Audio
Clasificación
Informantes
Recopiladores
Notas
Esta versión, transmitida en árabe, ha sido traducida por Óscar Abenójar.
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Traducción
—Hadjitek!
[—Mâdjitek!][1]
Había una vez un comerciante que tenía siete hijas. Todas las mañanas, antes de ir al mercado, les preguntaba qué querían que les trajera. Seis de ellas le pedían cosas, y la séptima le decía:
—Yo no quiero que me traigas nada. Lo único que deseo es que te vaya bien y que regreses pronto—.
Todas las noches, al volver a casa, le llevaba a ella el mejor regalo. Siempre le recompensaba con regalos mejores que los de sus hermanas. Y lo mismo pasaba todos los días, hasta que sus hermanas terminaron poniéndose celosas. Entonces llamaron a una bruja. Le contaron la historia:
—Nosotras le pedimos regalos todos los días, y nuestra hermana, que nunca le pide nada, siempre recibe regalos mejores que los nuestros—.
Y la vieja les dijo:
—Decidle a vuestra hermana que le pida a su padre el coral verde que cuelga de su cuello—.
Al día siguiente, como de costumbre, por la mañana, antes de salir de casa, las seis muchachas le dijeron a su hermana pequeña:
—Tú creerás que te da muchos regalos, pero la verdad es que a ti nunca te ha traído el coral verde que lleva colgado de su cuello—.
Ella no sabía a qué se referían con aquel coral verde… Al día siguiente, por la mañana, antes de que su padre se fuera de casa, la muchacha le dijo:
—Nunca te he pedido nada, pero hoy voy a decirte algo—.
Y él dijo:
—¿Qué quieres, hija mía?—.
Y ella dijo:
—Te pido que me traigas el coral verde que lleva colgado de su cuello[2]—.
A continuación él se marchó a buscarlo. Y estuvo buscándolo por todas partes. Les preguntó a todos los joyeros del país. Pero no lo encontró.
Entonces volvió a casa. Por el camino le dijeron que aquel “coral” era un hombre. Se referían al hijo del sultán. Al volver a casa por la noche, la pequeña le dijo:
—Sé bienvenido, papá—.
Y él respondió:
—¿Te das cuenta acaso de lo que me has pedido? ¡Me has pedido un hombre! ¡Es el hijo del sultán!
Luego se la llevó al corral y la dejó allí encerrada con las gallinas. Tuvo que pasar la noche en el gallinero. A la mañana siguiente, en cuanto su padre pasó a su lado para marcharse a trabajar, le dijo:
—Buenos días, papá—.
El padre respondió:
—Tu amor y tu envidia
en el corral te retuvieron[3]—.
Y se marchó. Por la noche, al llegar a casa, volvió a ocurrir lo mismo. La muchacha volvió a saludar a su padre:
—Bienvenido, papá—.
Pero aquel día el padre no le había traído nada del mercado. Se acercó a ella y le dijo:
—Tu amor y tu envidia
en el corral te retuvieron—.
Y siempre ocurría lo mismo. Hasta que un día la muchacha se vistió de hombre y se marchó al zoco. Al llegar allí compró todos los productos del mercado, porque sabía de sobra que su padre iba todos los días al zoco. Y ¿qué hizo? Pues puso una mesa a la entrada del mercado y obligó a la gente a que se pusiera a tostar habas. Así que la gente se puso venga a tostar habas y venga a tostar habas, y justo entonces llegó su padre. La joven lo reconoció, pero él a ella no. Entonces le pidió que se pusiera él también a tostar habas. Y él respondió:
—No es nuestra costumbre tostar habas antes de entrar en el zoco—.
Y ella dijo:
—Pues ahora es así. Es la nueva ley, y tú no serás una excepción—.
Y cuando cayó la noche y llegó la hora de volver a casa, ella salió corriendo. Lo adelantó y le dijo:
—Bienvenido, papá—.
Y dijo:
—Tu amor y tu envidia
en el corral te retuvieron—.
Y ella respondió:
—Mi amor y mi envidia…
No he frito las habas con los dedos[4]—.
Entonces él entró en casa. Y al día siguiente lo mismo. Al tercer día la obligó a salir del gallinero y le dijo:
—¿Qué significan esas palabras que me dices siempre?—.
Y ella dijo:
—Respóndeme tú primero. ¿Qué significa lo que tú me dices? Fue una bruja la que les dijo a mis hermanas que yo tenía que pedirte eso del coral verde. Les dijo que te pidiera el coral verde colgado de su cuello—.
Y él dijo:
—¡Ah!, ¿sí? Conque ¿era eso? ¡Eres libre! Tienes mi permiso incluso para irte a buscar a ese príncipe—.
Entonces ella se disfrazó de hombre y se marchó. Empezó a buscar y a preguntar a la gente que se iba encontrando por el camino. Se puso a buscar el coral verde colgado de su cuello. Un día alguien le indicó dónde estaba, y ella se fue a ver al sultán. Llamó a la puerta… Al instante apareció un criado. Y ella le dijo:
—Estoy buscando a fulano—.
Entonces el criado fue a decirle al príncipe:
—Hay alguien que quiere verle—.
El príncipe recibió a la muchacha disfrazada de varón:
—Bienvenido seas—.
Y ella dijo:
—Te lo agradezco—.
Cenaron y pasaron la noche en casa de él. La madre del príncipe los puso en la misma habitación, cada uno en su cama, pero el uno al lado del otro. Al día siguiente, por la mañana, el príncipe le dijo a su madre:
—Mamá, me da la impresión de que ese hombre es una mujer—.
Y ella le respondió:
—¡Bah, qué tontería!—.
Y él insistió:
—Pues eso es lo que creo—.
Y su madre le dijo:
—Yo no lo creo. Pero si tú tienes dudas, llévatelo a dar una vuelta por el país y hazle pasar al lado de una tienda de armas y de una joyería. Si ves que se interesa más por las armas que por las joyas, significará que es un hombre; pero si le interesan más las joyas, entonces será una mujer—.
Y se fueron a dar una vuelta. Empezaron a echar un vistazo por las joyerías. Él se quedó mirando las joyas, y la muchacha también les echó un vistazo; pero luego enseguida hizo como si no le interesaran, y se alejó.
Entonces el príncipe le dijo:
—¿Por qué te vas? ¡Ven a ver las joyas!—.
Y ella le dijo:
—¡No, vamos a ver las armas!—.
Volvieron a dar una vuelta y después regresaron a casa. Al día siguiente su madre le dijo:
—Llévatelo a un huerto donde haya frutas y verduras—.
Y añadió:
—Si ves que se pone a comer todas las frutas hasta la saciedad, pues será que es una mujer. Pero si ves que solo coge una fruta por aquí y otra fruta por allá, eso significará que es un hombre—.
Así que se la llevó a dar una vuelta. Al cabo de un rato pasaron entre los árboles. Y entonces ella cogió algunas frutas. El príncipe le dijo:
—¡Come más!—.
Ella respondió:
—Son frutas, no me voy a llenar con eso—.
Luego él volvió y se lo contó a su madre, y ella le dijo:
—¡Entonces no hay duda! ¡Es un hombre!—.
Por la noche la madre le dijo:
—De todos modos, tú ponle jazmín debajo de la cama. Si es un hombre, no se moverá, y las flores no se marchitarán. Pero si es una mujer, empezará a dar vueltas y vueltas mientras duerme, y acabará aplastando las flores.
Así que puso las flores y se fue a dormir. La muchacha se pasó toda la noche regando las flores. Y al día siguiente el príncipe se encontró que las flores estaban en perfecto estado. Entonces fue a contárselo a su madre. Y ella le dijo:
—Pues ya solo queda una cosa que puede ayudarnos a resolver el misterio: el hammam[5]—.
Y el príncipe le dijo a la joven:
—Ahora que ya hemos visitado el país y que hemos dado una vuelta, si te parece bien, te invito al hammam—.
Y ella respondió:
—Pues sí, me parece bien—.
Se prepararon, se llevaron sus cosas y se fueron al hammam. El príncipe empezó a quitarse la ropa para ir a la habitación caliente[6], y mientras tanto ella se puso a dar vueltas para matar el tiempo. Luego el príncipe entró y le dijo:
—Sígueme, que te espero dentro—.
Entonces la muchacha escribió una nota, se la dio al encargado del hammam y se marchó. El príncipe se quedó esperándola, esperándola y esperándola durante un buen rato hasta que al final acabó cansándose y decidió marcharse. Al salir fue a preguntarle al encargado, y este le dijo:
—Pues no sé qué decirte. Creo que su padre está enfermo y ha tenido que marcharse. De todas maneras, te ha dejado esta nota antes de irse—.
Le entregó la nota, y el príncipe leyó: “¡Idiota, hijo de un idiota, que no eres capaz de ver la diferencia entre un hombre y una mujer! ¡Mierda, hijo de una mierda, que no eres capaz de distinguir entre un hombre y una mujer!”. Entonces el príncipe pensó: “¡Solo puedo quererla a ella!”. Y a continuación se marchó a buscarla.
En cuanto la encontró, se fue directamente a pedir su mano al padre de la muchacha. Se casó con ella, y celebraron una boda de siete días y siete noches.
[1] Hadjitek! / Mâdjitek!: lit.: “¡Te he contado! / ¡No has venido!”.
[2] La identidad del enigmático personaje al que remite ese “su” no será desvelada en ningún momento de la narración. Tal vez ese pronombre anafórico remita al príncipe que después protagonizará el relato.
[3] El informante formuló este pareado en árabe (Aâchqak wa hwak / fi bit l’djadj khalak).
[4] En árabe argelino: Aâchqi wa hwaya… / Ma qlitch l ful bin hdaya.
[5] Hammam: baño turco muy popular en el Magreb.
[6] Habitación caliente, cámara del hammam donde los visitantes exponen sus cuerpos al vapor antes de pasar a la piscina de agua fría.