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Notas
Esta versión, transmitida en cabileño, ha sido traducida por Óscar Abenójar.
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Érase una vez una pobre cabra que todo el tiempo estaba escondiéndose del chacal. Allá adonde ella iba, él la perseguía. Daba igual adonde fuera, que él la perseguía… Hasta que un día la cabra se metió en el bosque, encontró una roca, se metió dentro y se quedó allí escondida.
Entonces dio a luz a un pequeño cabritillo. Cuando la cabra salía [de la cueva], cerraba la puerta con una roca y le decía a su hijo: “¡Cuidado, no le abras la puerta a nadie hasta que llegue yo!”. Al volver a casa le decía a su hijo:
—¡Oh, cabritillo mío,
traigo hierba en los cuernos
y leche en el brazo!
¡Abre la puerta,
que ya he llegado,
cabritillo mío![1]—.
Entonces su hijo quitaba la piedra y abría la puerta. La cabra entraba. Su hijo se ponía a mamar hasta quedarse saciado y después empezaba a comer. Luego dormían juntos.
Al día siguiente la vaca se levantó y se fue al bosque para pastar. Estuvo pastando hasta que cayó la noche y cuando volvió dijo otra vez:
—¡Oh, cabritillo mío,
traigo hierba en los cuernos
y leche en el brazo!
¡Abre la puerta,
que ya he llegado,
cabritillo mío!—.
El cabritillo le abrió la puerta como siempre. Pero esa vez el chacal estaba por allí y lo escuchó todo. Pensó: “Hoy voy a ir allí a beber leche”. Entonces el chacal se marchó a casa de la cabra y empezó a decir con una voz muy aguda:
—¡Oh, cabritillo mío,
traigo hierba en los cuernos
y leche en el brazo!
¡Abre la puerta,
que ya he llegado,
cabritillo mío!—.
Entonces el cabritillo le dijo: “¡Vete de aquí, chacal! ¡No te voy a abrir la puerta! ¡Vete de aquí!”.
El chacal fue a ver al sultán y le dijo que quería comerse al cabritillo. Pero el cabritillo no quería abrirle la puerta. Entonces le dijo:
—¿Qué es lo que tengo que hacer para tener la misma voz que su madre?—.
Y el sultán le dijo: —Pues coge un poco de grasa y cómetela. Luego abre la boca y ponla mirando hacia el sol. Entonces vendrán las hormigas para comerse toda la grasa. Así conseguirás una voz aguda—.
Así que el chacal se comió la grasa y abrió la boca en dirección al sol. Luego las hormigas se comieron toda la grasa que había en su boca. Después el chacal se puso a esperar hasta que la cabra saliera de casa y entonces empezó a decir:
—¡Oh, cabritillo mío,
traigo hierba en los cuernos
y leche en el brazo!
¡Abre la puerta,
que ya he llegado,
cabritillo mío!—.
Y el cabrito le abrió la puerta pensando que era su madre. En cuanto el chacal entró, se lanzó sobre él y se lo tragó de golpe, sin masticarlo siquiera. Luego se quedó dormido.
La cabra llegó y empezó a llamar a su hijo: “¡Cabritillo mío, cabritillo mío, cabritillo mío!”. Pero no le respondió. Entonces la cabra le dio un golpe a la puerta con sus cuernos y la derribó. [Y allí] se encontró al chacal dentro [de la habitación] y le dijo: “¡Conque eres tú quien se ha comido a mi hijo!”. Empezó a darle golpes con los cuernos una y otra vez hasta que consiguió sacar a su hijo. Y luego sacó al chacal de su casa.
Ella recuperó a su hijo, lo bañó y lo secó. Entonces pensó: “Ya no me iré de aquí nunca más”. Se quedó allí y cerró la puerta. [Y desde aquel día] todas las mañanas traía un poco de hierba y luego se quedaba al lado de su hijo, criándolo. Hasta que creció y se hizo muy grande. Entonces ella y su hijo volvieron al pueblo.
El cuento ha terminado.
[1] El cuento fue relatado en cabilio, pero estos versos fueron entonados en árabe: Ya, maâzati, / l’ahchich fi garni / l’ahlib fi darâai! / Hali l’bab, / rani djit, / ya maâzati!