Alfonso tenía tres hijas,     todas tres como la plata.

La más chiquita de todas     Adelina se llamaba.

Y estando un día en la mesa,     su padre la recreaba:

―Padre ¿qué me mira usted?     —Hija, no te miro nada,

que he de casarme contigo     o has de ser mi enamorada.

—Ni me caso con usted,     ni he de ser su enamorada―.

El castigo que le hizo     fue encerrarla en una sala,

[Com. 1: Y solo le ponía pan y agua y pan y agua] [Com. 2]

[Com. 3: Los gritos que pegaba, los vecinas lo escucharon, que hasta las paredes temblaban, o algo así era. De los chillíos que daba. Que las vecinas sentían…, que las paredes temblaban de los chillíos que pegaba, o algo así era. Pero es que ya no me acuerdo. Yo sé que las vecinas la salvan. Pero no me acuerdo cómo era. No me acuerdo ya. Los clavos, los clavos de la silla se cla- ǀ los clavos de la silla se clavaban en las paredes. Las vecinas… Es que no me acuerdo ya, pero era eso, eso de los clavos de las sillas se clavaban en las paredes era; pero ya no me acuerdo. Y las vecinas la salvaron, la sacaron o algo así era].

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[Com. 2: Remedios: ―No sé.

Recopiladora: ―¿Y después la escuchaban las vecinas?

Remedios: ―Sí, pero que no me acuerdo qué era.]