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Notas
Esta versión, transmitida en cabileño, ha sido traducida por Óscar Abenójar.
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Traducción
Había una vez una gallina que tenía catorce pollitos, y el chacal le propuso que él mismo se encargaría de enseñarles en la escuela. Pero entonces ella le dijo:
—¡Ah!, no sé si puedo dejar a mis hijos…—.
Y entonces él insistió, y la gallina terminó aceptando. Al cabo de una semana se fue [a ver al chacal] para preguntar por sus hijos. Le dijo al chacal:
—¿Qué están haciendo mis hijos? ¿Están estudiando mucho?
—¡Ah, sí! Están trabajando mucho. Están aprendiendo mucho. Yo los cuido.
—De acuerdo, pero los echo de menos. Tengo ganas de verlos.
—Sí, pero esta semana no. Vuelve la semana que viene—.
Vino y se marchó. Vino y se marchó. Y entonces por fin [la gallina] le dijo:
—No, tengo ganas de ver a mis hijos. Los echo de menos—.
Pero el chacal se los había comido el primer día. Al chacal le gusta mucho su vientre… El chacal metió abejas en la clase y le dijo a la gallina:
—¡Escucha! Están repitiendo la clase de hoy… ¡Qué aplicados son!
—¡Ah, es verdad! ¡Qué contenta estoy! Ahora me quedo tranquila—.
Y se marchó. Pero entonces volvió, porque pensaba “los echo de menos. Los echo de menos”. Y cada vez el chacal la convencía de lo mismo y la gallina se volvía a marchar. Hasta que un día la invitó a ver a sus hijos.
Entonces entró en la clase y vio que se los había comido. Y entonces el chacal se la comió. Y después se puso a cantar:
—Tururú, tururú,
¡Me he comido catorce polluelos,
y con su madre hacen quince!—.
No hay que confiar nunca en el chacal.