Audio
Clasificación
Informantes
Recopiladores
Notas
Al cantar se repiten los versos 5, 13, 18, 23, 30, 41, 43 y 48. No se sigue una secuencia fija en las repeticiones, que más bien parecen aleatorias.
Bibliografía
IGRH: 0155
Otras versiones de "Casada de lejas tierras"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
ATERO BURGOS, V. y VÁZQUEZ RECIO, N. (1998). Espacios y formas rituales de lo femenino en el romancero tradicional. Estudos de Literatura Oral, 4, 9-22.
CABALLOS-VIRO, I. (2010). El romancero tradicional y las relaciones de parentesco: la suegra malvada [Tesis doctoral]. Universidad Complutense de Madrid.
CARINHAS, A. C. P. (1996). Alguns Romances da Tradição Oral de Aljezur. Estudos de Literatura Oral, 2, 79-92.
MARTÍN DURÁN, A. M. (2007). El romance de Casada de lejas tierras: una versión cubana recogida en 2001. Revista de Estudios Hispánicos, 34, 77-89.
RUIZ FERNÁNDEZ, M.ª J. (1990). La poética del personaje en el lenguaje del romancero. En J. A. Hernández Guerrero (Coord.), Teoría del Arte y teoría de la Literatura (pp. 243-258). Universidad de Cádiz.
¶
Transcripción
Una señorita del mantón de seda
con su pelo barre, con sus ojos riega,
con su boca dice: —¡Quién fuera soltera!—.
Sola se va a misa, sola se confiesa,
si no es su marido que se va con ella.
A los nueve meses, un dolor le atraviesa.
—Marido, marido, si bien me quisieras,
a la hermana tuya a llamarla fueras.
—Levántate, hermana, del dulce dormir
que la luz del día ya quiere venir,
la blanca paloma ya quiere parir.
—Si pare, que para, que para una niña,
reviente de sangre por una costilla—.
Triste y afligido, se marchó a su casa.
—Pobre mujer mía, reina soberana,
que a la hermana mía no la encuentro en casa.
—Marido, marido, si bien me quisieras,
a la madre tuya a llamarla fueras.
—Levántate, madre, del dulce dormir,
que la luz del día ya quiere venir,
la blanca paloma ya quiere parir.
—Si pare, que para, que para un varón,
reviente de sangre por el corazón—.
Triste y afligido se marchó a su casa.
—Pobre mujer mía, reina soberana,
que a la madre mía no la encuentro en casa.
—Marido, marido, si bien me quisieras,
a la madre mía a llamarla fueras—.
Cogió su caballo, empezó a caminar
en busca la suegra que muy lejos está.
—Levántate, suegra, del dulce dormir
que la luz del día ya quiere venir,
la blanca paloma ya quiere parir.
—Espérate, yerno, un ratito en la puerta,
que estoy preparando la rica merienda,
las ollas de miel y las de manteca—.
Se fue al pavero, cogió el mejor pavo,
se fue al gallinero, cogió el mejor gallo,
se fue a la cuadra y cogió su caballo.
Cogió su caballo, empezó a caminar
y en medio el camino, campanas doblan.
—Dime, pastorcitos, que guardáis las cabras,
¿esas campanitas, por quién las doblaban?
—Por una señora de muy lejas tierras
con malas cuñadas y peores suegras
y malos maridos que sola la dejan.
—No la dejé sola, que me mandó ella,
que fuera a llamar a la mía suegra.