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Notas
Agradecemos la colaboración de Eréndira Alejandra Ortega Medina en la edición digital de este registro.
Bibliografía
IGRH: 0234
Este registro fue previamente editado en: Miguel Ángel Peña Díaz (2019). El repertorio de poesía de tradición oral de Milagros Rego Carrasco y Dolores y Salud Oca Ramallo, Jerez de la Frontera, 1994. Boletín de literatura Oral, 9, 321-356.
Otras versiones de "Albaniña"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
ATERO BURGOS, V. y RUIZ FERNÁNDEZ, M.ª J. (2001). Alba, Catalina, Elena y otras adúlteras del romancero tradicional. En: Los trigos ya van en flores. Studia in Honorem Michelle Débax, 41-62. Toulouse: CNRS-Université de Toulouse-Le Mirail.
DÍAZ ROIG, M. (1986). Estudios y notas sobre el Romancero. México, D. F.: El Colegio de México (Serie Estudios de lingüística y literatura, 1).
GARCÍA MARTÍN, V. (2019). La memoria de la tradición oral en el siglo XXI: El Romance de Albaniña. En La voz de la memoria, nuevas aproximaciones al estudio de la literatura popular de tradición infantil: V Jornadas Iberoamericanas de Literatura Popular Infantil. Homenaje a Pedro Cerrillo, 799-815. Cuenca: UCLM (Estudios, 116).
GONZÁLEZ, A. (2001). El tesoro del Romancero: la variación. Dos ejemplos de la tradición americana. ALHis, 30, 53-67.
RUIZ GARCÍA, M.ª T. (2005). Recreación del romance de La adúltera en la tradición hispanoamericana. Revista de Literaturas Populares, 5, 62-78.
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Transcripción
Mañanita, mañanita, mañanita Santipón,
yo vi a una señorita sentadita en su balcón,
muy peinada y muy lavada y en la cabeza una flor.
Ha pasado un caballero y de ella se enamoró.
—¡Quién durmiera contigo, luna! ¡Quién durmiera contigo, sol!
—Mi marido no está en casa, que está en los montes León!—
Ha llegado el caballero y con ella se acostó.
Estando en estas razones, y a la puerta llegó.
—¿De quién será aquel caballo que en mi cuadra veo yo?
—Tuyo, tuyo, maridito, que mi padre te lo dio,
para que fueras a los montes, a los montes de León.
—¡Viva tu padre cien años qué caballo tengo yo!—
Estando en estas razones, para la percha miró.
—¿De quién será esa camisa que en mi percha veo yo?
—Tuya, tuya, maridito, que mi padre te la dio,
para que fueras a los montes, a los montes de León.
—¡Viva tu padre cien años qué camisa tengo yo!—
Estando en estas razones, para la percha miró.
—¿De quién es esa chaqueta que en mi percha veo yo?
—Tuya, tuya, maridito, que mi padre te la dio,
para que fueras a la boda de mi hermana la mayor.
—¡Viva tu padre cien años qué chaqueta tengo yo!
—¿De quién son esos zapatos que en mi suelo veo yo?
—Tuyos, tuyos, maridito, que mi padre te los dio
para que fueras a los montes de León.
—¡Viva tu padre cien años qué zapatos tengo yo.
—¿Quién es ese caballero que en mi cama veo yo?
—Es un primo mío que vino de Nueva York—.
La ha cogío por los pelos y al padre se la llevó.
—Tome usted, usted a su hija que me ha jugado traición.
—Llévatela, yerno mío, que la Iglesia te la dio—.
La ha cogío por los pelos y la mató.