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Notas
Este registro ha sido recopilado en el marco del proyecto de I+D (Excelencia) del MINECO “Documentación, tratamiento archivístico digital y estudio lexicológico, histórico-literario y musicológico del patrimonio oral de la Andalucía oriental” (referencia: FFI2017-82344-P).
Agradecemos la valiosa colaboración de Rosa Crespo Moreno, responsable del Centro de Adultos de Santo Tomé (Jaén), y de Jovita Rodríguez Bautista, coordinadora de Centros de Adultos de la comarca de la Sierra de Cazorla.
Bibliografía
IGRH: 0176+0168
Otras versiones de "El quintado"
Otras versiones de "La aparición de la enamorada muerta"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
GONZÁLEZ, A. (1994). La aparición y El quintado. Renovación y conservación a través del cruce. En D. Catalán, J. A. Cid Martínez y A. Valenciano (Coords.), De Balada y Lírica, 1. 3er Coloquio Internacional sobre el Romancero, vol. 1 (pp. 345-357). Madrid: Fundación Ramón Menéndez Pidal – Universidad Complutense de Madrid.
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BOTTA, P. (1995). El romance del Palmero e Inés de Castro. En J. S. Paredes Núñez (Coord.), Medioevo y literatura, I-IV. Actas del V Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, 1 (pp. 379-399). Universidad de Granada.
CHICOTE, G. (1986). El romance del Palmero: Cinco siglos de supervivencia a través de fijaciones textuales. Incipit, 6, 49-69.
DÍAZ ROIG, M. (1977). Lo maravilloso y lo extraordinario en el romancero tradicional. En Destindes literarios (pp. 46-63). México D.F.: El Colegio de México, "Jornadas 82".
MORLEY, S. G. (1922). El romance del Palmero. Revista de Filología Española, 9, 298-310.
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VÁZQUEZ RECIO, N. (2000). Una «yerva enconada»: Sobre el concepto de motivo en el Romancero tradicional. Universidad de Cádiz.
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Transcripción
De veinticinco soldados que caminan pa la guerra,
de veinticinco que iban, unos van y otros se alegran,
menos aquel soldadito que iba llenito de pena:
―¿Qué te pasa soldadito?; ni te acostas ni te alegras.
―Porque el día de mi esposorio me despedí de mi prenda―.
Echa mano a su bolsillo, se ha sacado la cartera
y una medalla de oro a su capitán le entriega.
―Tenga usted, mi capitán, esta medalla de oro;
me la regaló mi novia el día de mi esposorio.
―Echa fuera ese caballo y márchase a vivir con ella,
porque un soldado más o menos no se termina la guerra―.
Cuando iba por las montañas, el caballo se asombró:
―No te asustes, Antonio mío, no te asustes, que soy yo,
que soy tu mujer, la Elvira, que te viene a despedir.
Cásate, Antonio mío, cásate y déjame a mí.
La primera hija que tengas ponle Elvira como a mí.
―Las mujeres de este mundo se acabaron para mí,
me voy a meter a fraile, padre de san Agustín.