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Notas
Esta versión, transmitida en cabileño, ha sido traducida por Óscar Abenójar.
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Uno de esos días de Dios una niña se confundió de camino y se perdió. Ya no conseguía encontrar a su familia. Estuvo caminando y caminando y llorando. Caminaba y lloraba, caminaba y lloraba… Hasta que llegó a un lugar donde vivía una serpiente. La serpiente le dijo a la niña:
—¿Qué te pasa, niña?
—Me he perdido y no conozco el camino a casa.
—¿No te acuerdas del camino a casa?
—No, no me acuerdo—.
Como era tarde, muy tarde, la serpiente la invitó a pasar la noche en su casa. [Le dijo que] luego irían a buscar a su familia y también que, si seguía caminando así sola por los bosques, al final se la comerían los monstruos del bosque, o terminaría perdiéndose por otros caminos.
La niña se fue con la serpiente. La llevó a su casa. La niña se quedó a vivir con la serpiente. Cada mañana, después de que la serpiente saliera de casa para ir a trabajar o para hacer sus cosas, la niña salía al balcón para calentarse bajo los rayos del sol y peinar su cabello. Pero todos los días, mientras estaba tranquilamente en el balcón peinando su cabello, un pájaro se posaba en el árbol, se sentaba y le hablaba:
¡Niña, niña,
la serpiente, te criará
y luego te comerá!
Entonces solía levantar la cabeza y se ponía a mirarlo. Y después el pájaro volvía a decirle:
¡Niña, niña,
la serpiente te criará
y luego te comerá![1]
La niña estaba muy asustada y empezó a llorar, y a llorar, y a llorar. Y eso pasaba todos los días… Un día la serpiente se dio cuenta de que algo raro estaba pasando, porque notó que la niña no dejaba de perder peso. Así que le preguntó:
—¿Qué te ocurre? ¿Por qué estas tan delgada y triste?—.
Entonces la niña empezó a contarle:
—Pues resulta que todas las mañanas, cuando tú sales, yo también salgo al balcón. Me siento, me pongo guapa, me peino... Pero entonces llega un pájaro, se posa en el árbol y me dice:
“¡Niña, niña,
la serpiente te criará
y luego te comerá!”.
Así que estoy muerta de miedo—.
Entonces la serpiente le dijo:
—No te creas lo que te dice. Solo habla por hablar—.
Como la serpiente quería ver al pájaro para comprobar lo que decía, al día siguiente no fue al trabajo. No salió de casa. La serpiente subió al árbol y se quedó allí escondida bajo una rama. Al rato llegó el pájaro. En cuanto la serpiente vio que se posaba sobre la rama, fue acercándose a él poco a poco, muy despacio… Entonces el pájaro empezó a decir:
¡Niña, niña,
la serpiente…
Y ¡op!, la serpiente se lanzó sobre él, lo asfixió y se lo comió. Pero la muchacha seguía muy preocupada, porque en su cabeza seguían retumbando las palabras del pájaro, y creía que eran verdad. Pensaba, de verdad, que la serpiente la estaba criando para comérsela.
Así que se marchó y empezó a buscar y a buscar a su familia hasta que por fin la encontró y volvió a su casa.
[1] El informante recitó estos versos en árabe: Ya tafla, ya tafla, / l’a hnech, y rabiki / ya kliki!