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Notas
Esta versión, transmitida en cabileño, ha sido traducida por Óscar Abenójar.
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Traducción
Había una vez una mujer que estaba casada con un sultán que tenía una hija muy guapa. La hijastra de la sultana era muy hermosa, y, además, a medida que iba creciendo, se iba haciendo cada vez más y más guapa. Su madrastra estaba celosa de ella. Un día le dijo a su marido:
–¡Tienes que deshacerte de tu hija! Te la llevas, la vendes o la matas. Lo que tú prefieras—.
Y él respondió:
–Llévatela tú—.
Y la madrastra se la llevó al zoco. Iba caminando delante de ella. Y en cuanto pasaron por allí unos comerciantes, la madrastra les preguntó:
–¡Sed bienvenidos! ¿Quién os parece más guapa, la de delante o la de detrás?-.
Se quedaron mirando a la muchacha de arriba abajo. Después la miraron a ella y respondieron:
–¡La más guapa es esa joven que está detrás de ti! —Señalando hacia el lugar donde estaba la muchacha.
Entonces la madrastra se la llevó a casa. Al día siguiente volvieron a ir al mismo lugar y se colocó detrás de la muchacha. Y cuando pasaron unos comerciantes, la madrastra les preguntó:
–¡Sed bienvenidos! Decidme, ¿quién os parece más guapa, la de delante o la de detrás?-.
Se quedaron mirando a la muchacha y luego la miraron a ella:
–¡La más guapa es esa que está delante de ti! –señalando otra vez a la hijastra.
La madrastra se la llevó a casa y se fue a buscar a una bruja para decirle esto y eso y lo otro… La bruja le respondió:
–Ah, pues eso no es nada. Pídele a tu marido que te compre sábanas y ovillos de lana, y tú llévate a tu hijastra a la montaña. Una vez allí suelta el ovillo y dile: “Allá donde se detenga el ovillo será la estatura de tu padre”. Luego envíala a buscarlo, y así terminará perdiéndose—.
Se marchó, cogió el ovillo de lana y le dijo a la muchacha:
–Ven, que vamos a ir a tal sitio para tomarle las medidas a tu padre, que quiero tejerle un burnús[1]—.
Y la muchacha le respondió:
–Los burnús se tejen en casa—.
Y la bruja le dijo:
–No, tu padre es demasiado alto—.
Se fueron. Cogieron las sábanas y se marcharon. Y la madrastra dijo:
–Yo voy a coger esta punta, y tú vas desenrollando el ovillo hasta que tengamos las medidas de tu padre—.
La hijastra empezó a desenrollarlo. Al cabo de un rato la otra soltó la punta y entonces el ovillo empezó a rodar y a rodar y la muchacha tuvo que ir a buscarlo. Pero el ovillo ya se había ido muy lejos.Entonces se puso a mirar a su alrededor y ya no encontró el camino de vuelta. Así que le gritó a su madrastra:
–¡Vete, y que Dios te traicione como tú me has traicionado!-.
Y la muchacha continuó su camino. Echó a andar y estuvo caminando, caminando y caminando hasta que vio la silueta de una cabaña y se dijo a sí misma: “¡Venga, vete ahí!”.
Una vez en la casa se encontró con siete hermanos. Eran siete cazadores. En aquel momento acababan de preparar la comida. Había siete platos de cuscús, siete jarras de salsa y siete perdices. Lo había preparado todo uno de ellos, el mismo que después se fue a buscar a los demás para que fueran a comer. En aquel instante ella aprovechó el descuido del cazador para coger un pedazo de cada perdiz, una cucharada de cada plato y un poco de salsa de cada jarra. Luego subió al desván, al que ellos no subían nunca, y se quedó allí agazapada. Luego llegaron los hermanos y dijeron:
–¡Ay, nos han robado en casa!-.
Y uno de ellos dijo:
–¡Bueno, ahora comed!-.
Y se pusieron a comer. Al día siguiente le tocaba al mayor de todos hacer todas las tareas de casa. Lo arregló todo y se marchó. De nuevo, en cuanto se hubieron marchado, ella bajó del desván, comió y se volvió a esconder. Aquella vez tampoco la pillaron.
Al tercer día el menor de los hermanos cazadores[2] lo organizó todo: colocó las perdices, los platos... Los demás se habían ido de caza. Al terminar el cazador cogió una carabina y se dirigió al establo. En aquel momento ella bajaba del desván. Él salió, la sorprendió por la espalda, y le dijo:
–Te prometo, en nombre de Dios, que no te voy a hacer daño. ¡Pero vuelve al desván! ¡Te juro, en nombre de Dios, que no te haré nada!-.
Entonces le dio un plato de cuscús y una perdiz. Ella comió, bebió agua y el cazador le dijo:
–Ahora vuelve a subir adonde estabas. Y ¡cuidado! ¡No se te ocurra volver a bajar hasta que yo te lo diga!-.
Después él se marchó a buscar a los demás, y cuando llegaron a casa, sus hermanos le dijeron:
–Pero ¿qué es esto? ¡Aquí falta una ración!-.
Y él respondió:
–Perdonadme, pero me entró mucha hambre y me he comido mi parte—.
Y le preguntaron:
–¿Por qué?
–No os lo puedo decir—.
Por la noche los hermanos cenaron juntos y luego se quedaron todos hablando. Y el pequeño les dijo:
–Está bien, os lo voy a decir. Pero antes tenéis que prometerme que no le vais a hacer nada a la persona que he atrapado.
–Te juramos, en nombre de Dios, que no sufrirá ni el más mínimo daño, ya sea un hombre o una mujer—.
Entonces le hizo una señal a la muchacha para que bajara. Ella se puso a su lado. Y luego empezó a decirles a sus hermanos:
–Esta muchacha es un regalo de Dios. Y ahora, en lugar de cazar siete perdices, tendremos que traer ocho. —Y después le dijo a ella— Pero tú te encargarás de hacer todas las tareas de casa. ¡Y ten mucho cuidado con el garbanzo de la gata que está siempre al lado del kanun! Que no se te olvide dejarlo a un lado para no perderlo—.
Y ella respondió:
–De acuerdo—.
A la mañana siguiente le dijo a la gata:
–¡Recoge tu garbanzo y déjalo aparte!-.
La gata obedeció y volvió a dejar el garbanzo en su sitio. Pero un día la gata empezó a sospechar que allí estaba ocurriendo algo raro. Y entonces, cuando la muchacha le dijo:
–¡Gata, recoge tu garbanzo!-.
La gata respondió:
–¡No!-.
Y la muchacha le volvió a decir:
–¡Gata, recoge tu garbanzo, que tengo que hacer la limpieza!
–¡Que no!
–¡Recógelo, o me lo como!-.
La gata le dijo:
–¡Pues cómetelo!-.
Así que la muchacha recogió el garbanzo y se lo metió en la boca. Y la gata se puso a llorar. Luego le dijo a la muchacha:
–¡Devuélveme mi garbanzo, o me meo en el kanun! ¡Devuélveme mi garbanzo, o me meo en el kanun!-.
Y ella, que estaba muy enfadada, le dijo:
–¡Méate en el kanun si te da la gana!-.
Y, sin más, la gata se fue, separó las patas y se meó en el kanun. Era el único kanun que tenían. La muchacha se puso a buscar algo para volver a encenderlo, pero no encontró fuego por ninguna parte. ¿Cómo iba a explicarles aquello a los siete hermanos? Así que cogió un hacha y se marchó. Estuvo caminando, caminando y caminando hasta que vio una silueta de una casa de la que salía humo. Al llegar allí se dio cuenta de que era la casa de un monstruo. Llamó a la puerta y preguntó:
–¿Hay fuego?
Y el monstruo le dijo:
–¿Habas?
–¡No! ¿Hay fuego?
–¿Rueca de lana?
–¡No! ¿Hay fuego?
–¿Varilla de lizos?
–¿Fuego?
–¡Pasa![3]—.
Tuvo que responder a varias preguntas antes de que el monstruo le diera el fuego. Y en cuanto la muchacha se marchó con la tea, el monstruo le dio un golpe. Ella se puso a caminar de vuelta a casa y a su paso fue dejando un rastro de sangre. Entonces un pájaro voló detrás de ella y se puso a beber las gotas de sangre que la muchacha iba dejando. Y justo antes de llegar a casa ella le gritó:
–¡Espero que sufras tanto como yo estoy sufriendo por mi herida!-.
Y el pájaro le respondió:
–¿Así me lo pagas? Y yo que estaba bebiéndome tus gotas de sangre para que el monstruo no pudiera seguirte. ¡Pues ahora voy a volver a colocar las gotas donde estaban!-.
Una vez en casa a la muchacha le entró mucho miedo. Al día siguiente el monstruo llamó a la puerta y le preguntó:
–¿En qué estoy sentado?
–En una silla dorada.
–Y ¿qué llevo en la cabeza?
–Un turbante[4]—.
Después volvió a marcharse. Y así continuó durante tres días. Ella estaba muerta de miedo. Se había casado con el cazador más joven de los siete. Y entonces su marido le preguntó:
–¿Qué te ocurre? ¿Qué te pasa?-.
Ella respondió:
–Nada, no me pasa nada—.
Su marido decidió ponerse a vigilar la región. Cavaron un foso frente a la puerta de la casa, lo cubrieron, y después su marido le dijo:
–Mañana, cuando llegue el monstruo, tú ponte a hacer lo que te dé la gana. Dile lo que quieras—.
Y al día siguiente el ogro le preguntó:
–¿Qué llevo en la cabeza?
–¡Las tripas de un burro!
–¡En qué estoy sentado!
–¡En el lomo de un burro![5]—.
Al escuchar aquello el monstruo pegó un grito y saltó sobre ella con la intención de comérsela. Pero entonces se cayó en el agujero. Su marido salió del establo y tiró una cerilla. Al instante todo salió ardiendo, porque habían puesto pólvora en el foso. Y luego su marido le dijo:
–Puedes plantar semillas donde mejor te parezca, pero no se te ocurra tocar en este lugar—.
Ella le hizo caso y no tocó. Durante un tiempo la muchacha comió mucho, y las cosas le fueron muy bien. No le ocurrió nada de nada… Pero al llegar la primavera, crecieron malas hierbas frente a la puerta. Estaban afeando mucho la entrada, y eso a ella no le gustaba nada de nada. Pensaba: “Todo está limpio y bonito, pero este lugar lo afea todo”. Así que cogió un hacha y una pala y empezó a cortarlas. Y justo en aquel momento, de repente, al retirar uno de los huesos del ogro, ¡se quedó muda!
El cuento,
río, río,
¡os lo he contado,
a vosotros, los nobles!
[1] Burnús: prenda tradicional de lana que suele cubrir desde los hombros hasta los tobillos.
[2] Más adelante el lector descubrirá que la protagonista se casó con este cazador en cierto momento posterior a este pasaje, aunque la narradora olvidó mencionar el episodio de la boda.
[3] En cab.: –Tela times? / –Ibawen? / –Xxati! Ma tela lɛafia? / –Ifegagen? / –Xxati. Ma tela lɛafia? / –Tirigliwin? / –Times? / –Kw cmed!
[4] El ogro formula las preguntas en árabe dialectal y la muchacha responde en cabileño (–Bach aâla meqaâd? / –A fu karsi dahbi. / –Wach kan aâla rasi? / –Aâmam).
[5] Como en el caso anterior, el ogro pregunta en árabe, y la joven responde en cabileño (–Wach kayan aâla rassi? / –Igeɣdan b aɣyul! / –Wach kayan aâla meqaâd? / –U fiɣkid t qimed af aɣyul!).