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Notas
Esta versión, transmitida en cabileño, ha sido traducida por Óscar Abenójar.
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Traducción
Érase una vez un erizo y un chacal que se pusieron de acuerdo para cultivar un huerto de habas. Araron la tierra, sembraron las habas, y cuando llegó el momento de la cosecha, el chacal dijo que quedaría con la parte de las plantas que quedara debajo de la tierra, y que el erizo se llevaría lo que sobresaliera de la superficie. Una vez hecha la distribución, el erizo vendió las habas y sacó todo el provecho. El chacal no pudo hacer nada con aquellas raíces, que no tenían ningún valor.
Pero llegó la temporada siguiente y volvieron a asociarse para cultivar juntos. Aquella vez decidieron sembrar nabos. El chacal no quería salir perdiendo otra vez, así que le dijo al erizo que no le iba a engañar, que, cuando llegara el momento de la cosecha, él se llevaría lo que creciera por encima de la tierra, y el erizo lo que quedara por debajo. Y así hicieron. Tal y como habían acordado, cuando llegó el momento de recoger los nabos, el erizo se llevó lo que había debajo de la tierra, es decir, los nabos, y el chacal se quedó con los grelos, que, claro, no le sirvieron para nada.
Como ya era la segunda vez que el chacal salía perdiendo de su asociación con el erizo, quiso retar a su socio en un desafío injusto, que no le dejara ninguna posibilidad de victoria al erizo. Entonces se quedó pensando un rato, y por fin se le ocurrió proponerle que echaran una carrera hasta la fuente. Ganaría el primero que consiguiera beber agua del manantial que estaba al otro lado de un barranco.
El erizo aceptó y los dos se dirigieron hacia el punto de salida. Dieron la señal de salida, y el chacal salió disparado y empezó a correr a toda velocidad. Mientras tanto el erizo enroscó su cuerpo, se enrolló como una pelota, y bajó por el barranco, que era un atajo mucho más corto, hasta llegar a la fuente. El camino por el barranco era mucho más corto que el que había tomado el chacal, así que el erizo llegó antes que su rival.