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Notas
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Esto es un cuento de un padre que tenía dos hijas, dos hijas hermanas y una que era hermanastra, de otra mujer que tuvo antes. Las dos primeras eran mu presumidas, siempre estaban arreglándose y esta que él llevaba siempre estaba en un soberado, las hermanas siempre se metían con ella. Le decían que, que no se arreglaba nunca, que así no iba a encontrar novio… Total, ellas pedían siempre un regalo porque la madre era modista y el padre viajante, como recovero, iba a recovar… y cada vez que iba de viaje las hermanas le pedían un vestido, unos zapatos, pinturas de uñas… Y esta nunca pedía nada de ropa. Decía:
—Papá, no, a mi me traes un kilo de nueces—.
Y le traía el padre siempre un kilo de nueces. Entonces en una de las veces que le trajo la nuez, al cascar la nuez le salió una varita mágica y le dijo:
—Pídeme lo que quieras, que te lo voy a conceder—.
Entonces el príncipe daba una fiesta en el pueblo para escoger la princesa, para escoger novia. Entonces ella le pidió en aquel día porque era la fiesta del príncipe:
—Pues tráeme un vestido rojo a las ocho de la tarde—.
Y a las ocho de la tarde cuando las hermanas habían salido pues se le presentó la varita mágica con todo lo que le había pedido. Y ella se apañaba que nadie la veía salir.
Ya las hermanas llevaban mucho rato en la fiesta, a esto que llegó ella a la fiesta, todo el mundo se quedó maravillao con ella:
—¡Oy, qué mujer más guapa!, ¡Oy, qué mujer más guapa!—.
Y el príncipe la miró y se fijó en ella, por supuesto, y le dijo al portero que tuviera cuidao a la hora de salir y que le pidiera la dirección de esa niña. Pero se le escapó. No sabía cómo ni de qué forma pero se le escapó, porque la fiesta acababa a las doce en punto de la noche.
Total, pues al otro día por la mañana suben las hermanas al soberao, empiezan a meterse con ella:
—¡Qué tonta has sido!¡Qué tonta eres! Aquí metía. Po si vieras la mujer que se ha presentao, vestida de rojo, con un coche de caballos con los cascabeles rojos…—.
Y ella:
—Bueno a mi me da igual, a mi me da igual—.
Y al otro día, porque la varita mágica le traía todo lo que quería. Y coge la varita mágica otra vez. Se le aparece otra vez sobre la misma hora y le pide un traje blanco. Igual. Las hermanas se arreglan | porque la fiesta, como no encontraba, duraba tres días, hizo tres fiestas. Entonces el siguiente día, van las hermanas mu arregladas. Igual ella a la misma hora se levanta, se escapa cuando la madre no la ve y, y se va a la fiesta. Igual, aquel día iba de blanco, más guapa todavía. El príncipe se quedó maravillao con ella y al portero:
—Te voy a dar una recompensa buena pero tienes que estar pendiente de ella…—.
Total que llega la hora de irse y se escapa. Suben las hermanas igual al otro día:
—Hoy ha ido de blanco, no te puedes imaginar lo guapa que va… Que eres tonta porque hay que ver que estás ahí como una cochambrosa…—.
Y ella na más con la cabeza agachá y todo el día en el soberao.
Total, que da otra fiesta y se lo pide el traje celeste y ya el príncipe lo que hizo es que le dijo al portero:
—Esta noche me quedo yo en la puerta y a mí no se me escapa—.
Porque él dice que no quería bailar con mujer ninguna. Le pedía bailar a ella y bailaba con él, le pedía la dirección pero ella no se la daba.
Entonces el último día se puso él en la puerta. Pero igual, se pone en la puerta y la ve salir, sale corriendo detrás de ella y ella al verlo a él correr, pierde un zapato. Se montó en el coche de caballos y el príncipe la perdió. Lo único que se quedó, con el zapato. Dice:
—Ea, pues con el zapato la tengo que encontrar. Vamos a ir casa por casa pa buscar la horma de este zapato—.
Llegaba a las puertas llamando:
—¿Cuántas hijas tiene usted?—.
Le decían dos, salían, se probaban, uno grande, otro chico, nada. Llegaba a otra puerta:
—¿Cuántas hijas tiene usted?
—Pues yo tengo cinco—.
Salían las cinco locas de contentas, se pusieron el zapato, total, nada. Y le decía la gente:
—Pero no, si mi hija no es, si mi hija no iba vestida…
—No importa, usted, que salgan las hijas que tiene, todas—.
Y así casa por casa se llevó meses buscando a la princesa hasta que llega a la casa de ella y le dice:
—¿Cuántas hijas tiene usted?—.
Dice: —Yo tres, pero como si tuviese dos porque la otra ni sale, ni se puede ver porque está en un soberao, está muy sucia, mi hija no sale a fiestas…—.
Se la prueban las dos hermanas y las hermanas empiezan:
—Que no, que no, que cómo va a salir ella, si ella no sale de aquí, si siempre está cochambrosa…—.
Total, que el príncipe insiste mucho y dice que por favor, que él tiene que ver la que falta y probarse el zapato. Entonces ella le da a la varita mágica y sale del soberao vestía de arriba abajo, claro, ya le mete, le mete | nada más que la vio y las hermanas se quedaron de piedra:
—Esto no es posible, esto es una confusión —porque además es que eran mu malas con ella—, esto no puede ser, esto no puede ser, ¿de dónde has sacao esto?—.
Total, ellos hicieron una fiesta muy grande en el pueblo y se casó con el príncipe y fueron felices.