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Notas
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
[Estrella]: —Esta es la historia de una madre que tenía tres hijas. Y, y resulta que era la hora de merendar y fue a mirar el tarro de, de miel, que era lo que les daba siempre de merendar con pan, y vio que se le había acabao. Entonces a la hija mayor le dijo:
—Anda, bájate, bájate a la bodega y coges un tarro de miel para que os lo pueda untar en el pan y podáis merendar—.
Entonces la hija mayor bajó.
Pero, resulta que justo estaba bajando las escaleras y se encuentra con una cabra, vamos, con una cabra temible, gigante, con unas barbas, unos cuernos, un de todo, que le empieza a cantar a, a, a voz en grito de cabra:
“Yo soy la cabra montesina,
del monte, monte pinar,
a quien pase de esta raya,
me lo como en un tragar”.
Y la chica, pues no hizo caso, pasó de la raya y la cabra montesina se la tragó.
Como no subía, pues la madre empezó a echarla de menos, y le dijo a la mediana:
—Anda, baja tú, a ver qué está haciendo tu hermana, y os subís el tarro de miel, para que lo pueda untar en el pan—.
Total, que baja la mediana, y ya está llegando abajo cuando se encuentra a la cabra, igual de temible pero más gorda, y la cabra empieza a cantar:
“Yo soy la cabra montesina,
del monte, monte pinar,
al que pase de esta raya,
me lo como en un tragar”.
Y la mediana tampoco hizo caso, y la cabra hizo “¡aaaahm!” y se la comió.
Bueno, pues así estaban las cosas y la madre ve que no sube ninguna de las dos y ya le dice a la pequeña:
—Te bajas, le dices a tus hermanas que suban inmediatamente, y que no se os olvide el tarro de miel pa’untar en el pan pa que podáis merendar—.
Total que baja la pequeña y, y la cabra ahí estaba, más gorda que antes, y vuelve a cantar:
“Yo soy la cabra montesina,
del monte, monte pinar,
al que pase de esta raya,
me lo como en un tragar, ¡aaaahm!”.
Y, ¿qué piensas tú?, ¿que la cabra se pasó de la | que la niña se pasó de la raya o que no?
[Recopilador]: —Eh, que sí.
[Estrella]: —Se pasó de la raya.
Así que la cabra le hizo “¡aaaahm!”, y se la comió.
Total que, claro, la madre ya empezó a preocuparse porque no subía ninguna, y bajó y allí estaba la cabra montesina, pero más gorda que… | Y entonces la cabra montesina empezó a cantar:
“Yo soy la cabra montesina,
del monte, monte pinar,
al que pase de esta raya,
me lo como en un tragar, ¡aaaahm!”.
Pero, ¿qué piensas?, ¿que la madre se pasó de la raya?, ¿que sí o que no?
¡No! porque la madre era muy lista, porque sabía mucho.
Entonces, en cuanto que vio a esa cabra tan temible, lo que hizo fue subir escaleras arriba, salió a la puerta de la casa:
—¡Socorro!, ¡auxilio!, que hay una cabra montesina en la bodega de mi casa. Que yo creo que se ha comido a mis hijas, ¡auxilio!—.
Y bueno, ahí se puso a gritar, pero sólo pasaba por allí una hormiguita.
Y la hormiguita le dijo:
—No se preocupe usted, buena mujer, si quiere, pues, yo le puedo ayudar.
—Pero ¿cómo me vas a ayudar tú con lo pequeña que eres?
—Bueno, déjeme intentarlo por lo menos—.
Entonces la mujer, que no había venido en su socorro nadie más, pues dijo:
—Bueno, pues lo pruebo—.
Así que, cogió en la mano a la hormiguita, entró dentro de la casa, bajó las escaleras de la bodega, dejó a la hormiga, y se subió: "Piernas, ¿para qué os quiero?"
Y bueno. Y entonces, pues, allí, volvió otra vez la cabra montesina, al ver a la hormiga, a cantar:
“Yo soy la cabra montesina,
del monte, monte pinar,
al que pase de esta raya,
me lo como en un tragar, ¡aaaahm!”.
Y entonces, la hormiguita contestó:
“Pues yo soy la hormiguita,
de mi hormigal,
que si te pego un mordisco,
tú vas a saltar”.
Entonces a la cabra no le gustó nada que encima le hubiera salido respondona la hormiga, y se lanzó a por ella. Pero claro, como era tan pequeña, antes de llegar la boca de la cabra, pues llegó la barba. La hormiga empezó a trepar, trepó, hasta llegar al culo. Y allí en el culo empezó a picar, y la cabra se empezó a…, a, a dar, así, a desasosegarse, a subir y bajar las escaleras, a, a berrear… y al final, en una de estas tropezó, se cayó rodando y ahí que se quedó.
Y de dentro de la barriga de la cabra pues salieron las tres hijas.
Baja la madre:
—¡Ay, madre mía, hormiguita!, ¿pero cómo te podría yo pagar esto que me has hecho?, ¡ay, por Dios, y mira aquí están mis hijas tan campantes! Mira, te voy a regalar, te voy a, te voy a regalar, a ver qué podría yo regalarte que te guste mucho, ¡un saco de granos de trigo!—.
Y entonces la hormiguita dijo:
—¡Uy! No cabe tanto en mi taleguillo,
o muele tanto mi molinillo.
—Bueno, pues entonces te voy a regalar un puñadito de granos de trigo.
—¡Uy! No cabe tanto en mi taleguillo,
o muele tanto mi molinillo.
—Pues te voy a regalar, eeehh, una docena de granos de trigo.
—¡Uy! No cabe tanto en mi taleguillo,
no muele tanto mi molinillo.
—Pues media docena.
—¡Uy!
—Pues tres granitos.
—¡Uy! No cabe tanto…
—Pues dos.
—¡Uy! No cabe tanto…
—Pues ¡uno!
—¡Sí! Sí cabe tanto en mi taleguillo,
sí muele tanto mi molinillo—.
Así que la madre le dio a la hormiguita un grano de trigo, que ya tenía bastante la hormiga con el grano de trigo, se lo puso a la espalda, y se marchó más contenta que unas pascuas.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.