El golfillo del tranvía

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Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 1409r

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Notas

Este registro ha sido recopilado en el marco del proyecto de I+D (Excelencia) del MINECO “Documentación, tratamiento archivístico digital y estudio lexicológico, histórico-literario y musicológico del patrimonio oral de la Andalucía oriental” (referencia: FFI2017-82344-P).

Agradecemos la valiosa colaboración de Rosa Crespo Moreno, responsable del Centro de Adultos de Santo Tomé (Jaén), y de Jovita Rodríguez Bautista, coordinadora de Centros de Adultos de la comarca de la Sierra de Cazorla.

Bibliografía

IGRH: 0000

Otras versiones de "El golfillo del tranvía"

Alguacil González (2012: pp. 57-58); Alonso Fernández et alii (2017: n.º 67); Pérez Rivera (2015: n.º 282); Pimentel García (2020: n.º 608).

Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.

Transcripción

Era un chaval muy alegre     que se ve todos los días 

por las calles de Barcelona     enganchado a los tranvías.

No tiene padre ni madre,     según la gente decía,

y por nombre le pusieron     el golfillo del tranvía.

Todos los días se iba     enganchado a los tranvías 

a la barriada de Santo,     donde una fábrica había.

En la fábrica un jardín,     en el jardín una verja,

por dentro una muchacha      más linda que las estrellas.

Apenas vio al golfillo     con su boquita de risa, 

le dio en un papel envuelto     las sobras de la comida. 

—¡Que Dios te lo pague, ángel!     —el golfillo le decía.

Y, besándole las manos,     estas palabras decía:

—¡Qué buen corazón tienes!     No quiera Dios que algún día 

yo te viera en un apuro,     que hasta mi vida daría—.

No se pasó muchos meses     ni tampoco muchos días 

cuando un incendio voraz     a la fábrica envolvía.

La niña estaba en peligro     de morir entre las llamas 

y sus padres, afligidos,     a la Virgen suplicaban.

Cuando ya creían todos     que la niña estaba muerta, 

vieron salir al golfillo,     que sacaba un lío a cuestas.

Y, delante de los padres,     desliaron el bultillo;

vieron a su hija sana,     salvada por el golfillo.

El niño lleva las ropas     muy quemadas en su cuerpo,

lleva grandes quemaduras     producidas por el fuego.

El padre quiere pagarle     su buena acción con dinero, 

y el muchacho le responde:     —No quiero nada, caballero.

Yo no quiero nada más     que me de su hija querida 

hasta que pueda trabajar     las sobras de la comida.

—Papaíto de mi alma,     tráete a casa a Manolito; 

tú tendrás un hijo más,     yo tendré un hermanito,

porque ha dado su vida     solo por salvar la mía

tan solo porque le daba     las sobras de la comida—.

Al niño lo protegieron,     lo meten en un colegio;

al cumplir dieciséis años,     ya era un hombre de provecho.

El padre de la muchacha     muere de una enfermedad

y él ha quedao responsable     de la contabilidad.

La niña cumple veinte años     y el muchacho, veintidós; 

los dos se han enamorado     con una loca pasión.

Piden permiso a la madre     y esta pone impedimento:

que su hija era mu joven;     no permite el casamiento.

Un día que fue la madre     a visitar la oficina, 

la acompañaba su hija,     su hijita querida.

Y ya que se vieron juntos,     esta madre, con dolor, 

entre suspiros y penas,     les dice esta confesión:

—Ya lleva bastante tiempo     de sufrir mi corazón, 

pero ha llegado el momento     de que lo declare to.

Ahora os voy a decir,     aunque todo lo he callado, 

que casaros no podéis     porque los dos sois hermanos.

Yo diré por mi culpa,     hijo de mi corazón, 

solo por salvar mi honra;     la culpa la tuve yo.

No lo hice por desprecio,     lo hice por no manchar

la honra de mi familia,     pero me perdonarás.

—Te perdono, madre mía,     por lo mucho que has sufrido; 

porque has callado aun sabiendo     que yo era tu hijo querido—.

Nada cambia de ilusión,     y le agrada todavía 

que le llamen por su nombre,     el golfillo del tranvía.

Resumen de "El golfillo del tranvía"

Un golfillo de los que se enganchan en el tranvía visita a una niña que le da las sobras de la comida. Un día, se incendia la fábrica donde esta se encuentra, y el golfillo la salva. Los padres, que son los dueños, deciden adoptarlo y lo crían como a un hijo más. Le dan estudios y, cuando crece, le ofrecen un puesto de contable en la empresa familiar. Con el paso del tiempo, los dos jóvenes se enamoran, pero la madre impide el casamiento, declarando que ambos son hermanos.