Una señorita rica     de un pobre se enamoró,

bajo la luz de la luna,      con gran cariño le habló.

Ella le ha dicho: —Adiós, amor mío,      nuestros amores tendrán mal fin,

tú pobre eres, yo rica soy,      la mala estrella lo dice así.

Maldito sea el dinero     que me impide por quererte,

y en la soledad me aflige,      y a veces me da la muerte—.

Los padres, que la escuchaban     en un acecho constante,

y al ver que tiene la cita      la joven con el amante,

pronto la meten en un convento     bajo la imagen de redención,

las hermanitas la quieren mucho,     pero la joven cantaba su canción.

Bajo la luz de la luna,      bajó triste y sin consuelo,

con lágrimas en los ojos,     lloraba y miraba al cielo.

—Anda, amor mío, y dile a mis padres     que quiero un hombre con ilusión,

todas las noches, al acostarme,      lo llevo unido en el corazón—.

La joven a poco a poco,      y a poco se fue apocando,

cuando fueron a sacarla,      estaba ya agonizando.

Pronto se entera el dueño de sus amores     y llega unido de su ilusión

y la ha cubrido toda de flores,     cerró los ojos y la lloró.

—Quítate de aquí, mal padre,      que la beso porque es mía—.

Y así murió entre los brazos     del hombre que ella quería.

—(Y) una corona de toda flores     todos los años te llevaré

y allí en la tumba, allí en tu tumba,      allí en tu tumba te la pondré.