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Notas
En esta versión, la informante repite todos los versos.
Agradecemos la colaboración de Eréndira Alejandra Ortega Medina en la edición digital de este registro.
Bibliografía
IGRH: 0161
Este registro fue previamente editado en: Miguel Ángel Peña Díaz (2019). El repertorio de poesía de tradición oral de Milagros Rego Carrasco y Dolores y Salud Oca Ramallo, Jerez de la Frontera, 1994. Boletín de literatura Oral, 9, 321-356.
Otras versiones de "La bastarda y el segador"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
ATERO BURGOS, V. (1987). El romance de La bastarda y el segador en la tradición oral de la serranía gaditana. Gades, 15, 205-230.
ATERO BURGOS, V. y VÁZQUEZ RECIO, N. (1998). Espacios y formas rituales de lo feminino en el romancero tradicional. Estudos de Literatura Oral, 4, 9-22.
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IGLESIAS OVEJERO, A (1986). Romance de la bastarda. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 41, 237.
PALOMAR ROS, J. (1982). Dos versiones del romance Doña Inés y el segador recogidas en Valbona y Orrios (Teruel). Kalathos, 2, 177-184.
PIQUERO RODRÍGUEZ, A. (2020). El romance de La bastarda y el segador a la luz de sus variantes. Revista de Filología Española, 100(2), 443-470. https://doi.org/10.3989/rfe.2020.016
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VÁZQUEZ RECIO, N. (1998). El motivo en el romancero. Estudio de la tradición de Cádiz [Tesis doctoral]. Universidad de Cádiz.
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Transcripción
Salieron tres segadores a segar fuera de casa
y uno de los segadores lleva ropita de Holanda.
Llegaron a cierto pueblo, se pasean por la plaza,
y una dama en un balcón del segado(r) está prendada
y lo ha mandado a llamar con una de sus criadas.
—¿Qué me quiere usted, señora, qué me quiere, qué me manda?
—Quiero que me siegue usted una poca de cebada.
—Dime usted dónde la tiene, dónde la tiene sembrada.
—No está en alto, ni está en bajo, ni está en cerro, ni en cañada,
que está en medio dos columnas que las dos tiene mi alma.
—Esa cebada, señora, no son para yo segarla,
que son pa duque marqueses o par dueño de la casa.
—No se vaya, segador, que para usted están sembrada—.
Ha segado siete gavillas y a las doce se alevanta.
—No se vaya, segador, que le voy a dar las pagas—.
Le ha dado dos mil doblones en un pañuelo de Holanda
que el pañuelo vale más que las pagas que le daba.
Y al otro día siguiente las campanas redoblaban.
—¿Quién se ha muerto, quién se ha muerto —El segador que segaba.
—No se ha muerto, no se ha muerto, que lo ha matado una dama—.
El dinero pa’l entierro y el pañuelo pa la cara.
Aquí se acabó la historia del segador y la dama.