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Notas
Este registro ha sido recopilado en el marco del proyecto de I+D (Excelencia) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades “Documentación, tratamiento archivístico digital y estudio lexicológico, histórico-literario y musicológico del patrimonio oral de la Andalucía oriental” (referencia: FFI2017-82344-P), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Agradecemos la valiosa ayuda ofrecida por Mari Fe García Torrecillas.
Bibliografía
IGRH: 0505 + 2693
Otras versiones de "La anunciación"
Otras versiones de "Dudas de San José"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
LÓPEZ ESTRADA, F. (1988). ‘Los celos de San José’ en el cancionero folklórico de Antequera. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 43, 345-357.
TRAPERO, M. (1990). Los romances religiosos de Canarias: un devocionario en verso. Biblioteca Universitaria ULPGC.
TRAPERO, M. (1990). Los romances religiosos en la tradición oral de Canarias. Madrid: Nieva.
VALLADARES REGUERO, A. (2014). Los Celos de San José: de Mira de Amescua a Cristóbal de Monroy. Biblioteca Virtual Cervantes. Recuperado de http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmchb0x0.
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Transcripción
Una noche en su aposento, soñó la Virgen María
que el hijo de Dios eterno en su vientre encarnaría.
La Virgen decía: —No quisiera más
que lo que he soñado que fuera verdad—.
A las tres noches siguientes, volvió a soñar otra vez
lo mismo, que nada de esto lo supiera San José.
San José decía: —Dios mío, ¿qué es esto?
Me ha faltao mi esposa (y) en el juramento.
¿Cómo me has faltado, esposa querida?
me voy a un desierto a pasar mi vida—.
San José lió su ropa, al salir de la ciudad,
oye una voz que le dice: —Mira, José, ¿dónde vas?—.
Al oír la voz, se quedó parado
y vido que un ángel se le puso al lado.
—José, vuelve a tu casa, pide a tu esposa perdón,
que lo que tiene en el vientre, no es por obra de varón,
que viene elegido por el Padre eterno
(y) vas a ser padre del rey de los cielos.
—Aquí me arrodillo, esposa, (y) aquí en delante de ti,
que quiero que me perdones lo mucho que te ofendí,
perdóname, reina de todas las mujeres,
bendito es el fruto que en tu vientre tienes—.
—No te lo decía, José, todo lo que me pasaba
porque un ángel me lo ha dicho, que es secreto de guardar.
Ese mismo ángel te lo ha revelado,
de mí nunca dudes, ya estás perdonado—.
San José y la Virgen pura se abrazaron al instante,
dándose besos y abrazos ya se dice más que antes,
ellos se querían con mucho cariño:
—Seremos felices cuando nazca el niño.