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Notas
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Dice que una cabra, y me imagino que serían las cabras de los cuentos porque mi padre contaba siempre que había tenío siete cabritos, lo que no sé es si los tuvo de golpe o fue por distintos partos. Me imagino que serían los siete en un solo parto, muy difícil, pero bueno, es un cuento.
Y entonces la cabra, claro, la cabra tenía que salir a pastar y a comer mucha hierba pa darles de mamar a los siete cabritos, y les decía siempre: “cuando yo salga cerrad la puerta por dentro y no dejéis que entre nadie, si alguien os llama, le decís que os enseñe una pata y como no la tenga como yo, no abráis”.
Bueno, pues la cabra se fue, cerraron la puerta, los cabritillos estaban jugando dentro en el corral, y a esto que llaman: “pom, pom, pom”.
—¿Quién es?
—Soy vuestra madre, abrid.
—No, porque nuestra madre tiene la voz mu clara y tú la tienes mu ronca, ¡tú eres el lobo!
—Coño —el lobo —, ¡joer! —dice el otro—. Ah, pues es verdad—.
Se fue corriendo, se metió en un gallinero y se comió tos los huevos que tenían puestas las gallinas. Y de esa manera pues se le aclaró la voz.
Llegó otra vez, “pom, pom, pom”
—¿Quién es?
—Soy vuestra madre.
—Ah, pues a ver, enséñanos una pata por el buraco de la puerta, por la gatera—.
Enseñó la pata.
—¡No!, ¡no eres nuestra madre! Porque nuestra madre la tiene blanca y tú la tienes negra.
—¡Coño, joder! ¡Ay, qué cosa!—.
Se fue corriendo el lobo, fue a una panadería, y había un saco de harina abierto y metió las patas en el saco de harina. Y volvió otra vez: “pom, pom, pom”.
—¿Quién es?
—Soy vuestra madre.
—A ver, enséñanos la pata. ¡Ah, pues es blanca!, sí, es ma-, es máma—.
Y les decía el más pequeñito de tos los cabritos:
—No abráis, no abráis, que no, que ha dicho máma que no abramos, que no, que no es ella—.
Bueno, al final abrieron, entró el lobo, se los zampó a tos, a seis, de los siete se comió a seis, pero enteros, con el hambre que llevaba se comió a seis enteros.
El chiquinino se metió debajo del cajón, ande los tapaban pa cuando no tenían que mamar, y el lobo ya se fue satisfecho, se había jincao a los siete cabritos y se fue a dormir la siesta.
En esto que llegó la madre. Cuando vio la puerta abierta y vio que no había ninguno:
—¡Ay, dios mío!, ¡mis hijitos!, ¡ya se los ha comío el lobo!, ¡ya se los ha llevao!—.
Y salió el pequeño:
—¡Ay, mamá!, ¡no llores, no llores! ¡Vamos a buscarlos que se ha ido a echar, después de tanto comer, se ha ido a echar!—.
Y lo encontraron debajo de un árbol, a la sombra, el lobo echao, con la panza llena, claro, se los había comido enteros, ni los había masticao. Y dice:
—Venga, vamos a, ayúdame, le vamos a rajar la tripa y vamos a sacar a tus hermanos de ahí—.
Bueno, pues, le rajó la tripa al lobo, salieron los cabritos cantando y bailando, y se la volvieron | o sea, dice:
—Ahora se la vamos a coser pa que no se dé cuenta—.
Pero, antes de cosérsela, dice:
—Venga, traed piedras, traed piedras, se la vamos a llenar—.
Se la llenaron de piedras y le cosieron la tripa.
En esto que el lobo, después que pasó un rato ya que se había echao la siesta, se despierta y dice:
—¡Ah, qué sed tengo, eh! ¡Puf! Esto de tanto comer. Pero la cosa que es que, es que tengo sed de piedra, no de cabrito, tengo sed de piedra—.
Bueno, pues se fue a arrimar a, a un pozo a ver si alcanzaba pa beber, en esto que se ansoma, se arrima, cuando quiere ir a beber se le vienen las piedras pa’lante, se cayó y se ajogó.
Y salieron la madre y los cabritos cantando y bailando y tos se fueron a pastar.
Y colorín colorao, este cuento se ha acabao.