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Notas
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Era una vez un país mu lejano y había unos reyes y tenían tres hijos. El mayor se llamaba Juan, el de en medio, Enrique y el pequeño, Jesús. Y entonces vivían mu felices porque los padres los querían mucho y vivían en un sitio muy bonito. Tenían el palacio en un sitio precioso.
Un día el padre se, se despertó y le dijo a su mujer que abriera las ventanas, que no veía. Abrió las ventanas y dice:
—Pero si están abiertas las ventanas.
—¡Es que no veo, es que no veo nada, ma quedao ciego, ma quedao ciego!—.
Total, como había tanta gente en aquel, en aquel sitio, po se corrió la voz, que el rey estaba ciego, que el rey estaba ciego, que el rey estaba ciego. Vinieron gente, médicos de tos sitios, de tos los países y nadie le daba solución, decían que en la vista no tenía na.
Y entonces pasó una anciana por allí y se enteró de que el rey estaba ciego. Y, y le dijo que quería ver al rey. Y el que estaba allí haciendo guardia le dijo que no podía ser, que no podía entrar cualquiera.
—¡Por Dios, déjame pasar, que yo tengo la solución pa que vea!
—¡Que no, que no puede ser, que no puede pasar!—.
Pero ya el rey, como estaba nada más escuchando a ver quién podía darle vista a él, oyó un murmullo en la puerta y entonces le dijo que pasara:
—¡Dejarla pasar, dejarla pasar!—.
Entonces lo estuvo mirando, le estuvo diciendo que…, que su ceguera era temporal, que…, que tendría que ver. Le dijo:
—¿Usted tiene hijos?—.
Dice: —Sí, tenemos tres—.
Dice: —Pues ellos son los que tienen que ir a por el bien de su vista. —Dice—. Es la flor del lirio azul y está mu lejos, mu lejos, mu lejos… —dice—, en un país mu lejano que ahí no puede llegar casi nadie, porque es tan largo el…, el camino que muchos pos se hartan y se vuelven. Pero como son sus hijos po sí tendrán que llegar hasta el fin.
—¡Venga, que ensillen los caballos!—.
Le pusieron mucha comida y muchas cosas ¡ea! y se ponen en camino. Y ya cuando pasaron muchas noches y muchos días, por lo menos cuatro o cinco o seis, po dicen: “vamos a descansar aquí” y había tres caminos: uno en el medio, que iban ellos, otro por el lao izquierdo y otro por el derecho. Y entonces dice el mayor:
—Enrique, tú te vas por el derecho, yo por el izquierdo y el hermano Jesús, como es el más pequeño, se va por el medio. Y el que tenga antes la flor del lirio azul, si no nos encontramos antes, po aquí que nos espere—.
Bueno, pues se llevaron caminando mucho tiempo más, muchos días, muchas noches…
¡Ah! Y antes le había dicho la viejecita aquella que había como un logro. Dice: “cuando tiene los ojos abiertos, estaba durmiendo y si los tenía cerraos, que estaba despierto. Que entonces se podían acercar al árbol, que solamente había un árbol con la flor del lirio azul.
Bueno po ya se pusieron en camino otra vez y empezaron a caminar, a caminar, y ya el hermano más chico, po | Jesús, po es el que dio con el árbol. Po se asomó así: “¡Ay, que me parece que tiene los ojos abiertos! ¿Está dormido, está dispierto?”. Total, que ya se acercó y vio que tenía los ojos abiertos, es que estaba dormido. Y entonces el árbol era mu grande, mu grande, mu grande… y gateó, gateó por el árbol, por la parte de atrás y empezó a coger ramas, venga, venga y lo metió en un…, en un saquito que llevaba y cuando lo llenó, se bajó. Pero resulta que cuando se abaja, está | da así un ronquío mu grande y entonces está dispierto ya, porque tenía los ojos cerrados, estaba dispierto, y ahora po se quedó allí, allí, quietecito, quietecito, y a cada momento se asomaba y ¡el ogro con los ojos abiertos | con los ojos cerraos, que no los abría, no los cerraba! Y ya que pasó mucho tiempo, muchas horas, muchas horas… que estaba anocheciendo, po entonces lo vio con | mu, mu despacito, que ya tenía los ojos abiertos y entonces corrió, corrió, corrió, corrió… y ya po, desapareció.
Pero ya cuando empezó a caminar po se le hizo de noche, de noche del to y descansó. Bueno po al día siguiente mu temprano, se levantó y empezó a caminar, y venga a caminar, y caminar, y caminar… le, le vino otra vez la noche, otra vez descansó, al otro día siguiente también hasta que llegó a…, a los tres caminos. Y ya estaba su hermano Enrique esperando. Y entonces dice:
—Hermano, ¿has encontrado la flor del lirio azul?—.
Dice: —Sí, tengo un saquito lleno —digo | dice—, yo creo que con esto será suficiente.
—¡Ay, qué alegría y qué bien! Bueno, po este saquito me lo das tú a mí, que yo lo lleve para decir que yo lo ha cogío—.
Y entonces dijo él que no, que lo había cogido él, que sí, que no, que cogió y lo mató. Lo mató, abrió una fosa mu grande, lo enterró y se fue con su saquillo. ¡Ah!, estuvo esperando al hermano y entonces cuando ya a los dos o tres días, po se presentó el hermano. Dice si no viene hoy mi hermano Juan, me voy, pero como llegó, po lo esperó y dice:
—¿Y nuestro hermano Jesús?
—No sé. Yo llevo tres días esperando y por aquí no ha pasao—.
Dice: —Po eso es que se habrá hartado de esperar y se habrá ido. Pos vámonos.
—Vámonos—.
Y se fueron. Y ya echaron también muchos días en llegar al palacio. Y cuando llegaron, las campanas repicando, to’l mundo: “¡que están aquí los hijos del rey, que han venido los hijos del rey!”. Y toa la gente: “¡Oy, porque no viene el, el pequeño!”.
—¿Qué es lo que dicen?— salió la madre—, ¿qué es lo que dicen de mi hijo Jesús?
—Mamá, que nuestro hermano Jesús, ¿no se ha presentado aquí?
—Ni mucho menos. No ha venido. ¿Dónde está, dónde lo habéis dejao?—.
Dice: —Nosotros no lo hemos visto, pensamos que estaba aquí—.
To el mundo preocupao, to el mundo salieron a buscarlo, la guardia real… tos los voluntarios buscándolo por tos sitios y como no lo encontraron pos volvieron.
Pero, ya cerca del mes o por ahí, vienen | oyen tocar en la plazoleta aquella a un pastorcillo tocando una flauta. Y decía la flauta:
“Toca, toca, pastorcillo,
y no dejes de tocar,
que mi hermano Enrique me ha matado
por la flor del lirio azul”.
—¡Jesús, oy lo que están diciendo!—.
Y venga cantarlo otra vez y otra vez decía eso. Pos bueno, cuando cogió y llegaron a los oídos del rey:
—¡Que venga ese, ese chiquillo que quiero oírlo tocar!—.
Pos, bueno, empezó a tocarlo.
—Tócalo tú—. Lo toca la madre y dijo lo mismo:
“Toca, toca, madre mía
y no dejes de tocar,
que mi hermano me ha matao
por la flor del lirio azul”.
—¡Ay, qué pena más grande!, ¿Ay, por qué lo has matado a tu hermano?—.
Total, en el palacio había mucha pena, mucho disgusto… Y entonces, le hicieron tocar a su hermano Enrique. Y otra vez lo mismo le dijo:
“Toca, toca, hermano mío
y no dejes de tocar,
que tú me mataste
por la flor del lirio azul”. Dice:
—Mamá, que yo no le he matado.
—¡Que sí!—.
Total, que ya formaron la, la guardia real, formaron, formaron a todo el mundo y ya todos los de palacio y to y fueron:
—Venga, vamos a ir a ver dónde está enterrao—.
Pos la, la rama aquella, había una de esta… en la misma tumba que se había enterrao el, el hermano, se había enterrao, po llegaba una…, una caña pa’arriba mu alta, mu alta, mu alta… y de ahí to los, to las cañas que se cortaban po eran una flauta. Po bueno, empezaron a escarbar y cogieron al hermano y se lo llevaron a palacio, lo enterraron y toas las cosas. Y ya pos el padre empezaron a curarle los ojos y, y se puso bien. A los cuatro o cinco días, se presenta la viejecita otra vez, dice:
—¡Ay, ya veo perfectamente!—.
Dice: —¿No se lo dije, que, que se tenía que curar y se tenía que poner bien?—
Total, y dice: —Sí, pero tenemos una pena mu grande, porque mi hijo…
—Sí, ya ma enterado—.
Pos ya el rey… no fueron felices como eran antes porque el hijo no, no estaba y al, al hermano po le mandaron…, le mandaron un castigo, lo encerraron en palacio pero en un sitio mu aislado para que no lo viera nadie. Ya está, se acabó el cuento con pan y pimiento.