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Notas
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Traducción
Hubo una guerra, en tiempos antiguos, entonces destruyeron una… | destruido, ¿sabes?, todo destruido y dos viejos tenían un hijo, estaba en la guerra. Entonces pasó esta desgracia. El hijo… El hijo no sabía si estaban vivos o muertos los padres, la madre y el padre. Y la madre y el padre no sabían si estaba vivo o muerto el hijo.
Entonces, había una adivina que podía adivinar estas cosas. Y este, [el hijo], cogió… agarró el caballo… Entonces, el hijo cogió el caballo, fue a casa de la adivina para saberlo, hacer que le adivinara si estaban vivos o muertos la madre y el padre. Pero no era fácil. Tenía que estar tres días. Tres días que después [la adivina] tenía que adivinarlo por fuerza, ¿sabes?, decir la verdad. No era fácil porque sentía una tentación fortísima. La tentación de hacer que se quedara allí.
Entonces, este hijo resistió tres días sin caer en la tentación, en la tentación de la adivina y a los tres días se lo tuvo que decir, le dijo la verdad. Estos tres días que por la noche y por la mañana estaban todas estas hermosas señoritas, preciosas. Ellas iban a tentarlo, ¿sabes? Le gastaban bromas, no sé, si las tocaba, les hacía una caricia o un beso, cualquier cosa, tenía que quedarse allí. Luego por la noche, | por la mañana eran todas hermosas, son humanas, eran todas humanas… Pero por la noche, se transformaban y se convertían todas en animales feroces: se convertían en serpientes, se convertían todas en animales feroces, vaya. Y él o por la tentación o viendo todas estas cosas, estas hermosas muchachas que empezaban a ponerse amarillas, amarillas hasta que se convertían en serpientes.
Estas dos cosas eran difíciles de superar: la tentación por lo hermosas que eran todas y que por la noche veía que pasaban estas cosas, pasando la noche allí en medio, bueno… Y entonces, este había ido con esta intención de saber, así que resistió a estas tentaciones, a todo esto.
El tercer día fue ella, la adivina, las otras eran sus discípulas. Fue la adivina a tentarlo, dice:
—¿Es posible que todas estas hermosas jóvenes, que son preciosas, y tú no has caído en la tentación?—.
Y él repetía siempre:
—¡Yo estoy aquí para saber si mi madre y mi padre están vivos o muertos y basta!—.
Entonces, el tercer día tuvo que hacerlo, tuvo que adivinarlo. Lo adivinó, le dijo que la madre y el padre estaban vivos, dónde estaban, dónde vivían, el pueblo, el sitio, todo. Él, al final, consiguió salir de allí. No era fácil.
Pues los encontró porque le dijo:
—Están vivos, están allí, esto y lo otro… —tuvo que decirle todo.
Y él cogió el caballo, fue a este sitio, los encontró. Y había dentro de esta casita dos viejos, estaban allí, lógicamente irreconocibles, no es que no pudiera reconocer a la madre y al padre. Se dijo: «¡Ves! ¡Te lo había dicho!», y les preguntó a los viejos, dijo:
—¿Estáis solos?
—Pues sí, estamos solos. Ha pasado la guerra, ha acabado con todo, ahora estamos solos—.
Dijo:
—¿No tenéis hijos ni tenéis a nadie?
—Pues teníamos un hijo, ahora está en la guerra. No sabemos si está vivo o si está muerto—.
Dijo:
—¿Este hijo tenía alguna marca de reconocimiento, por ejemplo, que la madre pudiera reconocer?
—¡Pues, sí, sí, sí! —dijo—. ¡Tenía una cruz en la espalda!
—¿Y si tú lo ves…? —le dijo— ¿Si tú lo ves, lo reconoces si es tu hijo o no?
—¡Pues, claro! ¡Sí, lo reconozco si es mi hijo o no! —le dijo la madre.
Entonces, él se desnudó, le enseñó la espalda y era él, el hijo.
Y la historia terminó así: los padres se reencontraron con el hijo y el hijo con los padres.
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Transcripción
C’ha stat na guerra, temp antico, allora ha statt na… | distrutto, capito?, distrutto tutto e du vicchj tenej nu fij, stej alla guerra. Allor c’ha stat stu disastr. Lu fij… Lu fij nen sapej se er viv o mort i genitori, la mamm e lu padr. E la mamm e lu padr nen sapej se er viv o mort lu fij.
Allor ce stej na fata[1] ch… ch potej andovinare st cos. E quist, [il figlio], ha press… ha pijat lu cavall… Allora lu fij ha pijat lu cavall, ha it alla fata per indovinare, farsi indovinare se era viv o mort la mamm e lu padr. Però nen er facl. C’avej sta tre giorni. Tre iurn che dop [la fata] era obbligat a indovinarl, capit?, a dire la verità. Non era facile pecchè era tentat a lu massm. La tentazione per farl armanè ell.
Allora, questo fij ha resistit tre giorn senza cadere in tentazione, alla tentazion della fata e a tre giorni i ha vuta dic, i ha dett la verità. Sti tre giorni che la sera e la mattina ce stej tutt st bell signorine, bellissime. Lor li ej a tentà, capito? Li facej gli scherz, non so, se quill j’ha rescev a tuccarl, a farj na carezz o nu bac, na cos, avej armanè là. Dopo la sera, | la mattin era tutti bell, sono persone, er tutt person… Quando la sor si trasforma e diventav tutti animali feroci: diventav serp, diventav tutt animal feroci, nsomm. E lui o dalla tentazion o da vedere tutt quest cos, st bell ragazz che s’abbiej a diventà giall, giall fino a che diventava nu serpent.
Queste due cose era difficile da superare: sia la tentazion p quant ch’er bell e tutt quant e sia la ser quand se vedev in mezz a tutt st cos, a passà la nott là mezz, mbè… E allor, quist avej it ch st intenzion di sapere e allor, ha rsistit a st tentazion, tutt quest.
Terz iurn ha it ess, la fata, chill er tutt la alliev. Ha it la fata a tentarlo, dic:
—È possibl tutt st bell ragazz, sem accuscì bill, e tu n t’ha venut la tentazion?—.
E quill i arptej sempr:
—I sting ecch p sapere mammà e papà se è viv o morto e basct!—.
Allora, il terzo giorno lei ha vist lu dur, l’ha vuta ndovinà. L’ha indovinat, gli ha detto che la mamm e il padre er vivo, due scta, due vive, il paese, lu posct, tutto. Lui, finalment, a riscit arscì da là. N’er facl.
Allor l’ha truvat, gli ha dett… pecchè gli ha dett:
—È vivo, scta là, sta qua… —i avut dic tutto.
E lui ha pijat lu cavall, ha it a stu punt, l’ha ritruvat. E c stej dentr a sta casett du vicchj, steja allà, certamente riconoscibl, non è che ns putej ricunosc la mamm e lu padr. Dic: «Ecchè! Avess dett!», e gli ha domandat a sti vecchi, dic:
—Stet sol?
—E scì, stem sol. Ha passat la guerra, ci ha disctrutt tutto, mo stem sol—.
Dic:
—Non c’avet li fij nen tnet nisciun?
—Eeee, tenavam nu fij, mo ha it alla guerr. Nen sapem se è viv o se è morto—.
Dic:
—Stu fij n’avev segn d riconosciment, per esempj, che la mamm putess riconosce?
—Eeee, scì, scì, scì! —dic—. C’avev na croce dietr la schiena!
—E se tu lo vedi… —i diss—. S tu li vid, l arcunusc s è fijt o no?
—Eeee, avoj! Scì, l’arcunosc s è fijm o no! —i ha dett la mamma.
Allora, lui si è spogliato, i ha fatt vedè la schin i er lui, lu fij.
E la storia è finit accuscì: ch’ha ritruvat lu fij e ch’ha rtruvat la mamm e lu padr.
[1] En Abruzzo el término fata (‘hada’) se usa también para denominar a las hechiceras, adivinas o curanderas.