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Notas
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Esto era vez un hombre que vivía en la montaña y tenía una hija que se llamaba Manzanita, que era muy linda. Y este hombre tenía muchas cabritas y hacía quesos, se dedicaba a hacer quesos. Y iba a la feria de los pueblos a venderlos. Pero un día se puso malo, entonces le dijo a Manzanita que si podía ella ir al pueblo, que si se atrevía a ir al pueblo para vender los quesos porque si no, se le estropeaban.
Entonces Manzanita, muy contenta, le dijo que sí, y tenían un burrito que se llamaba Filiberto. Manzanita llenó el carro de quesitos y cogió a Filiberto, lo enganchó en el carrito y se lo llevó. Y entonces iban por la calle, ya por la carretera, por los caminos. Iba cantando por las montañas y cantaba una canción que decía:
“Soy Manzanita y vendo quesos,
al que me compre le doy un beso.
Niña bonita dicen que soy
todos me gritan por donde voy.
¡Ay, Manzanita!, dame un quesito
de esos tan blancos y redonditos.
¡Ay, Manzanita!, dame un quesito
de esos tan blancos y redonditos”.
Como iba tan entusiasmá cantando y Filiberto la iba escuchando, iba mu contento por la carretera pues resulta de que cuando coge una curva, se salió de la carretera y empezaron a rodar el carro, Filiberto, Manzanita, los quesos, to… Total cayeron abajo y Manzanita empezó:
—¡Ay, ay, ay! ¿Filiberto, te ha pasado algo?—.
Y Filiberto decía: “iaaa”. Eso quería decir que no le había pasado nada. Entonces se levantó y empezó a recoger los quesos, ella llorando porque se le habían caído todos los quesos. Otra vez, se puso de pie, pusieron de pie el carrito, y empezó a cargar los quesos y cargaron todos los quesos y se fueron para la feria.
Pero había uno que era el más grande, el más gordo, que ese se había ido rodando por la montaña y Manzanita no lo había visto. Entonces iba rodando, rodando, rodando, rodando… pero llegó a un río y ahora no podía atravesar el río. Cogió el Señor, hizo un arcoíris y empezó a rodar por el arcoíris, por el arcoíris… Cuando llegó arriba los angelitos lo cogieron y empezaron a comerse el quesito. Entonces de noche, cuando sale la luna, miramos para arriba y si está pequeñita es que los angelitos se la están comiendo.
Pero luego el Señor otra vez hace “buuuun” pone la luna gorda, grande, grande, grande y entonces otra vez el quesito de Manzanita se vuelve a hacer grande.
Y aquí se termina mi cuentecito.