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Notas
Este registro ha sido recopilado en el marco del proyecto de I+D (Excelencia) del MINECO “Documentación, tratamiento archivístico digital y estudio lexicológico, histórico-literario y musicológico del patrimonio oral de la Andalucía oriental” (referencia: FFI2017-82344-P).
Agradecemos la valiosa colaboración de Rosa Crespo Moreno, responsable del Centro de Adultos de Santo Tomé (Jaén), y de Jovita Rodríguez Bautista, coordinadora de Centros de Adultos de la comarca de la Sierra de Cazorla.
Bibliografía
IGRH: 5059
Otras versiones de "El padre ambicioso"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
Esto era un caballero que trabajaba en el muelle de Sevilla,
tan solo tiene una hija, que era una flor maravilla.
Un día que fue a llevarle a su padre la comida,
se enamoró el caballero al verla tan guapa y linda.
—¿Esta es su hija, don Francisco? —Esta es mi hija, don José.
—De buena gana, Francisco, con tu hija me casaba,
y ni a usted ni a su familia no les faltaría de nada.
—Está ennoviá, don José, y lo tiene en el servicio,
honrado y trabajador, y se quieren con delirio.
—Pues usted lo que tiene que hacer es decirle a su hija
que se case con un hombre que tenga para comer.
—Está bien, iré y se lo diré,
y con la respuesta que dé yo pronto he de volver.
—¡Válgame Dios, hija mía, la dicha que traigo a casa!
¿Te acuerdas del caballero que conmigo platicaba?
Se ha enamorado de ti al verte tan guapa y linda.
—¿Cómo quiere usted, mi padre, que me olvide de Manuel
si la palabra le di cuando al servicio se fue?
La palabra yo le di de quererlo hasta morir.
—Pues tú harás lo que yo te mande y, si no, te mataré,
y en un sitio muy oculto, tu cuerpo lo enterraré—.
Ya que ve el asunto en serio, a Manuel le escribe una carta:
“Ven a salvarme, Manuel, si te encuentras licenciao.
Ven a salvarme, Manuel, aunque no estés licenciao,
que me quiere casar mi padre con un rico millonario”.
Llega el día de la boda, ya está todo preparao:
zapatos no había otros, vestido en oro bordao.
Isabel está en la iglesia y Manuel al pueblo ha llegao
y se ha encontrao con un amigo que todo se lo ha contao,
y él, ni corto ni perezoso, a la iglesia se ha marchao.
Isabel, al verlo entrar, a su cuello se ha abrazao:
—No llores más, Isabel, sangre de todas mis venas,
ya tienes aquí a Manuel, ya tienes quien te defienda.
Me la llevo, señores, me la llevo porque es mía
y a mí me pertenece.
Si alguien pone impedimento, pronto me juego la vida—.
Se casa este matrimonio y vivieron muy felices,
y el padre y el señorito, con dos palmos de narices.