Audio
Clasificación
Informantes
Recopiladores
Notas
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Era una niña muy guapa, muy guapa que vivía en un pueblo y se enamoró del príncipe. Y entonces el príncipe pues se enamoró de la niña, claro, era una belleza… | y ella quería casarse con el príncipe, y se casaron. Y vivieron un tiempo muy felices pero el príncipe quería que le diera un heredero. Pero no… que no podía tener hijos.
Y entonces un día estaba ella llorando en los jardines de palacio y se le apareció un enano y le dijo que por qué lloraba. Y ella le dijo que quería el príncipe tener un heredero pero que ella no se lo podía dar y que entonces que probablemente buscara el príncipe a otra persona para que le diera el heredero. Entonces le dijo:
—Tú no te preocupes que yo voy a hacer que tú tengas un hijo. Pero cuando el niño sea mayor, tú me tienes después que dar a mí una recompensa, lo que yo te pida a ti—.
Y entonces pues dijo ella que sí, que sí, que ella se lo daba, que lo que le pidiera, los tesoros más grandes del mundo, que ella se los daba. Y así lo hicieron y tuvo su niño. Entonces el niño se crio perfectamente, muy bien. Y a ella ya se le olvidó aquel hombre, ya se le olvidó el enano para siempre. Y a los veinte años de cumplir el príncipe los veinte años, pues se le apareció un día el… el enano. Y le dijo a la princesa:
—Princesa, que vengo a recoger la recompensa que yo te dije en su tiempo que tú me ibas a dar—.
Y entonces ella dijo:
—Bueno, pídeme lo que quieras, que te daré todo lo que tú quieras—.
Dice: —Quiero que me des tu hijo—.
Entonces ella se echó a llorar:
—¡No, por Dios, no, por Dios!—.
Dice: —Pues quiero tu hijo, el hijo es lo que tienes que dar.
—Pídeme otra cosa, pídeme otra cosa. El oro del mundo yo te lo doy a ti—.
Dice: —Bueno, pues lo único que te pido es que adivines mi nombre. Cuando tú adivines mi nombre, pues yo no me llevo al príncipe para mí. Si no lo adivinas, pues entonces el príncipe será mío—.
Le echó de plazo tres días. La princesa mandó a toda la corte que fueran a ver cómo se llamaba aquel hombre. Pero nadie sabía cómo se llamaba aquel enano. Al segundo día:
—¿Tú te llamarás Juan?
—No, no me llamo Juan.
—¿Te llamarás Pedro?
—No me llamo Pedro.
—¿Te llamarás…?—.
Y ahora le dice todos los nombre más raros del mundo por todas partes y el enano decía: “No, no me llamo así”.
Ella no quería que se enterara el rey de que tenía que devolverle a su hijo. Entonces la pobre reina | ya era reina, pues entonces ella lloraba y pataleaba. Mandó a todo el mundo hasta que un día, al último día, pues un paje le encontró un hoyo muy hondo en la tierra en el bosque más perdido… y en medio de la tierra dice que se estaba paseando por allí, dando volteretas y se paró así y entonces el enano estaba cantando: "Mañana tendré yo al fin, un príncipe que me sirva, que en todo este confín nadie sabe que me llamo el enano Saltarín".
Y entonces fueron corriendo a decírselo a la reina. Al día siguiente llegó el | la reina al sitio adonde el enano estaba. Y entonces le dijo el enano:
—¿Qué, majestad, sabe usted cómo me llamo?
—Todavía no lo sé. ¿Se llamará usted Fernando?—.
Dice que el enano empezaba a dar volteretas:
—No, no me llamo Fernando.
—¿Te llamarás Antonio?
—No, no me llamo Antonio.
—¿Te llamarás, te llamarás, el enano Saltarín?—.
Y entonces de rabia empezó a correr, a correr, a correr… echando fuego por los pies. Desapareció de aquel lugar y la reina se quedó con su príncipe. Y vivieron felices y comieron perdices.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.