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Notas
Esta versión, transmitida en cabileño, ha sido traducida por Óscar Abenójar.
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Traducción
Érase una vez una mujer que se pasaba todo el tiempo peleándose con su suegra. Siempre estaban peleándose. Un día la esposa le dijo a su marido:
—¡Tienes que llevarte a tu madre y matarla, o no me quedaré ni un minuto más en esta casa!—.
Su marido le dijo:
—¡Mujer! Pero ¿qué me estás diciendo?—.
Y ella dijo:
—¡Te he dicho que te tienes que llevar a tu madre de esta casa!—.
Y él respondió:
—Vale, pues bien. Voy a llevármela de casa—.
Así que se fue al mercado, compró carne, verduras y una sandía. Luego le dijo a su mujer:
—Mira, tú preocúpate de preparar la cena para tu madre y mi madre. Cuando se haga de noche, sacaré de casa a mi madre para matarla.
Cuando terminaron de cenar, el marido le dijo a su mujer:
—A tu madre prepárale la cama justo al lado del kanun y a mi madre prepárasela en la repisa de la habitación superior[1] para que luego pueda llevármela a hombros—.
Al anochecer el marido bajó a su madre de la repisa y la dejó al lado del kanun. Cogió a su suegra, se la llevó a hombros y se fue al bosque. Cuando llegaron al bosque, tiró a su suegra por un precipicio. Su madre se quedó en casa dormida tranquilamente. Cuando el marido volvió a casa, se encontró a su mujer moliendo trigo y diciendo:
¡Oh, qué suerte tengo!
¡Mi marido ha degollado a su madre!
¡Oh, corazón sé feliz!
¡Mi marido ha degollado a su madre!
Entonces su marido le dijo:
—Mujer, voy a echarte una mano. ¡Déjame moler un poco!—.
Y el hombre empezó a moler y decir:
¡Oh, corazón sé feliz!
¡Mañana veremos quién le da el pésame a quién[2].
Hija, duerme, y mañana veremos quién va a dar el pésame.
Entonces la mujer se dio la vuelta y dijo:
—¡Ah, que Dios te traicione! ¡Has matado a mi madre! ¡Y yo que pensaba que habías matado a la tuya!—.
Su marido le dijo:
—Como tú tienes madre y te preocupas por ella, pues yo también. Ahora ¡llévate a mi madre a hombros y empieza a caminar!—.
Su mujer cargó a hombros a su suegra y se la llevó hasta el bosque. Su marido la seguía detrás. En cuanto llegaron al bosque, su marido le dijo:
—¡Deprisa, deprisa, deprisa, ahora llévatela de vuelta a casa!—.
Entonces su mujer se llevó a su suegra cargada a hombros. La dejó allí y descansó un poco. Pero luego enseguida su marido le volvió a mandar:
—¡Llévatela a hombros! ¡Llévatela, llévatela, llévatela!—.
Y su mujer se la llevó a hombros hasta el bosque. Su marido la siguió y luego le ordenó:
—¡Llévatela de vuelta a casa! ¡Llévatela, llévatela, llévatela!—.
Y así siguieron hasta que amaneció. Luego el marido le dijo a su mujer:
—¡Ahora vete de mi casa! ¡Marchaos tú y tu madre!—.
La madre del esposo se quedó en casa, sana y salva. Y él repudió a su mujer hasta treinta y tres veces.
[1] Repisa de la habitación superior: lit. adekkan (aunque la informante emplea el vocablo dialectal dukal). Se trata de una repisa de obra que se encuentra en la parte alta de la casa tradicional cabilia, justo encima del establo.
[2] Después descubriremos que la suegra del marido estaba aún con vida después de haber caído por el precipicio y que volvió a la casa por su propio pie.