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Bibliografía
IGRH: 0169
Otras versiones de "Don Bueso"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
LÓPEZ ESTRADA, F. (1984). El romance de Don Bueso y la canción de La peregrinita en el cancionero folklórico de Antequera. En De los romances-villancico a la poesía de Claudio Rodríguez: 22 ensayos sobre las literaturas española e hispanoamericana en homenaje a Gustav Siebenmann, 253-263. Madrid: José Esteban.
MENÉNDEZ PIDAL, M. (1948). Los romances de don Bueso, BHi, 50, 305-312.
PIÑERO RAMÍREZ, P. Manuel (2001). Los montes de Oliva: el encuentro de la canción lírica con el romance en Don Bueso. En Carlos Alvar Ezquerra (coord.), Lyra mínima oral: los géneros breves de la literatura tradicional: actas del Congreso Internacional celebrado en la Universidad de Alcalá, 28-30 octubre 1998, 353-360. Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá.
PIÑERO RAMÍREZ, P. Manuel (2001). La configuración poética de la versión "vulgata" de "Don Bueso". En Mercedes de los Reyes Peña, Rogelio Reyes Cano, Klaus Wagner (coord.), Sevilla y la literatura: homenaje al profesor Francisco López Estrada en su 80 cumpleaños, 109-132. Sevilla, Universidad de Sevilla.
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Transcripción
La reina se paseaba por un arroyito arriba;
se la encontraron los moros, se la llevan a cautiva.
Su madre se vuelve loca, su padre llora y suspira
y su hermano Manolé la busca de noche y día.
Y ya que venía de vuelta de toda la morería
se la ha encontrado lavando y ya no la conocía.
—Apártate, mora bella, apártate, mora linda;
deja beber a mi caballo de ese agua cristalina.
—No soy mora, caballero, que soy serrana cautiva;
me cautivaron los moros el día de Pascua florida.
—¿Te quieres venir conmigo sobre mi caballería?
—Y los pañuelos que lavo, ¿dónde me los dejaría?
—Los más finos y los de holanda sobre mi caballería
y los que no valgan nada por la corriente se irían.
—Y mi honra, caballero, ¿dónde me la dejaría?
—En la punta de mi espada y en mi corazón metía,
sin hablarte y sin tocarte hasta los montes de Oliva—.
Al llegar a aquellos montes la niña llora y suspira.
—¿Qué te pasa, mora bella, qué te pasa, mora linda?
—En estos montes tan grandes mi padre a cazar venía
y mi hermano Manolé con toda su compañía.
—¡Ay, padre mío, lo que siento!, ¡Virgen sagrada María!,
que por traerme a una esposa me traigo a una hermana mía.
—¡Abrid, padre, los balcones, balcones y celosías!,
que ha aparecido la reina que buscamos noche y día.