La novia hermosa y la impostora [ATU 403 + 403C + ATU 404]

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Referencia catalográfica: 1528n

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Notas

Esta versión, transmitida en cabileño, ha sido traducida por Óscar Abenójar.

Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).

Transcripción

Traducción

Uno de esos días de Dios había una mujer que cuidaba de tres muchachos: dos niñas y un niño. De los tres, había solamente una que era su verdadera hija. Los otros dos no eran hijos suyos. Eran los hijos de la primera mujer de su marido. El padre se volvió a casar con la mujer y había tenido una niña con ella. La mujer estaba celosa de sus hijastros. No le gustaba en absoluto que su hijastra fuese mejor que su propia hija. Quería que su hija fuese la única que brillara y que fuera mejor que la otra en todo. Pero la verdad era que la hijastra, que se llamaba Agur n Itidj[1], era mucho más guapa que su hija. Era realmente guapa; tanto como el sol y la luna. Y precisamente por eso le dieron ese nombre al nacer, para expresar su belleza. Fue su difunta madre quien le puso aquel nombre. Su madrastra se moría de celos y siempre decía:

—¡Tengo que quitarle esa belleza y conseguir que no vuelva a reírse nunca más en la vida!—.

Además, solía hablar a escondidas con su hija y le decía:

—Mira, ten cuidado. No permitas que esa sea mejor que tú. Tienes que casarte tú primero. Tengo previsto entregársela al primer muerto de hambre que se presente en casa con la intención de pedir su mano. No se la voy a entregar a un buen pretendiente. Si un día llega a casa un pretendiente que sea un buen partido, pues te entregaré a ti en su lugar.

Su hija le pidió que no lo hiciera, porque, a fin de cuentas, ella era su hermanastra. Pero su madre le dijo:

—¡No! No me importa nada que sea tu hermanastra.

Y como la mujer no encontraba la manera de vencer a su hijastra, se inventó algo nuevo. La obligó a levantarse cada día a las cinco de la mañana para ir a la fuente a coger agua. Le dijo:

—¡Tú arréglatelas como te dé la gana! ¡Pero quiero que te levantes cada día a las cinco de la mañana para ir a coger agua antes de que lleguen todas las mujeres a la fuente y se te adelanten!—.

Su hijastra le dijo:

—Y ¿por qué no lo hacemos por turnos? Que un día vaya tu hija, y al día siguiente voy yo. ¡Pero no siempre yo! Tu hija ya es mayor y sabe de sobra ir a la fuente ella solita.

La madrastra le dijo:

—¡No, mi hija se queda en casa para hacer las tareas domésticas y para cocinar!—.

Porque, en realidad, la madrastra ya lo tenía todo planeado. Le había dicho a su hija que se quedara en casa para que aprendiera a cocinar y para que supiera hacer las tareas de casa mejor que su hermanastra. A su hijastra la iba a convertir en una esclava. Solo la mandaba a ella a coger agua. La madrastra la obligaba a levantarse todos los días a las cinco de la mañana y le decía:

—¡Venga, que ya es hora de ir a coger agua!—.

Al escuchar aquello Agur n Itidj se levantaba asustada y salía de casa. Se ponía a caminar y caminaba y caminaba a oscuras. Un día, cuando todavía no había amanecido, llegó al camino de la fuente y allí vio a unos viejos que estaban sentados. Parecía como si estuvieran reunidos. Entonces la muchacha les dijo:

—¡Buenos días, santos guardianes! ¡Buenos días!—.

Pero ellos no se apartaron del camino. No le dejaron que pasara. La muchacha volvió a decir:

—¡Buenos días, guardianes! Dejadme pasar para ir a coger agua.

Porque ellos se habían plantado justo en la mitad del camino. Se habían colocado formando una barrera. Como seguían sin responderle nada, ella continuó su camino. Cuando se acercó, de repente, los viejos se esfumaron sin que ella se diera cuenta siquiera. Siguió caminando hacia la fuente y empezó a llenar la tinaja en uno de los chorros de agua. De regreso a casa, volvió a encontrarse a los ancianos en el mismo lugar y les dijo:

—¡Buenos días, guardianes! ¡Dejadme pasar!—.

Siempre pasaba lo mismo. Así hasta cuatro o siete veces. Un buen día aquellos viejos la vieron, y uno de ellos les dijo a los demás:

—A esa muchacha que pasa todas las mañanas y nos saluda a la ida y a la vuelta ¡le daré aún más belleza! ¡Que la virtud vaya tras ella adonde vaya! ¡Que salgan estrellas cuando se peine los cabellos! ¡Que salga el sol cuando sonría! ¡Que se ponga a llover cuando se sienta triste y llore!—.

Y así fue como la muchacha se llevó la bendición de aquellos ancianos.

Pasó el tiempo, y un día la muchacha se quedó en casa y no fue a la fuente a coger agua. Empezó a peinarse el cabello y, de repente, comenzaron a salir estrellas y chispas por todas partes. La mujer de su padre se quedó pasmada, porque vio que las estrellas salían de su pelo como si fueran oro. Y entonces se dijo a sí misma: “¿Qué es esto? Yo la enviaba a la fuente pensando que iba a quitarle su belleza. ¡Pero lo que he conseguido con eso es que sea todavía más guapa!”.

Así que le dijo:

—¡Deja de peinarte! ¡Ahora mismo!—.

La muchacha se puso muy triste, porque su madrastra le había echado en cara algunas cosas. Se puso a llorar y, de repente, empezó a llover muy fuerte. El viento comenzó a soplar… La madrastra fue rápidamente a cerrar las ventanas y las puertas de la casa, porque la lluvia estaba entrando en casa. Mientras, la muchacha seguía muy triste. Y entonces la madrastra empezó a insultarla. Le dijo:

—Pero ¿qué has hecho? ¡Tienes la pura cara de la maldad!—.

Pasó un rato y Agur n Itidj dejó de estar triste. Empezó a reírse, porque había entendido lo que había pasado. Entendió que los viejos habían rezado por ella y que le habían dado sus bendiciones. En aquel instante salió el sol y los rayos entraron en casa. La madrastra ya no pudo soportarlo más. ¿Qué iba a hacer entonces? ¿Qué podía hacer? Pues se fue a ver a su hija y le dijo:

—Mira, te voy a enviar a vigilarla para que te enteres de adónde va y qué ha hecho para que le ocurra todo eso. Que ella no vuelva nunca más a la fuente. A partir de ahora irás tú en su lugar.

La madrastra despertó a su hija a las cinco de la mañana. Pero ella no quiso levantarse y le respondió:

—¡Déjame dormir! ¡Déjame dormir!—.

Y es que la otra no estaba acostumbrada a levantarse a aquellas horas. Pero su hijastra, en cambio, se levantaba nada más tocarla. Entonces, como su hija seguía sin querer levantarse, se puso a darle golpes y a gritarle:

—¡Te he dicho que te levantes! ¡Levántate!—.

Por fin se levantó, y la madre le ordenó que hiciera lo mismo que su hermanastra. Así se enterarían de lo que había hecho para que le ocurrieran todos aquellos milagros.

Su hija se marchó de casa, y al llegar a la fuente, se encontró a los ancianos. Como la muchacha no había sido bien educada, no conocía la cortesía, sino la agresividad. Así que empezó a gritarles muy fuerte:

—¡Perdición! Y ¡mierda! ¡Dejadme pasar! ¡Que os caiga una desgracia! ¡Locos! ¡Diablos! ¡Dejadme pasar!—.

Como los ancianos seguían sin apartarse, ella continuó su camino. Se metió entre ellos. Los ancianos la empujaron y ella acabó cayéndose al suelo. Se levantó enseguida y se dirigió a la fuente. Después cogió agua y volvió. También a la vuelta se los encontró allí, empezó a darles gritos justo delante de ellos:

—¡Que os llegue la perdición! ¡Locos! ¡Diablos! ¡Dejadme pasar!—.

Volvió a casa y le contó a su madre lo que le acababa de ocurrir en la fuente. Le dijo que se había encontrado con unos viejos que estaban sentados en la mitad del camino. Su madre le preguntó:

—Y ¿tú qué hiciste?

—Pues les dije: “¡Que os llegue la perdición, diablos! ¡Dejadme pasar!”.

—Y ¿cómo te las apañaste para pasar?

—Pues me metí entre ellos, y me empujaron. Me caí, pero me levanté enseguida.

Su madre le dijo que tenía que volver a la fuente para enterarse bien de qué estaban haciendo allí aquellos viejos. Así que al día siguiente su hija fue de nuevo a la fuente. Se los volvió a encontrar en el mismo lugar y empezó a insultarles como la otra vez. Los ancianos se enfadaron y le echaron una maldición:

—Como has venido con palabras tan malas, ¡te daremos piojos! ¡Que los diablos y la desgracia te sigan allá adonde vayas! ¡Que no ocurra nada cuando hables! ¡Que sea como si no hubieras abierto la boca! Y cuando te rías, que sea como si no te hubieras reído. ¡Y que caigan de tu pelo piojos y suciedad cuando te peines!—.

Al escuchar aquello la muchacha volvió a decir:

—¡Que os caiga una desgracia! ¡Diablos! ¡Locos!—.

Y se marchó a casa. Le dijo a su madre que mientras iba andando escuchó que ellos la maldecían. La madre le dijo:

—Ya, pues ahora entiendo todo… Y ¿tú qué solías decir a esos viejos cuando los veías?—.

Y ella le dijo:

—Pues yo les decía: “¡Buenos días, guardianes de este lugar! ¡Santos! ¡Dejadme pasar!”.

—Y ¿ellos qué te respondían?

—Me dieron su bendición. Me dijeron: “¡Que salgan estrellas y chispas cuando te peines! ¡Que caiga lluvia cuando llores!”.

La madrastra la encerró en casa y le prohibió que volviera a la fuente. Le dijo que ya no necesitaba que fuera a buscar agua.

Pasó el tiempo, y empezaron a llegar pretendientes. Un día llegó el hijo del sultán para pedir la mano de Agur n Itidj. Como la madre se quemaba de rabia por dentro porque quería que fuese su hija quien se casara, se dijo a sí misma: “¡Ay, habéis venido por esta! ¿Por qué no habréis venido a buscar a mi hija? ¿Qué es lo que no tiene mi hija?”. Los pretendientes dijeron que ellos habían venido a buscar a la muchacha mayor, porque la mayor era la que debía casarse primero. Así que la madre fue a ver a su marido y le dijo:

—Y ¿ahora qué? ¡Yo voy a darle a mi hija!—.

Su marido le respondió:

—¡No, yo voy a entregar a la mayor! Se casará primero la mayor. Ya le llegará el turno a la menor.

Antes era así. Primero los padres casaban a la mayor de las hijas, y luego casaban a la menor. Ahora las cosas han cambiado: si vienen a buscar a la menor, pues se la entregan, y ya está.

La madre se dijo a sí misma: “Esto no se va a quedar así. Voy a preparar un pan redondo y lo voy a llenar de sal”. Y luego le dijo a su hija:

—Le vamos a preparar un pan redondo y lo llenaremos de sal. En cuanto llegue la familia del novio para llevársela a su nueva casa, le entregaremos el pan para que Agur n Itidj vaya comiéndoselo por el camino. Cuando le entre hambre, se lo irá comiendo poco a poco, y yo le pediré que me entregue sus ojos a cambio de un poco de agua. Después tú podrás ocupar su lugar.

Su hija le dijo:

—¿De verdad le vas a hacer eso, madre?

—Sí, hija, de verdad.

—Y ¿serás capaz de hacerlo?—.

 La madre respondió:

—Sí, claro que podré hacerlo, hija.

Y a continuación empezaron a celebrar la boda, que duró siete días y siete noches.

Llegó la familia del pretendiente. Trajeron vestidos, corderos… Los sacrificaron e invitaron a todo el mundo. Todo el pueblo se enteró de que el hijo del sultán iba a casarse con Agur n Itidj. Y todo el mundo empezó a hablar de su belleza…

Cuando por fin llegó el momento de llevarse a la novia, su familia la ayudó a montar en el caballo, o en el camello, porque iba a viajar lejos. Adornaron el caballo y luego se marcharon. La madrastra y hermanastra se fueron con ella. También la acompañaron unos miembros de su familia. La madrastra se llevó comida en un saco. Y a la novia la metieron en un palanquín que iba en el lomo del caballo.

Como aquel día hacía mucho calor, hacia la mitad del camino la novia le dijo a la madrastra:

—¡Qué hambre tengo! Estoy muerta de hambre.

Su madrastra le respondió:

—Mira, te he traído un pan redondo para que te lo vayas comiendo por el camino. ¡Toma, toma! ¡Come pan!—.

Se lo dio y le dijo:

—Si quieres, puedes comértelo entero.

Y ella dijo:

—Dame solo un poco.

La madrastra le cortó un pedazo y se lo dio para que se lo fuera comiendo. Luego la novia siguió comiendo hasta que se quedó bien saciada. No dejó casi nada del pan.

Siguieron caminando y caminando, y al cabo de un rato la novia dijo:

—¡Ay, qué sed tengo! ¡Quiero beber agua!—.

Y dijo la madrastra:

—¡Antes tenías hambre y ahora tienes sed!

—¡Por favor, dame un poco de agua! ¡Será una obra mejor que si hicieras una peregrinación a La Meca[2]!—.

Y dijo:

—Pues si quieres beber agua, tendrás que dejar que te arranque un ojo.

Y mientras tanto su hija iba escuchando toda la conversación. No se perdió detalle de la escena. Entonces dijo Agur n Itidj:

—¿Que deje que me arranques un ojo? Y ¿se puede saber cómo voy a apañármelas yo para ver?

—Pues así son las cosas. Si quieres agua, tendrás que dejar que te arranque un ojo.

La novia aceptó y le dijo:

—Bueno, puedes arrancármelo.

Y, sin más, la madrastra le arrancó un ojo. Lo metió en un trapo y después lo escondió en el saco. Le dio agua. Pero solo le dio un poquitito, apenas un trago, y luego le quitó la jarra enseguida. La madrastra no le dejó beber hasta que se quedara saciada, porque había planeado muy bien lo que iba a hacer. Y después siguieron caminando y caminando. Al cabo de un rato la novia volvió a decirle:

—¡Por favor, dame un trago más de agua! ¡Ya no puedo más! ¡Estoy muerta de sed!—.

A la novia le había entrado tanta sed porque su madrastra había echado mucha sal en la comida que le había dado. Ella ni siquiera se había dado cuenta, porque tenía mucha hambre. La novia volvió a decirle:

—¡Por favor, date prisa! ¡Dame de beber!—.

La madrastra le dijo que, si quería más agua, tendría que dejar que le sacara el otro ojo. La novia le dijo:

—Y ¿lo que quieres es que me quede ciega como un taburete? ¿Pretendes que no pueda ver nada de nada?

—A mí eso no me importa. Si quieres beber agua, tendrás que dejar que te arranque el otro ojo. Escoge entre tu ojo y el agua.

Como la novia tenía mucha sed, se le quemaba la garganta y se le secaban las venas, no le quedó más remedio que decirle:

—¡Te lo doy! ¡Arráncalo!—.

Entonces le arrancó el otro ojo y la dejó ciega como un taburete. Después escondió su ojo en un trapo. La muchacha ya no podía ver nada de nada… Al rato la madrastra abrió la puerta del palanquín que le habían hecho a Agur n Itidj en la grupa del caballo y se puso a llamarla:

—¡Eh, tú!—.

Y en cuanto la novia se asomó para enterarse de qué quería, la otra la empujó por un precipicio. Pero antes de hacer aquello, le dijo a su hija:

—¡Deprisa! ¡Quítate la ropa!—.

A su hija le dio la ropa de su hermanastra, que era brillante. Después la colocó a ella en el lugar de la novia. A Agur n Itidj la tiró por un precipicio. La dejaron allí abandonada, tirada por el camino. Se fueron y continuaron caminando, sin que nadie se enterara de lo que había ocurrido. La tiraron por el precipicio, y, mientras, el caballo seguía caminando y los sirvientes lo iban guiando.

Llegaron a la casa del sultán y allí se encontraron con muchos invitados. Había músicos, bailarines y cocineros. Sacrificaron bueyes y todo. Todo el mundo estaba invitado: los campesinos, los flautistas… Y todo el mundo cantaba.

En cuanto vieron llegar a la comitiva las mujeres empezaron a gritar albórbolas. Luego bajaron a la novia del caballo y la condujeron hasta el interior de la casa. En aquel momento la madre se puso muy contenta, porque estaba segura de que nadie se había dado cuenta del cambio. La novia impostora se sentó, y el hijo del sultán se acercó a ella para retirarle el velo. Pero nada más verla se dio cuenta de que aquella no era la mujer con la que él quería casarse. Entonces dijo:

—¡Esta no es la mujer a la que pedí la mano!—.

Se fue a ver a su padre, el sultán, y le dijo:

—¡Padre, padre!

—¿Qué ocurre?—.

El hijo fue corriendo a buscar a su padre, que estaba entre toda la multitud, y le pidió que detuviera la celebración de la boda. Su padre le dijo:

—¿Cómo? ¿Me he gastado una fortuna para que ahora me pidas que no celebremos la boda?—.

Y dijo el príncipe:

—La que ha venido no es la muchacha a la que pedimos la mano.

Al momento el padre se fue al lugar donde estaban bailando las mujeres, para comprobar si era verdad lo que le había dicho su hijo. Les ordenó a las todas que se apartaran y les fue retirando los velos una por una. Cuando le llegó el turno a la novia, el rey se quedó pasmado y gritó:

—¡Uf, qué fea es esta! ¡No es esta a la que pedimos la mano! Pero ¡si esta es un mochuelo! ¿Es esta la que nos han dado?—.

Luego se dirigió a la madrastra y le dijo:

—¡Por Dios, mujer! ¿Dónde está la muchacha a la que pedimos la mano?

—Esta es.

—¡Mujer, por Dios! Dinos ¿dónde está la muchacha a la que pedimos la mano?

—¡Te digo que es esta!—.

Y él insistió:

—¡Que no! ¡Que no es esta! Y ¿dónde está su hermano?—.

Y ella dijo:

—Se ha quedado vigilando la casa. Solo hemos venido mis hermanas y yo. Hemos traído a la novia y ¿ahora empiezas a hacernos un interrogatorio?—.

Él le dijo:

—¿Dónde está la que se llama Agur n Itidj?

—¿Te refieres a esa que no tiene ni madre ni nadie? ¡Pero si esa ni siquiera es una mujer!—.

Y a continuación empezó a decir maldades sobre su hijastra. Les dijo que su hija era mucho mejor, que su hija tenía madre y padre. Y que, claro, no era lo mismo… No tenían ni punto de comparación. Ellos le dijeron:

—Nosotros no queremos a esta. Esta muchacha no es a la que nosotros pedimos la mano. ¡No puedes obligarnos a que nos quedemos con la que no queremos! ¡Y ahora mismo nos vas a decir dónde está la novia!—.

Entonces la madrastra les dijo:

—Preguntadle a su hermano y él os dirá dónde está. Yo la he dejado en casa, porque no quiso acompañarnos. Como ella no quiso venir, a mí me dio vergüenza. Y como no se me ocurría nada que hacer, pues le puse el vestido a mi hija y me la traje hasta aquí en su lugar. ¡Fue ella la que os rechazó!—.

La madrastra les dio aquella excusa para quitarse de encima la responsabilidad. El sultán le dijo a su hijo:

—Ahora mismo te montas en tu caballo y te traes a su hermano. Él se encargará de arreglar este asunto.

En realidad, la madrastra había dejado a su hijastro en casa para que no se enterara de lo que pretendía hacer.

El hijo del sultán se fue corriendo a la casa donde estaba el hermano. Lo llamó, y nada más abrirle la puerta, le preguntó:

—¿Se puede saber por qué no has ido a la boda?

—Porque me he quedado vigilando la casa. Mi padre me pidió que me ocupara de vigilarla.

Y dijo el sultán:

—¿Dónde está tu hermana?

—Mi hermana se vistió de novia y se fue en el cortejo nupcial en dirección a vuestra casa.

Dijo el príncipe:

—Pero no fue ella la que llegó a nuestra casa.

Y dijo el hermano:

—Entonces ¿dónde está mi hermana?—.

Y el otro respondió:

—Yo creo que se había quedado en su casa. Su madrastra me dijo que se había quedado allí.

Los dos se quedaron muy preocupados y se fueron rápidamente a buscarla. Emprendieron el camino a la casa del sultán. A medida que iban caminando por el bosque iban oyendo gritos. Eran los de Agur n Itidj, que estaba llamando a su hermano. Estaba gritando su nombre. Él la escuchó y le pidió al hijo del sultán que le diera su permiso para bajar y enterarse de lo que estaba ocurriendo, porque se temía que fuese su hermana la que estaba dando aquellos gritos. Pero el príncipe le dijo que primero tendrían que ir a su casa para comprobar si la muchacha que estaba allí era, de verdad, su hermana. Luego volverían a enterarse de lo que estaba sucediendo en el bosque.

Así que el príncipe y el hermano siguieron caminando en dirección a la casa del novio. Mientras tanto una paloma blanca, muy blanca, se acercó a Agur n Itidj y empezó a revolotear y a dar gritos alrededor de su cabeza. Luego le preguntó:

—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás llorando, muchacha?

—¡Por Dios, paloma! ¡Ayúdame! Te prometo que, si me echas una mano, yo también te ayudaré.

La paloma le preguntó:

—¿Qué te ocurre?—.

 Y ella le dijo:

—Mi madrastra me ha arrancado los ojos. Por el camino me entró mucha hambre, así que le pedí que me diera algo de comer. Me ofreció un pan lleno de sal. Como me entró sed, tuve que pedirle que me diera un poco de agua. Pero ella me respondió que, si quería agua, me daría dos tragos; pero a cambio me arrancó los dos ojos. Y después me tiró por un precipicio.

La paloma le dijo que no se preocupara y le prometió que le iba a devolver los ojos. A continuación se fue a buscar una hierba que ella conocía. Era una hierba que tenía un poder curativo. Porque antiguamente los animales sabían qué hierbas eran buenas y cuáles no lo eran. Así que la paloma arrancó la hierba con el pico y empezó a masticarla. Luego fue a un charco de agua y se puso a mojar las hojas. A continuación volvió al lugar donde estaba Agur n Itidj. Apretó la hierba contra los huecos de los ojos de la muchacha y en aquel momento se escurrieron unas gotas. Y cada vez que caía una de esas gotas, la paloma volvía a arrancar más hierba. En cuanto hubo terminado repitió lo mismo con el otro hueco del ojo. ¡Y lo hizo todo con el pico! Y así hizo la paloma hasta que todo el jugo de la hierba se metió en las oquedades de los ojos. Entonces la muchacha recuperó los ojos. ¡Tal es el poder de Dios! Agur n Itidj recuperó la vista. Volvió a ver. Enseguida le dio las gracias a Dios. Y después dijo:

—¡Puedo ver! ¡Ya puedo ver otra vez! Dime lo que quieres y te lo daré. ¡Te daré todo lo que me pidas, paloma de la sagrada Meca!—.

La paloma le dijo:

—Tú eres Agur n Itidj. Eres muy guapa. Dios te hizo así, huérfana. Lo que quiero es que me digas quién rezó por ti para que saliera el sol cuando te ríes, para que cayera la lluvia cuando lloras, y para que brillara tu cabello cuando lo peinas. Eso mismo es lo que yo quiero. ¡Quiero que me ocurra lo mismo a mí también!—.

La muchacha le dijo:

—¡Pues te voy a dar ese poder!—.

Y enseguida la muchacha se puso a rezar la Fatiha[3] y a decir unos versículos del Corán. Decía: “Dios, esto y lo otro…”. Luego la muchacha le preguntó por qué quería tener esos poderes. Y la paloma le respondió:

—Porque mi hermana se ha marchado y me ha abandonado aquí sola. Un día estábamos las dos juntas en la fuente, y justo en el momento en que estábamos poniéndonos nuestras chilabas para marcharnos, llegó el chacal con la intención de comernos. Mi hermana se puso su chilaba y se marchó. Pero yo, como estaba muy a gusto en la fuente, quise quedarme un poco más allí lavándome los pies. Yo no me di prisa. Mi hermana se fue al país que atrae a los pájaros. Y, ahora, lo que yo quiero con este rezo es deshacer el trabajo de los campesinos. Porque así, cuando terminen de cultivar la tierra, yo me pondré a llorar para que empiece a llover, de modo que su trabajo quedará deshecho. Y por la mañana me pondré a sonreír para que salga el sol y los trabajadores vengan a cultivar los campos. Pensarán que hace buen tiempo, aunque en realidad no lo hará...—.

Pero, con aquella historia, lo que en realidad quería la paloma era enterarse de dónde estaba la hermanastra de Agur n Itidj. Al cabo de un rato el hijo del sultán y el hermano de Agur n Itidj volvieron al lugar del bosque donde habían escuchado los gritos. Una vez allí volvieron a escuchar a la muchacha, que les decía:

—¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí!—.

Y ellos decían:

—¿Dónde estás?

—¡Acercaos al precipicio, que yo no puedo subir!—.

El hermano y el novio bajaron por el barranco. Corrieron y corrieron tras la voz de la muchacha hasta que por fin la vieron a lo lejos. Todo el bosque era negro, pero el lugar donde estaba la muchacha brillaba y brillaba, porque ella era Agur n Itidj. Los dos hombres fueron siguiendo la luz hasta que por fin la encontraron.

La ayudaron a montar en el caballo y se la llevaron a casa. Una vez allí vieron a la madrastra sentada al lado de su hija. Todo el mundo bailaba pensando que ella era la novia. Pero, cuando llegó Agur n Itidj, los músicos soltaron sus instrumentos, los cocineros dejaron caer las cucharas… Y todos empezaron a correr detrás del novio. Las mujeres gritaron albórbolas, y el sultán se puso muy contento. Todos los invitados dejaron lo que estaban haciendo en aquel momento para ir a verla.

Luego sacaron de la casa a la madrastra y a su hija. Las colocaron en el caballo y las tiraron por un precipicio, exactamente el mismo por el que habían tirado antes a Agur n Itidj. Y entonces por fin ella volvió a ser la novia.

 

Mi cuento va

de un lado a otro,

y quien lo escucha

ya no sufrirá más.

 

[1] Agur n Itidj: combinación de los términos bereberes agur (“luna”) e idj (“sol”) unidos por la preposición n (“de”), lo que viene a significar “luna del sol”. En los cuentos cabilios abundan las alusiones al sol y a la luna como expresiones metafóricas de la belleza de las protagonistas.

[2] Será una obra mejor que si hicieras una peregrinación a La Meca: expresión que suele acompañar a las peticiones y súplicas para indicar que, si la persona accediera a ayudar, en la otra vida Dios le daría mejor recompensa que si hiciera una peregrinación a ciudad santa.

[3] Fatiha: primera azora del Corán.

Resumen de ATU 403

The Black and the White Bride. (Including the previous Types 403A and 403B.) A stepmother hates her stepchildren [S31]. The stepdaughter is kind to someone she meets (e.g. Christ and St. Peter) (she is sent after strawberries in winter [H1023.3], and meets dwarfs who help her). In return she is given great beauty [D1860] (the power of dropping gold or jewels from her mouth [D1454.2, D1454.1.2]). The stepmother's own daughter is unkind under these conditions and is made ugly [D1870] (made to drop toads from her mouth [M431.2]) [Q2].

The stepdaughter’s brother is in service at the court of a king. He takes his sister's picture with him. The king sees the girl’s picture, falls in love with her, and sends the brother for her [T11.2]. (The beautiful stepdaughter is seen accidentally by a king or prince, who marries her [N711, L162].)

On their journey to the king’s court, the stepmother or stepsister casts the true bride out of the carriage (overboard) [S432]. The king marries the ugly stepsister [K1911], and the brother is thrown into prison or a pit of snakes [Q465.1]. (The king's wife gives birth to a child. The stepmother throws her and her child into the water and substitutes her own daughter for the bride [K1911.1.2].)

The true bride is transformed to a duck (goose) [D161.2], and comes to the king’s court three times (to care for her child [D688]). The last night the king wakes and disenchants her by decapitation [D711] (cutting her golden belt, holding her during successive transformations [D712.4]).

The brother, unharmed in the den of snakes [B848], is rescued. The true bride is married or reinstated, and the false bride and her mother are punished [Q261]. Cf. Types 450, 480, 510B, 511 (Uther, 2004: I, 236-237).

[La muchacha noble y la muchacha innoble (incluye los anteriores tipos 403A y 403B). Una madrastra odia a sus hijastros [S31]. La hijastra es noble con alguien que conoce (p.e.: Cristo y san Pedro) (la mandan a coger fresas en invierno [H1023.3] y se encuentra con enanos que la ayudan). A cambio, le otorgan gran belleza [D1860] (el poder de vomitar oro o joyas [D1454.2, D1454.1.2]). La hija propia de la madrastra es innoble en las mismas condiciones y la convierten en una joven fea [D1870] (hacen que vomite sapos de su boca [M431.2]) [Q2].

El hermano de la hijastra está al servicio del rey en la corte. Se lleva un cuadro de su hermana. El rey ve el cuadro de la joven, se enamora de ella y manda al hermano a por ella [T11.2] (un rey o un príncipe ve por accidente a la hijastra guapa y se casa con ella [N711, L162]).

En su viaje a la corte del rey, la madrastra o la hermanastra sacan a la verdadera amada del carruaje (por la borda) [S432]. El rey se casa con la hermanastra fea [K1911], y manda al hermano a prisión o a un hoyo de serpientes [Q465.1]. (La esposa del rey da a luz a un niño. La madrastra las lanza a ella y al niño al agua y la sustituye por su propia hija [K1911.1.2]).

La verdadera amada se transforma en un pato (un ganso) [D161.2], y va a la corte del rey tres veces (para cuidar de su hijo [D688]). La última noche el rey se despierta y rompe su encanto decapitándola [D711] (cortando su cinturón de oro, sujetándola durante sucesivas transformaciones [D712.4]).

El hermano, desarmado en la madriguera de serpientes [B848], es rescatado. La verdadera amada se casa o vuelve a la corte, y la falsa amada y su madre son castigadas [Q261]. Cf. Tipos 450, 480, 510B, 511 (traducción de Alba Pegalajar Espinosa)]

Resumen de ATU 403C

The Substituted Bride (previously The Witch Secretly Substitutes her own Daughter). A witch secretly substitutes her own daughter for the bride. On the way to his home, the bridegroom discovers the substitution and throws the witch's daughter out of the carriage. The girl falls down to the earth (under a bridge), and from her navel grows a reed in which the witch recognizes her own daughter. (Uther, 2004: I, 214).

[La novia sustituída (previamente La bruja sustituye secretamente a su propia hija). Una bruja sustituye secretamente a su propia hija por la novia. De camino a casa, el novio descubre la sustitución y echa a la hija de la bruja fuera del carruaje. La niña cae al suelo (debajo de un puente), y de su ombligo crece un junco por el cual la bruja reconoce que es su propia hija. (Traducción de Laura Moreno Gámez)]

Resumen de ATU 404

The Blinded Bride. (Previously Type 533* and part of Type 533).

A girl is blessed at birth by fairies (is kind to a snake) who cause her to produce gold (jewels, flowers) from her hands (mouth [D1454.2], footsteps [D1454.7], tears [Dl454.4]). A king sees the girl and wants to marry her. Her wicked stepmother (aunt) and stepsister accompany her on the journey to the king's court. On the way, the girl's stepmother feeds her with salty food. When the girl asks for water, the stepmother puts out both of her eyes [S165] or mutilates her. They take her clothes and throw her into the sea. The stepsister, posing as the bride, marries the king.

A kind fisherman (poor man) finds the blinded girl, takes her home, and becomes rich from the gold from her hands. He uses the gold (jewels, flowers) to buy back the girl's eyes [E781.2] (the snake commands this). The girl recovers her sight, dresses in beautiful clothes, and goes to the king's court. The king recognizes her when she washes her hands. He marries her, and the wicked women are burned. (The snake is the girl's guardian angel and returns to heaven). (Uther, 2004: I, 238-239).

[La novia cegada. (Previamente Tipo 355* y parte del tipo 533).

Una niña es bendecida al nacer por hadas (es amable con una serpiente) las cuales la hacen producir oro (joyas, flores) de sus manos (boca [D1454.2], pasos [D1454.7], lágrimas [Dl454.4]). Un rey ve a la niña y quiere casarse con ella. Su malvada madrastra (tía) y hermanastra la acompañan a un viaje a la corte del rey. Por el camino, la madrastra de la niña la alimenta con comida salada. Cuando la niña pregunta por agua, la madrastra le saca los dos ojos [S165] o la mutila. Cogen sus ropas y la tiran al mar. La hermanastra, haciéndose pasar por la novia, se casa con el rey.

Un hombre pescador (hombre pobre) encuentra a la niña cegada, la lleva a casa y se vuelve rico por el oro de sus manos. Él usa el oro (joyas, flores) para rescatar los ojos de la niña [E781.2] (la serpiente lo ordena). La niña recupera su vista, se viste con ropa bonita y se va a la corte del rey. El rey la reconoce cuando ella se lava las manos. Se casa con ella y queman a las mujeres malvadas. (La serpiente es el ángel guardián de la niña y regresa al cielo). (Traducción de Laura Moreno Gámez)]