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Notas
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Hace mucho tiempo había una señora mayor que se llamaba Miseria y lo único que tenía era un peral del que tomaba las peras. Era muy pobre, muy pobre, y tenía un hijo que se llamaba Ambrosio.
Esta señora, eh, lo único que podía comer eran las peras, pero se enfadaba muchas veces, porque los niños que pasaban le robaban las peras y ella no podía comer nada, y se enfadaba mucho y se entristecía, porque pasaba hambre.
Hasta que un día fue un mendigo a su puerta a pedirle comida y ella le dio una pera, que era lo único que tenía, de las que no le habían robado, claro. Y entonces ella dijo:
—Mire, yo lo único que le puedo dar es la pera—.
Dice:
—No pasa nada —dice—, pero si me puede dejar que me quede a dormir, porque no tengo sitio donde quedarme—.
Dice:
—Claro, mire, le dejo mi jergón para que duerma, que no pasa nada porque yo una noche no pueda dormir—.
Y a la mañana siguiente, cuando despertó, se dio cuenta de que en realidad era un ángel en vez de un mendigo.
—Mire, como usted ha sido tan buena conmigo yo le concedo un deseo—.
Dice:
—¿Un deseo? —dice—, vale.
—¿Cuál? —dice.
—Yo lo único que pido es que si pasa alguien y me coge una pera, que se quede enganchado al árbol y no se pueda bajar [hasta que yo diga].
—Vale, bien, concedido—.
Y se fue.
Y pasaron los años y vino la Muerte a buscar a la tía Miseria, a la tía Miseria y a su hijo, se los iba a llevar a los dos. No se conformaba con llevársela a ella, quería llevarse a los dos.
Y ella empezó a suplicarle, pero no le hacía caso.
Entonces:
—Bueno, pues, lo único que me puede conceder es el último deseo: es que me dé una pera del peral, que me coja una pera del peral para que yo me pueda alimentar y que cumpla mi último deseo—.
La Muerte se lo concedió, fue a coger una pera y se quedó enganchada.
Y claro, ya no se moría ni la tía Miseria ni su hijo Ambrosio. ¡Ay!, pues mejor ¿no?
Lo que pasó es que, claro, al estar la Muerte ahí colgando en el peral, había muchas personas que estaban enfermas y que no podía morir, ni los que estaban heridos, estaba | había mucho sufrimiento. Y los médicos fueron por el mundo buscando la Muerte. ¿A ver, dónde podía estar la Muerte? Para que esas personas dejaran de sufrir. Hasta que llegaron al peral de la tía Miseria.
Intentaron convencerla para que bajara a la Muerte y que la dejara ir para que descansara toda esa gente. Y ella dijo que no, que no, que no, que ella no se quería morir y tampoco quería que muriese su hijo.
—Mire, vamos a llegar a un acuerdo—.
Y entonces la Muerte se comprometió a perdonarla, a ella y a su hijo, y así pudo bajar del peral, irse, y que murieran todas esas personas que estaban sufriendo.
Y desde entonces la Miseria y el Hambre siguen estando en el mundo, porque no murireron.
Y cuento, cuento colorado, por la chimenea se ha volado.