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Notas
Esta versión, transmitida en cabileño, ha sido traducida por Óscar Abenójar.
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Traducción
—Amacahu!
[—Ahu!]
—Quien dice “ahu”
me olvidará.
Había una vez un hombre y una mujer que no tenían hijos. Un día ella estaba haciendo las tareas de la casa y de repente se encontró un garbanzo. Y en ese momento suspiró:
—¡Ay, quién tuviera un hijo!—.
Al instante el garbanzo empezó a hablar y dijo:
—Bueno, pues aquí me tienes. Si quieres, puedes adoptarme a mí como si fuera tu propio hijo—.
Ella lo adoptó y le dijo:
—Tienes que llevarte la comida a mi marido a tal sitio—.
Y él le respondió:
—Pero yo no sé cómo se llama tu marido.
—De acuerdo, pues ahora te lo digo—.
Le preparó la comida y le dio unos pedazos de pan y una vasija con leche fermentada. Y luego le dijo:
—Ahora vete, y cuando llegues al lugar donde trabaja mi marido, llámalo: “¡Eh, papá, el que lleva una chechía[1] roja!”—.
Y se marchó. Empezó a caminar y estuvo caminando y caminando hasta que llegó al lugar. Y lo llamó:
—¡Eh, papá, el que lleva una chechía roja!—.
Enseguida los campesinos fueron a decirle a su patrón:
—¡Eh, señor! Ha venido a buscarte tu hijo.Tú eres el único por aquí que lleva una chechía roja—.
El patrón les respondió y se fue a ver al garbanzo. El garbanzo le puso la comida delante. Luego el padre comió, y el garbanzo volvió a casa.
Y al día siguiente ocurrió lo mismo. El hijo garbanzo salió de casa, y se puso a caminar. Estuvo caminando, caminando y caminando. Pero entonces, de repente, se encontró con un chacal. Y el garbanzo le dijo:
—¡Llévame!—.
Y el chacal respondió:
—¡Ven! ¡Dame esa bolsa de comida, que te la voy a llevar yo!—.
Y se fueron. Se montó en el chacal. Metió el pan en el saco, y se marcharon. El chacal se puso a andar, y estuvo andando y andando… Pero, por el camino, el chacal se comió el pan. Luego siguieron caminando y caminando hasta llegar al lugar donde estaba trabajando su padre. Y entonces el garbanzo le dijo:
—¡Oh, papá, el que lleva una chechía roja!—.
Al instante el padre respondió y atravesó el campo hasta llegar al lugar donde estaba su hijo. El garbanzo bajó del chacal el saco de la comida, que ya estaba vacío. Cuando su padre vio que ya no quedaba nada de comida, se puso a pegarle al garbanzo. Entonces el pequeño se marchó enfadado. Pero no tenía ni idea de cómo volver a casa… Al cabo de un rato se fue a ver a los campesinos y les dijo:
—Papá os dice que tenéis que quemar toda la cosecha—.
Y ellos respondieron:
—Pero ¿qué tontería es esa?—.
Y repitió:
—¡Papá os dice que tenéis que quemar toda la cosecha!—.
El garbanzo volvió a casa y entonces se adelantó a los campesinos, que habían prendido fuego a los campos. Los trabajadores volvieron a casa para cenar. Se dijeron a sí mismos: “¡Que Dios traicione a ese hombre!”.
La mujer preparó la cena para los campesinos y su marido y luego puso la mesa. Se colocaron al lado del kanun. Al momento uno de ellos se quitó los zapatos y sacó de allí tres granos de trigo. Luego los recogió y los tiró al kanun. Y el patrón dijo:
—¡Que Dios te castigue! El trigo es un don de Dios, ¿y tú vas y lo quemas?—.
Y el otro respondió:
—Nos has enviado a tu hijo, el garbanzo, y nos has dicho que quememos la cosecha. Y ahora ¿encima me insultas?—.
El patrón respondió:
—¿En serio os ha dicho eso?—.
Cogió el garbanzo y lo tiró fuera de casa. Como el garbanzo ni siquiera había
comido, pensó que lo mejor sería ir a ver a sus tías. Así que se fue a su casa les dijo:
—Papá dice que os rompáis todos los dientes y que después vengáis a comer carne tierna—.
Las tías dijeron:
—¿De verdad tenemos que hacer eso?—.
Las pobrecitas cogieron unas piedras y se rompieron todos los dientes. Después se fueron a casa de su hermano. Cuando llegó la hora del almuerzo, las tías cogieron los pedazos de carne y no consiguieron masticarlos. Entonces su hermano les dijo:
—Pero ¿qué está ocurriendo?
—Pues que tú enviaste a tu hijo a decirnos que nos rompiéramos los dientes para comer carne tierna—.
Y el patrón dijo:
—¡Que Dios lo traicione!—.
Lo cogió y lo echó fuera de la granja. Lo tiró. Entonces el garbanzo se marchó y empezó a rodar por allí… Al cabo de un rato se encontró con un hombre y se hizo amigo suyo. El garbanzo corrió a esconderse en la oreja de una vaca para que no lo encontraran. Desde aquel día su amigo vivía fuera de la oreja del animal, y él se quedó a vivir en el interior. Un día el garbanzo le propuso a su amigo:
—¡Vamos a robar vacas!
—Pero ¿cómo vamos a apañárnoslas para robarlas?—.
Y el garbanzo le dijo:
—No te preocupes. Tú te quedas vigilando ahí fuera del establo, y yo me encargaré de ir sacando a las vacas una por una—.
Y su amigo insistió:
—Pero ¿cómo, garbanzo?
—Te he dicho que tú te quedes vigilando ahí fuera, que yo me encargaré de ir sacando a las vacas—.
Así que volvió a meterse en la oreja de la vaca y empezó a gritar:
—¿Thetits o tmitets[2]?—.
Y el otro le respondió:
—¡Puedes sacarlas, que no hay nadie!—.
Después se metió en la oreja de otra vaca y le volvió a decir a su amigo:
—¿Thetits o tmitets?—.
Y el otro le respondió:
—¡Sácala!—.
Y entonces sacó un buey. Y en cuanto se hubieron llevado tres o cuatro, los granjeros terminaron dándose cuenta. Entonces salió un granjero y vio que sus vacas estaban fuera. Fue a echar un vistazo en el establo, y ¡estaba vacío! Así que dijo:
—¡Que Dios os traicione! ¿Qué estáis haciendo?—.
El granjero era socio del padre del garbanzo. Empezó a perseguir a los dos gamberros. Pero se le escaparon.
Luego se encontraron un toro muerto y se escondieron en su vientre. Al final acabaron atrapando a su amigo y le dieron una tunda terrible; le dieron tal paliza que el hombre acabó muriendo. Y él se quedó allí escondido, en el vientre del toro.
El cuento,
río, río,
os lo he contado
a los nobles!