La hija que perdió el dinero, pero lo recuperó [El-Shamy 923C§]

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Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 1544n

Informantes

Recopiladores

Notas

Esta versión, transmitida en cabileño, ha sido traducida por Óscar Abenójar.

Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).

Transcripción

Traducción

Esta es la historia de un sultán que quería ir a la Meca y que dejó su fortuna a su hija y a su primo. Entonces les dijo:

—Tened cuidado, ¡que no me roben el dinero!—.

La hija se quedó vigilando la fortuna de su padre. Pero su primo, que era un ladrón, robó un cofre lleno de luises de oro. Y siempre el primo le decía:

—Vamos a hacer esto. Vamos a hacer lo otro…—.

Y así, poco a poco, fue robando el dinero hasta que al final no quedó nada de nada. Entonces a la muchacha le entró miedo. No sabía cómo iba a explicarle aquello a su padre. Y se escapó. Se escapó al desierto. Y allí solo podía comer plantas, porque no encontraba nada más para comer. Entonces le creció un bulto en la garganta y se quedó muda. Allí terminó perdiendo la voz y se volvió muda.

Se puso a caminar, y anduvo y anduvo… Empezó a comportarse como una gacela. Se puso a dar saltos como las gacelas. Por eso llamamos a este cuento La historia de la gacela. Un sultán iba atravesando el desierto en un camello y le preguntó:

—¿Qué te pasa?—.

Porque le pareció muy guapa. Ella no respondió, y él se marchó. Ella vivía bajo las palmeras, y se quedó viviendo en el desierto sin nada… Entonces el sultán volvió a verla y le trajo comida. Le dijo:

—Te daré comida, pero a condición de que me cuentes tu historia.

Ella le dijo que no moviendo la cabeza, sin hablar, sin voz… Él le dijo:

—¡No! ¡Vas a comer hasta que te sacies y beberás hasta que ya no tengas más sed! Y después me contarás lo que te ha pasado.

Ella comió hasta la saciedad y luego bebió. Entonces recuperó la voz y empezó a contarle su historia. Él le pidió que se casara con él. Pero ella no aceptó. Le dijo:

—No, no puedo. Tú eres un sultán, y yo no tengo nada. Soy fea. La gente dirá que la mujer del sultán es fea y que se ha casado con un monstruo del desierto.

Él le dijo:

—Como no quieres casarte conmigo, te regalo este saquito. Ten esta moneda de mil francos. Métela en el saquito y todos los días encontrarás otra moneda dentro.

Ella aceptó el saquito y se fue con él. Y desde entonces todos los días se encontraba una moneda nueva en su saquito. Y cada vez que abría su saquito, encontraba más dinero, y más dinero…

El camino del desierto era grande y largo hasta que llegaron al pueblo de ella. Y cada vez había más dinero. Y cuando llegó a su casa ya había conseguido recuperar toda la fortuna de su padre. Volvió a encontrar a sus padres.

Entonces su padre se quedó extrañado al verla acompañada de otro sultán y con toda la fortuna. Cuando ellos llegaron, su padre también había vuelto de la peregrinación. Su padre se quedó extrañado al verla montada en un caballo acompañada de otro sultán y con toda la fortuna. Ella le contó la historia y atraparon a su primo. Le devolvió la fortuna a su padre. Se casó con el otro sultán.

Y eso es porque el buen Dios es justo.