Juan Sin Miedo [ATU 326]

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Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 1681n

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Notas

Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).

Transcripción

Juan Sin Miedo era un, un chaval joven que vivía con su madre, y lo llamaban Juan Sin Miedo precisamente por eso, pues, porque no le tenía miedo a nada. Se metía en muchísimas aventuras, pues, lo que os podáis imaginar, pero no le daba miedo nada: ni las culebras, ni las serpientes, ni las arañas… todo lo que a un niño cualquiera le puede dar miedo a Juan Sin Miedo no le daba miedo.

Su madre estaba ya muy cansada porque, como todas las madres se preocupan mucho por los niños, y decidió un día ir a hablar con el cura a ver si buscaban alguna solución. Y el cura le dijo:

—No te preocupes, tú mándalo esta noche a la iglesia con alguna excusa que yo me encargo de pegarle un buen susto.

Y así lo hizo. Por la noche su madre empezó:

—¡Ay, Juan, qué dolor de tripa más grande! ¡Juan, buuuuff, me duele muchísimo la tripa! Hazme un favor, vete allí al candil de la, de la iglesia y tráeme un poquito de su aceite que me voy a dar un masaje en la tripa y así se me pasará.

Juan Sin Miedo, como no le tenía miedo a nada, a pesar de que estaba todo oscuro, salió de su casa, la calle estaba toda oscura pero no le daba miedo, siguió para adelante, llegó a la iglesia, toda oscura, solamente, al final de la iglesia, se veía la luz del candil de la que él tenía que coger el aceite. Cuando se estaba acercando por el pasillo de la iglesia para adelante salió el cura, el sacerdote, que tenía una sábana blanca encima y le dijo:

—Soy un alma del Purgatorio y estoy penando por aquí.

Pero Juan Sin Miedo, pues nada, cogió lo primero que agarró, que fue un candelabro, y empezó a darle golpes al supuesto fantasma. Porrazo tras porrazo, el cura, ya os suponéis cómo quedó.

Cuando llegó a su casa le llevó el aceite a su madre y le contó lo que a él le había pasado, Juan Sin Miedo, y… Juan Sin Miedo se lo contó a su madre. Su madre:

—¡Ay, por favor, Juan! ¡La que has liao!, ¡la que has liado! No, no, ahora ya sí que te tienes que ir del pueblo, ahora ya sí que te tienes que ir del pueblo.

Se fue del pueblo y empezó a recorrer otros pueblos para ver si encontraba lo que es el miedo.

En todos los pueblos donde entraba empezaba diciendo:

—¡¿Quién me enseña lo que es el miedo?! ¡¿Quién me enseña lo que es el miedo?!—.

La gente lo miraba como diciendo “Este está un poco pa’llá”, o “Es un fanfarrón que viene dándoselas de algo y luego no va a resultar nada”.

Entró una vez en un pueblo gritando:

—¡¿Quién me enseña lo que es el miedo?!, ¡¿Quién me enseña lo que es el miedo?!—.

Y le dijo una persona:

—Pues mira, en aquella colina de allí a lo lejos, ¿ves que hay cuatro figuras?

—Sí.

—Pues son cuatro bandidos, muy malos muy malos, que acaban de ahorcar, y entonces vete allí, vete, a pasar con ellos la noche, ya verás, ya verás lo que es el miedo.

Pues Juan Sin Miedo se acercó allí a la colina y desde el pueblo lo veían el resto de los, de los que vivían allí, el resto de los vecinos, bailando, brazo pa’rriba, pierna del otro bandido. Total, que no pasó nada de miedo.

Juan Sin Miedo pensaba “¿Y esto es el miedo?, pues vaya una cosa, a mí esto no me da miedo.”

Y así, salió de ese pueblo y se dirigió a otro pueblo gritando otra vez lo mismo:

—¡¿Quién me enseña lo que es el miedo?!, ¡¿Quién me enseña lo que es el miedo?!—.

Vecino tras vecino se fue corriendo la voz hasta que llegó a oídos del rey de ese pueblo. Y el rey pensó “¡Madre mía!, pues este sí que sería un soldado maravilloso, que libraría cualquier batalla y como no le tiene miedo a nada sería el mejor de los soldados. ¿Qué le puedo ofrecer a cambio? Pues voy a ofrecerle la mano de mi hija, la princesa.”

Y así fue. Lo hizo llamar, el rey lo hizo llamar y le dijo:

—¿Ves aquel castillo que está allí a lo lejos? Pues es un castillo encantado. Te voy a poner a prueba: si eres capaz de pasar tres días con sus tres noches dentro de él, pues te daré la mano de mi hija.

Juan Sin Miedo, en su reto de conocer lo que era el miedo y saber lo que era el miedo, pues aceptó… lo que había mandado el rey.

Lo llevaron allí al castillo, le abrieron la puerta porque la puerta estaba cerrada con llave, le abrieron la puerta, lo metieron en el castillo y volvieron a cerrar con llave.

Juan Sin Miedo entró, empezó a recorrer las diferentes estancias que había: unas habitaciones lujosas, maravillosas; unos salones completos con todos los lujos… Y Juan Sin Miedo pensó, “Madre mía, si aquí me tiraría yo, ¡buuuuu!, muchísimo tiempo. A mí de aquí ya que no me saquen, de maravilla”. Llegó a la cocina, todo superbién amueblado, un montón de comida de toda clase, ¡buuuuuf!, se le hicieron los ojos chirivitas.

Entonces ya pasó la tarde y se puso a hacer la cena. Se estaba preparando unos huevos con chorizo muy ricos. Se puso a hacer la cena, cuando estaba con la sartén puesta en el fuego, se escuchó una voz que decía:

—¿Caigo o no caigo?—.

Y Juan Sin Miedo:

—Bueno, pues cae, cae si quieres que no pasa nada.

Y cayeron dos brazos.

Después, otra vez la voz:

—¿Caigo o no caigo?

—Pero vamos a ver, ¡qué pesado!, que estoy haciendo la cena. Lo que no quiero es que caigas en la sartén y me la estropees, así es que tú cae lo que quieras.

Y, efectivamente, cayeron dos piernas.

Pero Juan Sin Miedo como si nada. Pasó la noche tranquilamente después ya y llegó al día siguiente.

Y al día siguiente ¿qué pasó? Pues otra vez lo mismo.

Llegó la noche y cuando se estaba preparando para cenar, la voz que decía:

—¿Caigo o no caigo?

—¡Uy!, ¡ya está aquí el pesado este! —decía Juan Sin Miedo— ¡que caigas, hombre, que caigas!, que entre más pronto caigas más pronto me cenarás | me dejarás cenar tranquilo.

Y cayeron las dos manos.

—¿Caigo o no caigo? 

—¡Sí, hombre, sí!, ¡cae, cae! —decía Juan Sin Miedo.

Y cayó un tronco.

Pasó la segunda noche y Juan Sin Miedo seguía sin saber lo que es el miedo.

Llegó la tercera noche y, como comprenderéis, otra vez la voz que gritaba:

—¿Caigo o no caigo?

—¡Que caigas, hombre!, total ya —pensaba Juan Sin Miedo—, para lo que queda, cae.

¿Qué era lo que quedaba? Pues el resto del cuerpo que era la cabeza y ¡plaf!, cayó la cabeza.

Desde el suelo la cabeza se giró mirándolo y le dijo:

—¿Quieres que me recomponga?—.

Juan Sin Miedo, como estaba como si nada:

—¡Sí, hombre, sí!, claro, recomponte, recomponte.

La cabeza le dijo:

—Te advierto que puede ser que pases un poco de miedo.

Y Juan:

—¡Ya quisiera yo saber lo que es el miedo!, ¡ya quisiera yo!—.

El cuerpo se recompuso y se formó el cuerpo de un hombre. Juan Sin Miedo como si nada.

Y le dijo:

—Como has sido el único capaz de desencantarme, pues te ofrezco todo lo que quieras coger de este castillo antes de salir de él.

Así es que Juan Sin Miedo cogió un carro, lo llenó de joyas, de comida, de candelabros… todo lo que vio de valor y le cabía, lo metió en el carro. Y se presentó adonde el rey que le había prometido la mano de su hija.

Llegó allí y el rey:

—¡Buuuf!, pues sí, sí, no, tengo que cumplir con mi palabra. Así lo haremos.

Y así lo hicieron. Empezaron los preparativos de la boda, que llevaron unos días. Y llegó el día grande, el día de la boda. Se casaron, todo muy bien | Juan Sin Miedo seguía sin saber lo que era el miedo, se casaron y llegó la noche de bodas.

Pero claro, con tanto ajetreo de boda Juan Sin Miedo estaba muy cansado, tan cansado que en la noche de bodas se prepa-…, se preparaban para domir. Y Juan Sin Miedo se acostó. Estaba esperando a la princesa. Cuando llegó la princesa se sienta al lado y escucha: “Rrrrrr shhhh, jrrrrrr shhhhh…”.

¿Qué creéis? Pues eso: Juan Sin Miedo se había quedado dormido.

A la princesa le entró tal cabreo que cogió lo primero que tenía a su mano, que era una pecera con tres o cuatro peces, se lo tiró encima y Juan Sin Miedo, muy asustado y sobresaltado, gritando:

—¡Socorro!, ¡que me matan! ¡Socorro!, ¡que me ahogo! ¡Socorro!, ¡qué miedo!—.

Y colorín colorado, Juan Con Miedo, se ha terminado.

Resumen de ATU 326

The Youth Who Wanted to Learn What Fear is. A youth (fool) who does not know what fear is goes to find it [H1376.2]. He tries various frightening experiences without becoming afraid [H1400]: He is shaved by a barber-ghost [E571], spends the night under a gallows [H1415] or in a haunted castle [E281], plays with dead persons (bowling [E577.3], cards [E577.2]), etc.

Through his fearless behavior he disenchants a castle (wins a treasure, a promised princess) [Q82]. The youth finally learns what fear is when cold water is thrown on him [H1441], fishes are put into his bed while he is asleep [H1441.l], birds fly into his face, his cut-off head is put on backwards, etc. Sometimes sexual: he finds a woman in his bed. (Uther, 2004: I, 209).

[El joven que quería aprender qué es el miedo. Un joven (tonto) que no sabe qué es el miedo va en busca de él [H1376.2]. Intenta varias experiencias aterradoras sin llegar a asustarse [H1400]: Lo afeita un barbero fantasma [E571], pasa la noche bajo una horca [H1415] o en un castillo encantado [E281], juega con personas muertas (a los bolos [E577.3], a las cartas [E577.2]), etc.

A través de su comportamiento intrépido, desencanta un castillo (gana un tesoro, una princesa prometida) [Q82]. El joven finalmente aprende qué es el miedo cuando le tiran agua fría [H1441], le ponen peces en su cama mientras duerme [H1441.l], los pájaros vuelan hacia su cara, le ponen su cabeza cortada al revés, etc. A veces sexual: encuentra a una mujer en su cama (Traducción de Laura Moreno Gámez)]