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Clasificación
Informantes
Recopiladores
Notas
El informante indica que ha aprendido este romance de su padre.
Este registro ha sido recopilado en el marco del proyecto de I+D (Excelencia) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades “Documentación, tratamiento archivístico digital y estudio lexicológico, histórico-literario y musicológico del patrimonio oral de la Andalucía oriental” (referencia: FFI2017-82344-P), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Agradecemos la valiosa colaboración de la Asociación Cultural Cañamares de Chilluévar.
Bibliografía
IGRH: 9448 + 0000
Otras versiones de "La novia de Pedro Carreño"
Otras versiones de "Muerte de la novia"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
En la provincia de Barcelona, un matrimonio vivía,
eran ricos y ascensores, solo una hija tenían.
Solo una hija tenían, que le llamaban María.
María tenía novio llamado Pedro Torreño,
se querían con locura porque era chico muy bueno.
A los padres de María, Pedro no les hacía gracia
porque querían casarla con un sobrino de casa.
El veinticinco de abril ya prepararon la boda,
otro día por la mañana, ya estaba la gente toda.
Ya estaba la gente toda, María vestida de blanco,
(y) al ver a su primo hermano, al suelo cayó mareada.
Al suelo cayó mareada, pero pronto volvió en sí,
advirtiéndole a la gente: —Voy un momento al jardín,
voy de momento al jardín, que pronto he de volver.
Viendo que no venía, toda la gente se fue.
Toda la gente se fue a ver lo que había pasado,
se la encontraron muerta a la hijita del alma.
Mandaron por la justicia para llevarla a su casa,
del pecho le sacaron una cariñosa carta.
Dice: —Perdonen mis culpas a Dios y a toda la gente,
pero a vivir sin amores, he preferido la muerte.
Camino del cementerio, se oye una voz dolorida,
era Pedro, su galán, que estas palabras decía:
—Adiós, María querida, de luto te llevaré,
de no casarme contigo, con nadie me casaré.
Al llegar al cementerio, yo mi pañuelo le eché,
que no pudriera la tierra carita que yo besé.