella se sentó en la silla de…, de cuchillos y también se quedó muerta.
Entonces el padre también sin tra- | sin comer en todo el día, llegó a casa.: “Ay, pos no ha ido la niña, pos ¿qué pasará?”.
Pues dieron cuenta a las autoridades, a ver qué les acon- | a ver si las podían encontrar y na. Pero al día siguiente, mandaron a la pequeña, y se encontró con la señora también:
—Oye, niña, ¿no me darías un cachito de pan y un trocito de tortilla para este niño que tiene mucha hambre?—.
Dice: —Sí, sí, tenga, tenga, coja lo que quiera, tenga usted, y un traguito de vino también se lo doy, que es para mi padre la comida que le llevo y no le importa que se lo haya dao para un niño.
—Ay, pues qué buena eres, niña, qué buena eres. ¿Dónde vas por aquí?—.
Dice: —Pues voy a ver dónde trabaja mi papá, que no lo sé donde trabaja, —dice— sé que es muy lejos, muy lejos, pero no sé dónde.
—Pues mira, guapa, irás andando, andando y encontrarás unas puertas muy blancas, muy blancas. Allí llega y llamas—.
Entonces la niña andando, andando, andando. Llegó a las puertas blancas. Llamó. Y entonces pues eran muchos angelitos, muchos angelitos, muchos niños jugando con muchas cosas. ¡Oy, qué contentos estaban todos y qué felices! Y le dijeron:
—¿Te quieres quedar aquí, niña?—.
Dice: —Ay, no, no, que tengo que llevar...
Ay, perdón, se me ha olvidao. Ay, le dijo la, le dijo la señora, le dijo: “Mira, cuando llegues con la comida de tu papá, le dices que te guarde los huesecitos. Entonces, les guardas en el talego y cuando llegues a casa, les plantas en la puerta de tu casa, como si fuera una simiente”. Esto es.
Entonces, le dijeron que si quería quedar allí a la niña y que | “No, no, tengo que llevar la comida a mi papá, además una señora me ha dicho que guárde los huesecitos y les tengo que, que plantar a la puerta de casa”. Entonces les dijo que ya volvería.
Llegó donde su papá, la niña muy contenta y se lo contó lo que le había ocurrido:
—Pues mira, padre, me he encontrao con una señora que me ha dicho esto—.
Dice: —Ay, pues qué bien, cuanto me alegro. Pero esa señora me parece a mí que es la Virgen—.
Y entonces le mandó guardar los huesitos, o sea, le guardó los huesitos, llegó a casa y los plantó. A los pocos días, pues salieron unas hojas muy grandes, muy grandes y eran muy bonitas, muy bonitas, brillaban mucho. Entonces se lo dijeron allí a las autoridades del pueblo. Dijo: “Uy, que si esto es oro”, “pues esto es plata”, “pues esto es una, una fortuna”.
Entonces cogían las hojas, y claro, pues eran | como eran tan pobres en aquella comarca, pues todo lo…, lo que salía de aquel árbol, pues valía muy bien para, para hacer más rica al…, a todos los del pueblo, y ya todos fueron muy felices, comieron perdices y a nosotros nos dieron con el plato en las narices.